Catorce.

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No sabía con exactitud cuanto tiempo estuvo corriendo por el extenso terreno que tenía la gran isla, pero lo único que quería era perderse de la vista de cualquier persona. Lamentablemente eso no daba resultado, ya que una silueta demasiado familiar lo venía siguiendo desde que huyó.

De vez en cuando le lanzaba una mirada al aún inmóvil cuerpo del tritón, el cual no mostraba signo alguno de estar respirando. De hecho no sabía si estas criaturas podrían respirar por la nariz.

¿Tendrán branquias en el cuello? Fue una de las preguntas que se le formaron de inmediato y para confirmarlo le hecho una ojeada a su pálido cuello, en donde habían tres líneas horizontales en cada lado. Sí, si que las tienen.

¿Cuánto tiempo le quedaba? Ojalá el suficiente, todo sería más fácil de no ser por el maldito enano que le perseguía a muerte.

Se maldecía mentalmente cuando llegó a una especie de barranco, la mayoría de los seres que habían en su alrededor eran palmas de diversos tamaños y el suelo se volvió un tanto terroso. Al alzar la vista desconoció por completo esta parte de la isla, era como una pequeña área natural.

—¡Alto ahí, Cipher! —un gritó de histeria se propagó entre el abrupto silencio, dejando ver al tal Gideon parado metros alejados. Su pequeño pecho subía y bajaba con rapidez al igual que inhalaba y exhalaba aire por entre su boca y nariz—. Ya haz provocado demasiados problemas de los que no estoy completamente feliz. Te di una orden y la desobedeciste, todo por tu fascinación por estos monstruos.

Bill por inercia abrazo con más fuerza al castaño, pegándolo casi por completo en su cuerpo.

—Tú lo único que quieres es dañarlos.

Gideon dio un paso al frente mientras que Bill lo retrocedió.

—No lo negaré —sentenció con voz firme avanzando nuevamente con lentitud—. Son crueles, no hacen más que jugar contigo y tus sentimientos. Debemos darle su fin a estas bestias.

Su mirada se desvió al tritón.

Antes de que pudiera responder, sintió un gran empujón que le hizo caer de espaldas sobre algo duro. Al reaccionar, Gideon lo tenía contra el suelo y el tritón ya no estaba entre sus brazos. Con una mirada atemorizante le buscó por todos lados hasta que lo vio tirado en la tierra.

—¡Maldita sea, Gideon! ¡Quítate de encima, imbécil!

—Eso no pasará, juntos podremos apreciar como el famosísimo Dipper muere asfixiado. Después todos creerán que tú fuiste el que lo hizo.

—¿Por qué creerían eso?

—Yo se los diré y desde entonces tú tampoco estarás en este mundo —masculló aferrándose a la tela de su cuello para jalarle con dificultad hasta la orilla del barranco.

Bill no se quedó de brazos cruzados y por auto impulso le lanzó un puñetazo en el rostro, provocando que el peliblanco gruñera. Con la furia del momento, Gideon le empujó con rudeza a más allá del barranco.

Su cabeza dejó de sentir el suelo y no pudo hacer más que presenciar la vista al mar metros abajo de sí. La fuerza de Gideon era mayor que la propia por una extraña razón. La mano gruesa de su contrincante estaba sobre su cuello, apretándole mientras seguía empujándolo deseando verle caer de una vez por todas.

Las manos del rubio se posicionaron en la de su cuello en un intento de detenerle, las cosas se estaban saliendo de control. 

—¿Ultimas palabras, Bill? —refunfuñó con cierto desagrado. Sus ojos admiraban el rostro del más joven asfixiándose, provocando que el débil agarre en su muñeca se perdiera. Una sonrisa triunfante apareció en su rostro, la cual segundos después fue borrada por un fuerte golpe que recibió todo su cuerpo. De un momento a otro ya no estaba sobre el cuerpo del rubio, ahora mismo se encontraba cayendo del precipicio.

Lo último que se escuchó en el alrededor, fue un golpe sordo en el agua.

Bill aspiró con fuerza por la boca mientras sobaba la parte de su cuello, la cual se encontraba rojiza por los dedos del peliblanco que se quedaron marcados. No tardó mucho en volver a la realidad y enfocar su vista en el desconocido que le ayudó.

Para su sorpresa, Dipper estaba frente a él con su aleta totalmente alzada y sus manos enterradas en la tierra. Lucía totalmente débil pero su rostro tenía una mezcla de seriedad y preocupación.

—Me salvaste —tosió un par de veces reincorporándose en su lugar con los ojos abiertos de par en par. Al parecer el castaño le salvó, no mentiría al decir que la aleta de las sirenas contenía una gran fuerza.

Dipper sólo se limitó a sonreírle y caer de cuerpo completo al suelo. Bill gateó al instante hasta quedar frente a él, llevando ambos de sus brazos a su cuerpo. Una vez teniéndolo en brazos, logró ponerse de pie aunque estaba un tanto tambaleante.

—Necesitas agua —murmuró mientras una de sus manos acariciaba su mejilla. Todo paso realmente rápido que su mente tardaba demasiado en recopilar los hechos.

Dipper llevó su dedo índice entre los labios del mayor, en un signo de que guardara silencio.

—Tírame al agua desde acá arriba.

—¿Qué...

—Sólo hazlo.

No muy seguro de sus palabras, lo abrazó un tanto posesivo de nuevo contra su cuerpo.

—No soportarás de la caída con ese estado que tienes.

—No te atrevas a...

Antes de terminar su frase, sintió un beso en su frente para luego encontrarse cayendo por el aire hasta el agua con un humano abrazándolo en símbolo de protección. Al aterrizar, todo su cuerpo se tensó por el repentino choque del agua contra su piel para recobrar toda la energía. El color volvió a invadirle por todo su cuerpo, se sentía como en casa. Y anhelaba ese sentimiento.

Cuando se acostumbro al agua, buscó con la mirada al rubio pero no se hallaba por ningún lado.

—¿Bill?

Su cabeza se giraba de un lado a otro inspeccionando cada perímetro del mar, todavía sin encontrarle.

—Oh no.







Monster. [Sirenas]「BillDip/DipBill」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora