Seis.

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El transcurso del día fue largo, desde el pequeño incidente de la madrugada, todos pretendieron que nada pasó. Siguieron con su misma rutina, pero había un claro silencio sepulcral en todo el lugar. 

Bill se quedó encerrado en su cabaña y nadie le vio salir desde entonces. Unos decían que estaba empacando todo para largarse, otros que se la pasó en gran depresión. Pero lo que no sabían era que él estaba realmente preparando algún plan para ahuyentar a Dipper. 

En ese tiempo estuvo releyendo toda información importante con respecto a las sirenas, intentando memorizar cada dato. Necesitaba algún tipo de arma, cualquier cosa que le ayudara. Después, un recuerdo pasó fugazmente por su mente, el silbato que había sonado días atrás cuando estaba con el tritón. Ese objeto provocó que Dipper se marchara.

—Gideon lo tiene —murmuró recordando aquel otro detalle, pensándolo bien podría ir a la cabaña del señor y buscar del silbato—. No creo que se moleste por ello, al fin y al cabo él quiere que Dipper se vaya —se dijo a sí mismo mientras abría la puerta y salía de donde estaba, ahora emprendiendo camino a donde se supone que esta la gran cabaña del enano. 

En su camino, podía notar las miradas que la gente le dedicaba. Simplemente pasó de ellos, ignorándolos con descaro. De vez en cuando topaba mirada con una que otra persona, pero se mostraba indiferente ante eso. Era evidente que todos estaban confundidos con la repentina presencia del rubio.  

Sus pies pisaron una carpeta donde venía tejida la palabra "Bienvenido", al alzar la vista no dudo en tocar la puerta de madera oscura doble vez. Luego de unos momentos, no recibió respuesta alguna. Volvió a tocarla ahora un poco más fuerte y para su sorpresa la puerta se abrió.

—¿Gideon?

Dio unos pasos al interior del lugar y pudo sentir un sentimiento de malestar en su pecho, el lugar estaba vacío. 

Entró por completo al lugar y cerró la puerta tras de sí, todo era muy pequeño desde dentro. Su mirada exploraba cada rincón del lugar hasta que algo le llamó la atención. Una mesa llena de objetos que parecían valiosos. Notó que habían fotografías de criaturas con una larga aleta pegadas en la pared. En el estante estaban colocados unos que otros frascos que sólo tenía arena dentro. ¿Quién colecciona arena? 

—Que es lo que ocultas, enano —tomó entre sus manos uno de los frascos y lo abrió, dejando que una clara capa de polvo saliera. Vació la arena en una de las mesas y sus ojos se abrieron a tope al ver que habían escamas rosadas. Estas no eran escamas de un pez cualquiera.

Millones de teorías se formularon en su mente; los extraños comportamientos, los secretos, las actitudes sospechosas. Todo tenía una causa y al parecer la encontró. 

Bill agarró el frasco con sus manos temblorosas y salió corriendo de la cabaña de Gideon. Ahora mismo no tenía tiempo de pensar, sólo de actuar. 

Daba torpes tropezones por todo el camino, hasta llegó a chocar con una que otra persona que le insulto por lo bajo, pero esto era la respuesta de sus tantas preguntas. El sudor frío resbalaba por su espalda, causándole escalofríos. 

Casi al instante llegó a la playa, sus pies se arrastraban por la arena a una gran velocidad que juraría que algo se adentró en sus zapatos. 

Al llegar a la orilla, la silueta de alguien en medio del mar estaba presente. Bill se dejó caer de rodillas en la arena esperando a que el posible tritón se acercara. Era bueno saber que la criatura estaba ahí, ahorrándole el trabajo de gritar su nombre.

Dipper nadó hasta él en una gran lentitud, al ver al rubio en ese estado le volvía inseguro. Sus manos tocaron la orilla y sus ojos chocolate miraban con atención al humano, el rostro no tenía ni una expresión demostrada. 

Bill metió una de sus manos en el frasco y sacó las escamas rosadas, ahora tendiéndoselas al tritón. 

La mirada de Dipper ahora mismo era inexplicable, sus ojos de un momento a otro se volvieron cristalinos. Estaba a punto de llorar. El rubio había leído que las sirenas solamente lloran en casos extremos, cómo la muerte de algún ser querido. 

—Dipper —le llamó con suavidad inclinándose un poco a su altura y soltando las escamas, que le daban repulsión. Lo que recibió como respuesta le sorprendió, el castaño le estaba abrazando desahogando sus lágrimas en su pecho. Los chillidos que daba eran fuertes, pero comoquiera los toleraba—. Gideon. Ese imbécil.

Monster. [Sirenas]「BillDip/DipBill」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora