La coronación

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Es un día caluroso como ya es común en Egipto, por lo que deseo con todas las fuerzas de mi corazón ir a nadar al Nilo como solía hacerlo en el pasado con Atem. Sin embargo a partir de hoy supongo que todo cambiara a causa de que a sus dieciséis años de edad a subido al trono para convertirse en el nuevo Faraón.
Pasan las horas y mi maestro no me permite estar cerca de él porque dice que el ya no tiene tiempo para mi, cosa que en verdad me entristece porque toda mi vida e compartido juegos, secretos y aventuras con él. Estoy feliz porque se que sera un Rey justo y bondadoso, pero me lastima el ya no estar con él ya que sin darme cuenta me he enamorado, aunque para mi mala suerte no soy correspondida, sin en cambio siempre será mi mejor amigo.
El sol esta radiante y yo aburrida después de largas horas en mi habitación tratando de estudiar mis conjuros, quiero ver a Atem y si para ello tengo que romper varias reglas aceptaré el castigo. Tomo de mi cama una capa que me cubre por completo, mientras que con ayuda de mi magia hago desaparecer mi libro de hechizos por si llego a olvidar algo.
Abandono mi habitación con cautela esperando a no ser vista por los guardias que vigilan la entrada al salón del trono, pero pareciera que estos tuvieran los poderes de Horus ya que me descubren en un santiamén por lo que me obligan a detenerlos con mi magia. Una vez que ya estoy dentro los libero de mi conjuro y me escabullo por el lugar con destreza esperando a no ser descubierta por alguno de los siete guardianes del faraón, en especial de mi maestro Mahad.
Subo por unas escaleras que dan hacia un balcón en el que puedo contemplar con tranquilidad el rostro del rey mientras esta sentado en su trono disfrutando de la fiesta en su honor.
Hay muchas personas a su alrededor y el se ve igual de aburrido que yo, ¿Acaso estará pensando en nuestra última visita a la aldea? Vaya en verdad que quisiera poder leer su mente para saber lo que siente por mí. Pasa el tiempo con velocidad y yo disfruto de la fiesta a escondidas, hasta que cerca de mi escuchó un ruido que me deja paralizada; volteo con ligereza y veo que un hombre muy extraño esta apuntandole al faraón con una servatana, por lo que optó por hacer uso de uno de mis hechizos pero a causa del nerviosismo olvidó por completo todo, así que valientemente me lanzó sobre el para desviar el tiro.
Mahad e Isis se dan cuenta de lo sucedido por medio de sus artículos milenarios, y me alegra porque lograron salvar a su alteza, mientras que yo sigo forcejeando con aquel individuo para que no escape, sin embargo este es mucho más fuerte que yo por lo que me sujeta con fuerza en el piso.
No deseo gritar por ayuda, sin embargo lo hago involuntariamente cuando este me golpea a puño cerrado el estómago.
En ese momento el faraón al escuchar mi grito abandono el trono para rescatarme, sin embargo cuando llega a mi paradero observa como aquel hombre me golpe con fuerza la nuca contra el piso y quedo inconsciente.
Despierto después de varias horas, me duele la cabeza y el cuerpo. Veo a mi alrededor para ver donde me encuentro pero no reconozco el lugar, es más no recuerdo nada, ¿Quién soy? ¿En dónde estoy? ¿Qué me pasó?
Comienzo a asustarme así que cuando intento levantarme de la cama entra un joven moreno de hermosos ojos color violeta que muestran ternura, cabello tricolor en cinco picos, su vestimenta es elegante de un color blanco y con diversa joyería de oro, mientras que en su cuello colgaba una extraña pirámide con el ojo de Horus en el centro.

-No te levantes, podrías empeorar tu condición -dijo aquel joven mientras se acercaba a mí.

-¿En dónde estoy? -Pregunte mientras me tapaba un poco el rostro con la sabana de la cama en la que me encontraba.

-Estas en mí habitación, te traje aquí después de que quedaras inconsciente.

-Perdona que lo pregunte, pero ¿Quién es usted? -Pregunte curiosa y un poco nerviosa ya que tenía miedo a la reacción de aquel joven.

Al escuchar mi pregunta su mirada de ternura cambio a ser de preocupación ya que no podía creer que estuviera hablando encerio.

-Mana no estarás hablando encerio -dijo preocupado mientras me veía fijamente con sus mirada tan penetrante, que de alguna forma causaban en mi una sensación de seguridad.

-¿Mi nombre es Mana? Vaya que en verdad es bonito, pero en verdad no le recuerdo.

Después de aquella respuesta por mi parte aquel joven que traía en su frente lo que parecía una corona se arrodilló junto a la cama para cambiar por completo su semblante.
Su mirada mostraba tristeza y desesperación, mientras que sus ojos reflejaban irá y molestia.

-¿Se encuentra bien? -Pregunte mientras lo miraba con detenimiento.

-Debí haberte protegido, debí estar cerca de ti y nada de esto hubiera sucedido -dijo con molestia mientras escapaban de sus ojos unas cuantas lágrimas.

Después de aquellas palabras me acerco con algo de temor a él para acariciar su cabello, y en ese instante el toma mi mano con delicadeza para besarla con ternura.
Me quedo pasmada con aquel acto y más aún porque no comprendo mi relación con aquel joven, así que me limitó a mirarlo con extrañeza.

-Te juro que haré pagar al hombre que te hizo esto Mana -dijo con furia en su voz para después de ello proceder a levantarse y retirarse de lo que según entiendo eran sus aposentos.

Lo observo abandonar aquel lugar molesto y lleno de tristeza, sin embargo antes de retirarse por completo ordena a dos sujetos que se encuentran a fuera del lugar que cuiden de mi y que manden a traer de inmediato a un tal Mahad para que me ayude, y así es como me entero que aquel joven es el faraón ya que aquellos guardias lo llaman su majestad.

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¡¡¡Hola!!! Bueno es una pequeña historia que se me ocurrió en la madrugada jejeje sin embargo espero les guste y la sigan. No olviden dejar comentarios y votos Arigatou.

Memorias de mí Faraón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora