El regalo del príncipe

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Estábamos dentro de la cueva, miraba a mi alrededor y contemplaba cada uno de los objetivos que había en su interior; espadas, libros, juguetes, antorchas y copas de cristal. Parecía un sueño ya que era como si se tratara de un mundo en el que solo habitaban los recuerdos de unos niños.
Camine más a fondo para contemplar una muñeca hermosa que se robo completamente mi atención; estaba hecha de tela fina, su cabello era negro y hermoso mientras que los detalles de su cara eran únicos . La tome con cuidado y comencé a llorar porque a mi mente vino una pequeña escena de como esa muñeca llego a mis manos, era especial de eso no tenía duda ya que podía sentir el amor tan grande con que me la obsequiaron.

-Se llama Abish y es tu muñeca favorita desde el día en que encontramos esta cueva -dijo el faraón mientras me miraba con ternura.

-Recuerdo que tú me la diste y que la abracé con fuerza desde que la tuve en mis manos, pero no recuerdo más -respondí mientras abrazaba a la muñeca con ímpetu y ternura.

-Toma asiento Mana, te contare sobre la muñeca.

Después de aquellas palabras me senté en una de las dos sillas que se encontraba en la cueva para escuchar el recuerdo del faraón sobre mi muñeca Abish, ya que algo me decía que era un recuerdo y secreto precioso.

-El día en que encontramos esta cueva yo estaba tan frustrado y desesperado por una noticia que escuche de labios de mi padre con respecto a mi futuro, no aceptaba su voluntad y sigo sin aceptarla ya que me parece tan injusto, pero en fin. Ese día te pedí que huyeramos al Nilo para distraer mi mente y pasar tiempo contigo, la persona que... que siempre ha estado conmigo.

-Recuerdo esa parte de la historia, caí al Nilo y tu fuiste a rescatarme y a causa de ello encontramos este lugar y lo hicimos nuestro, pero ya no recuerdo más -interrumpí mientras miraba fijamente la muñeca.

...RECUERDO...

La noche había caído y no podíamos abandonar la cueva ya que no sabíamos que podría pasar si salíamos para intentar volver al palacio, así que para pasar el tiempo comenzamos a contar viejas historias de terror sobre el valle de los reyes. Algunas de esas historias causaban risa en vez de miedo ya que siempre inventabas algo sin sentido que me hacían reír a carcajadas, hasta que el sueño se hizo presente.
Hacia un poco de frío aquella noche, así que ambos nos acurrucamos y nos tapamos con mi capa hasta que comenzó a amanecer.

-Mana, ya despierta tenemos que irnos antes de que el sol se ponga hasta su punto máximo -dije tiernamente mientras acariciaba su cabello castaño.

-Príncipe, aun me duele mucho mi pie, y si mejor usted vuelve sin mí -respondió mientras se tallaba los ojos con ligereza, mientras yo cubría perfectamente bien el símbolo de mi realeza con la capucha de mi capa.

-No Mana, no te dejare sola porque si te pasara algo no me lo perdonaría, así que anda sube a mi espalda y sujetate bien -respondí mientras me agachaba para que ella pudiera subir con facilidad a mi espalda.

Después de aquellas palabras Mana subío a mi espalda y se sostuvo lo más fuerte que podía para no caer. Abandone la cueva y comencé a caminar con un poco de dificultad ya que la arena me impedía caminar bien, lo que provoco en Mana un poco de temor.

-Príncipe... Y si mejor volvemos a la cueva.

-Estoy bien Mana, solo es la arena del desierto que no me deja acentar bien mis pies.

Mana guardo silencio después de aquellas palabras por parte mía, así que continúe caminando aunque los vientos matutinos del desierto se empeñaban en desequilibrarme para caer junto con mi pequeña amiga.
Pasaron varias horas y al fin llegamos a una aldea cercana al palacio, su nombre era "Kanier". Estaba agotado, sediento y apunto de desmayar a causa de toda la energía que había gastado para llegar hasta dicho lugar, así que busque un lugar con sombra cerca de la casa de alguien para bajar a Mana mientras yo descansaba un poco la espalda y las piernas.

Memorias de mí Faraón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora