Capitulo 14; Pon luz a la oscuridad

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Una luz cegadora se veía a lo lejos. Norte dejó de luchar al instante al verla. Halloween había dejado claro que luchar contra ella era prácticamente imposible. No se tomaba nada en serio, todo era un juego para ella. Sin embargo, al ver la luz, tampoco pudo evitar darse la vuelta y ver de qué se trataba.

El conejo de pascua se quedó quieto en una posición un tanto curiosa, con duendecitos en la cabeza, colgando de una oreja, unos cuantos en los pies, en los brazos... Los duendes, por otro lado, también se quedaron quietos mirando la luz.

El hada de los dientes se quedó callada, y Vejez dejó caer los dientes de entre sus dedos.

            Sandy había terminado con los demonios de Halloween, y se acercaba a los demás guardianes sacudiéndose polvo mágico de las manos. Sin embargo, la luz le impidió seguir andando.

Jack Escarcha había aparecido a unos pocos metros de Mérida. Estaba de cuclillas encima de su bastón mágico y no podía apartar la mirada de la joven. Estaba tan encendida que no se atrevía a ir hacia donde ella estaba. Sombra, por otro lado, estaba en frente de Mérida con una expresión asombrada.

― ¿Por qué? ―preguntó Mérida con la voz visiblemente enfurecida―. ¡Por qué provocaste el incendio! ―gritó.

Sombra la miró y su semblante cambió al de uno más sombrío. Frunció el ceño y la miró con odio, dejando de fingir simpatía alguna por ella.

― ¿Qué porqué? ―murmuró―. ¿Y todavía te atreves a preguntar por qué? Mi vida es un verdadero infierno desde que apareciste. ¡Tú y tu espíritu libre! ¡Tú y tus cuentos para no tener miedo de la oscuridad! ―gritó―. Y no te diste cuenta de lo que hiciste al derrotar al más temible de los monstruos, uno convertido en oso...

― Mor'du... ―murmuró Mérida ensanchando los ojos―. Tu enviaste a Mor'du... ¡Tú los convertías en monstruos!

Sombra rió estrepitosamente y sonrió con melancolía.

― Sí... menudos tiempos aquellos. Tu padre hacía un buen papel con esos cuentos terroríficos que siempre contaba. ¡Pero tú, en cambio, era todo lo contrario!  ―gritó con rabia―. ¡Tú lo relatabas como si fuera una historia de aventuras donde el bueno siempre vence al malo! ¡Y encima os enfrentáis al oso y le vencéis! ¡Como para cerciorar así tus historias y hacer desaparecer otro monstruo al que los niños temían!

― ¡Tenías muchos monstruos más! ¡Ese en concreto amenazaba a mi familia! Y quería quitarme a mi madre... ―murmuró Mérida con las manos encendidas.

― Tu madre debía haberse convertido en otro Mor'du. ¡Tú debías haber muerto a manos del oso! Pero no lo hiciste... ―dijo con las manos apretadas en puños.

Las sombras empezaban a concentrarse a su alrededor dispuestas a abalanzarse contra Mérida, sin embargo, ella seguía en medio de un escudo de luz.

― Y decidiste seguirme.

― Por supuesto... Tenía que hacer que comprendieras que era el miedo. Sentías un miedo absurdo por cosas a las que no podía aferrarme. Tenía que hacerte sufrir por lo que me habías quitado. Porque tus miedos no se expandían, y el que yo quería lo quería para todo el mundo.

― Así que creaste el fuego para que sintiera miedo de él y lo odiara por matar a mi familia... Menuda decepción te llevaste al saber que los salvé y fui yo quien murió en su lugar. ―entonces una sonrisa perversa enmarcó la cara de Sombra.

― En realidad, princesa, sabía perfectamente que ibas a ser tu quien muriese... ―. Mérida se quedó blanca al instante―. Por eso lo hice. Sabía que la luna llevaba tiempo siguiéndote con la mirada. Que te había elegido, como lo hizo luego con Jack ―dijo mirando a Jack de reojo, el cual empezaba a enfurecerse al comprender lo que Sombra le había estado haciendo a Mérida―. Así que decidí crear el incendio, un incendio que tenías que pensar que habías creado tu misma. Para que cuando te convirtieras en la Dama de Fuego, te odiaras y te temieras.

Brave y Los Guardianes; La llama que deshace el hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora