Capítulo 10: La gata.

61 4 2
                                    

- Vamos a mi casa. -Hugo lo dijo autoritario, cosa que no me gustó nada. Pero me gustó lo que dijo. O sea, no el tono pero sí lo dicho. Porque quería ir a su casa para hablar con Manuel y con Alicia. Y para ver la casa, obviamente. Un poco de salseo y cotilleo nunca está de más.

Asentí y nos dirigimos a su portal.

- Oye... Hugo. -comencé a hablar mientras subíamos las escaleras- Ya sé que me perdonas, pero quería decirte otra vez que lo siento.

- No pasa nada, en serio. Estás más que perdonada. -meditó por un segundo- Pero te perdonaré mucho más si me dejas el libro.

- ¡Por supuesto! Mañana te lo doy.

En ese momento llegamos a su casa.

Abrió la puerta y una casa bastante normal apareció ante mis ojos.
Algunas estanterías, muchas fotos, varios cojines sobre un enorme sofá gris...
No había nada del otro mundo, a decir verdad.

Hugo entró dando grandes zancadas cual gigante y se adentró en el pasillo. Yo, sin saber si quedarme fuera o entrar, medité por algunos segundos.

Sí, iba a entrar. El salseo estaba presente, señores, y eso nunca me lo pierdo.

Salseo is love, salseo is life.

Seguí con paso ligero el camino que recorrió Hugo y, al encontrarme junto a una puerta entreabierta, decidí entrar.

Pero antes asomé un poco la cabeza, por si entraba donde no debía. Vi el pie de alguien y fue entonces cuando me atreví. Con paso firme y buscando a Hugo con la mirada, entré a aquella habitación que, al cabo de pocos segundos, vi que no era la del hermano de ojos azules sino la de otra persona. Que resultó ser Manuel Blanco.

Vestido con un pantalón (más bajo de lo que debería) y una camiseta de tirantes, se sobresaltó de tal manera al verme que casi se cayó al suelo.

- ¡¿Qué haces aquí?! ¡HUGO! -al gritar su nombre, el hermano de ojos azules apareció por la puerta y, con una cara de enfado digna de sacar una foto, se dirigió a Manuel.

- ¿Qué problema tienes? -Hugo entro a la habitación con arrogancia y molestia, todo junto.

- ¿Que hace ella aquí?

- Oh, vaya. Fallo mío. Es que como estás tan sobreprotector con Paula, pensé que quizás la querrías tener aquí, contigo. Más que nada para que no te enfades cuando TU PROPIO HERMANO, el que ha JURADO no intentar nada con ella, la abraza.

- Cállate.

- ¡No, vamos! ¡Di lo que has dicho antes!

- Hugo, te estoy avisando. -Manuel casi no separó los dientes al decir ésta oración.

- Paula, como sé que éste imbécil no te lo va a decir, te lo digo yo: -me miró fijamente y habló muy serio- lleva diciendo desde la semana pasada que eres muy mona cuando tus mejillas se sonrojan y cuando pones el pelo en tu cara cuando estás pasando vergüenza. Y otro dato: ha dicho que tu pelo huele muy bien.

- ¿Qué...? -eso fue lo único que mi atontado cerebro pudo pronunciar.

- Ya basta. -Manuel agarró por el cuello de la camisa a Hugo y lo arrastró (literalmente) hasta fuera de la sala.

Y ahí me quedé yo, observando las fotos y libros que adornaban la habitación de Manuel, sentada en la cama. Vi que tenía tres estanterías llenas de libros, entre ellos "Los Juegos Del Hambre", "Divergente" y "Harry Potter".

Así que a éste chico SÍ que le gusta leer.

De pronto un gato naranja entró con paso sosegado a la habitación en la que me encontraba. Se subió a la cama, se hizo una bolita, y cerró los ojos. Como si yo no estuviera.

Manuel BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora