Capitulo 15; Campanilla de invierno

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Las luces desaparecieron cuando llegaron al bosque, sin embargo, al llegar allí, Mérida sonrió de medio lado y se encendió al instante. Jack se vio obligado a soltarla de inmediato.

― ¡Eh! ―dijo mirándola con el ceño fruncido―. ¿Por qué has hecho eso?

Mérida se cruzó de brazos con la sonrisa todavía persistente en su rostro.

― ¿Y a mí me lo preguntas? ―Jack encaró una ceja esperando que continuara. Mérida suspiró y pasó delante de él―. Eres imposible, Jack Escarcha...

Jack la miró avanzar hacia el pequeño claro donde habían llegado.

― ¿Qué yo soy imposible? ¿Sabes? He perdido la cuenta de las veces que has llegado a quemarme. ―Entonces ella se giró.

― Pero... esta es la primera vez que lo hago adrede. ―dijo con una sonrisa. Jack iba a volver a protestar cuando se dio cuenta de lo que eso significaba.

― Espera... Eso quiere decir... ―ella sonrió de oreja a oreja.

― Sí. Por fin he dejado de tenerle miedo al fuego. Puedo controlarlo, Jack.  ―dijo entusiasmada mientras se acercaba a él y encendía solo la mano derecha―. ¡Mira! ¿Lo ves? Puedo hacer que el fuego se quede solo en una parte del cuerpo, o hacer que se quede dentro de mí. O expulsarlo sin necesidad de mi arco, y puedo decidir si quemar o no a al... ―pero su explicación se cortó al alzar la mirada y toparse con sus ojos azules.

La miraba sin apenas pestañear, con una mirada que logró acelerarle el corazón. No se había dado cuenta de lo cerca que estaban hasta que había alzado la cabeza. Y ahora, estaba segura que el rojo de sus mejillas no se debía al fuego.

― Estás distinta... ―dijo en un susurro―. O tal vez, simplemente vuelves a ser tú misma... ― Mérida no podía apartar los ojos de él y cada vez parecía que Jack estaba más cerca.

― Era por el miedo. Por Sombra. ―dijo con apenas voz.

Jack tocó su mejilla para comprobar si ardía. Sin embargo, solo pudo notar la suavidad de su piel bajo la palma de la mano. Era una sensación cálida, pero reconfortante. Y entonces recordó el momento en el lago, aquel beso, y luego cuando ella se interpuso cuando él creía que le había traicionado.

― Mérida... ―murmuró mirándola a los ojos―. ¿Por qué lo hiciste? ―ella frunció el ceño sin entender.

― ¿Qué he hecho?

― Me refiero al objeto humano. ¿Por qué te interpusiste? ¿Por qué te arriesgaste a lo que pudiese pasarte por...mí? ―ella sonrió y bajó la mirada. Luego la alzó de nuevo sin apartarse un solo milímetro de él.

― Ya lo sabes. ―dijo sin más. Su mano seguía sobre la mejilla de ella, incapaz de retirar el contacto, y también sonrió.

― Yo también. ―dijo después de un rato. Como si hubiese tenido una especie de batalla interna.

Mérida alzó la mirada asombrada, incapaz de procesar lo que creía que había dicho.

― ¿De verdad? ―murmuró avergonzada. Él se sonrojó a su vez, sin embargo, no se le ocurrió apartar la mirada.

― ¿Por qué crees sino que me arriesgué tanto por salvarte? ―ella rió y se apoyó en sus hombros con ambos brazos.

― Por qué eres un necio. ―dijo entre carcajadas. Jack enarcó una ceja y luego sonrió.

― Con que sí, ¿eh? ―dijo a la vez que empezaba a hacerle cosquillas. Ella empezó a reír hasta que ambos quedaron tumbados en la nieve de cara al cielo. Jack se recostó sobre un brazo y la miró desde arriba―. Vas a quedarte conmigo, ¿no?

― Siempre he ido detrás del invierno, procurando que no congelaras más de lo debido ―dijo con una sonrisa divertida―. Sería una irresponsable si no siguiera haciéndolo. Aunque... ―Sin embargo, su posible contradicción quedó callada por un dulce beso.

Mérida se dejó llevar unos instantes antes de esbozar una pequeña sonrisa y acumular el fuego en sus labios. Jack se apartó al instante.

― ¡Mérida! ―le reprochó. Pero al ver su sonrisa no pudo seguir reprochándole nada―. No lo encuentro justo. ¿Por qué tú puedes quemarme y yo no puedo helarte?

Ella se encogió de hombros y se levantó del suelo a la vez que él la ayudaba a ponerse en pie.

― Tal vez se deba a que yo soy más fuerte que tú. ―dijo divertida. Luego empezó a alzar el vuelo a la vez que Jack la seguía.

― ¿Todavía estamos con eso? ¿No quedamos en tablas? ―preguntó mientras se alejaban.

― ¡Ni hablar! ―se escuchó a lo lejos que replicaba Mérida.

Ambos se alejaron por el cielo, una luz brillante y cálida al lado de otra también brillante pero fría. Una lo helaba todo, y la otra deshacía el hielo y la nieve para que diera paso a otra estación. Uno detrás de otro, siguiéndose mutuamente hasta el final de los tiempos.

Porque donde hay frío siempre hay un poco de calor, del mismo modo que donde hay calor siempre habrá algo de frío.

Y como muestra de ello, una pequeña flor, una tan delicada y bonita como las que florecen en la más cálida de las estaciones, aparece como un pequeño brote de esperanza entre la fría nieve. Mostrando a todo el mundo que todo es posible.

Brave y Los Guardianes; La llama que deshace el hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora