Capítulo 2: Un trabajo.

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- Bien, para empezar el curso vamos a hacer un trabajo sobre todo lo que distéis el año anterior. Todo, de todas las materias. -Ángel comenzó a caminar por los pasillos que formaban nuestras mesas. Carmen resopló- Para ello vais a formar grupos de tres personas. -todos los alumnos menos la chica que se sentaba al lado mía comenzaron a mirarse entre sí y a vocalizar palabras que no pude descifrar, pero que supuse que eran del estilo "tú, yo y nosequién". Cuando Ángel se percató de ésto se apresuró a hablar- Ah, no. Los grupos los voy a hacer yo. Y no os quejéis, que así hacéis amigos nuevos. -toda la clase resopló y él agitó los brazos en el aire con impaciencia- Todavía no os conozco, pero he hecho los grupos basándome en los consejos de los profesores de cursos anteriores. Bien. Izarbe, Sara y Javi. Andrés, Andrea y Marina... -comenzó a decir los nombres de los participantes de cada grupo- Y Carolina, Manuel y...  -¿A que no adivináis a quién más dijo? ¿Si os digo que tengo la peor y al mismo tiempo mejor suerte del mundo os doy una pista?- Paula.

¿No había nadie más en toda la jodida clase? ¿Podría tener un poco más de mala suerte, por favor?
Me tenía que tocar con la pija.

¿Por qué, mundo cruel?

Además me había tocado con uno de los chicos nuevos que habían venido, loa cuales eran varios. Y no sabía cuál de todos era el que me había tocado. Ahora sí que estaba perdida.

- Ángel, ¿no podemos cambiar los grupos? O ¿puedo hacerlo sola? Por favor. -Me atreví a preguntar, una vez se había sentado en su silla.

- De ninguna manera. -su voz sonó chillona y poco masculina, y se levantó de su silla para dirigirse hacia mí- Tienes que aprender, mejor dicho, TENÉIS que aprender a trabajar con gente que igual no os cae bien. -le echó un rápido vistazo a la clase- Pero, te digo una cosa, para ser un buen líder hay que saber lidiar con toda clase de gente, y dirigir el grupo a pesar de las inconveniencias.

Me miró directamente a los ojos y asentí. Me fijé en ellos, eran azules. Ojalá los tuviera yo así, los míos era marrones sin más. Observe que sus ojos estaban un poco rojizos, como si se hubiera rascado violentamente. (Cosa que era muy probable porque tenía muchos tics nerviosos)

Ángel hizo un gesto con la mano indicándonos que empezásemos a hablar sobre el trabajo.

El chico de adelante se giró para verme.

Juro que el corazón se me paró por unos segundos.

Seguro que me puse blanquísima, porque es lo único que mi estúpido cerebro conseguía hacer cuando un chico guapo me miraba.
Pero es que este chico no era guapo; era hermoso. De verdad que era digno de ver, parecía una estatua de lo perfectas que eran todas sus facciones. Su piel parecía tan suave que era como un muñeco de porcelana. Y sus ojos... Tenía un ojo verde y otro azul. No demasiado intensos, mas bien claritos, pero que resaltaban mucho con su pelo castaño revuelto.

Mierda, Pau, sabes que no debes fijarte en chicos que están fuera de tu alcance.

Sólo lo miré por unas pocas milésimas de segundo, ya que me daba mucha vergüenza que viera mi horrenda cara en comparación con la suya, pero fue suficiente como para observar todos esos detalles.
Aparté mi mirada de él y observé la mesa, como si fuera la cosa más interesante del mundo.

De pronto me sumergí en mis pensamientos. Era como si mi subconsciente dijera: "Vale; yo no te hago caso, tú no me haces caso." Y desconectó. Y yo también.
Al cabo de varios segundos, cuando ya estaba de vuelta en la clase y no en Paulandia, miré a los ojos al chico de nuevo y noté que estaba hablando, pero no había escuchado nada.

Manuel BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora