La feria había llegado al pueblo como un viento de octubre, como un negro murciélago volando sobre las frías aguas del lago, los huesos traqueteando en la noche, gimiendo, suspirando, alzándose como un susurro entre las carpas bajo la lluvia nocturna. Se quedó todo el mes junto al lago, con sus grises y turbulentas aguas otoñales, azotada por el mal tiempo, las progresivas tormentas y los cielos plomizos.
Un jueves al anochecer, cuando llevaba tres semanas allí, dos niños caminaban por la orilla del lago, sacudidos por el frío vendaval.
-Bah, no te creo -dijo Peter.
-Ven y te lo enseño -replicó Hank.
Dejaron tras de sí un reguero de escupitajos sobre la parduzca arena húmeda de la orilla y corrieron hacia el solitario recinto ferial. Había llovido. La feria estaba instalada junto al imponente lago, pero no había nadie comprando entradas ante sus desconchadas taquillas pintadas de negro, nadie aguardando los jamones de premio ante las quejumbrosas ruedas de la fortuna, ni ningún gigante o enano monstruoso expuesto sobre las enormes tarimas. La calle central estaba en silencio; sólo las grisáceas carpas susurraban con el viento, como gigantescas alas prehistóricas. A las ocho tal vez se encendieran las deslumbrantes luminarias, comenzara el griterío y se extendiera la música por el lago. Pero en ese momento sólo había un hombre, ciego y jorobado. Estaba sentado en una taquilla negra y sostenía entre las manos una desportillada taza de la que bebía un aromático brebaje.
- Mira - dijo Hank, señalando.
La noria negra se alzaba en silencio contra el cielo nublado como una inmensa constelación de bombillas.
- Sigo sin creérmelo - replicó Peter.
- Espera y verás. Yo lo vi, no sé cómo lo hizo, pero lo hizo. Las ferias son muy raras, ya sabes, y ésta lo es todavía más...
Hank y Peter treparon a un árbol y se ocultaron entre la frondosa vegetación de la copa.
De repente, Hank se puso tenso.
-¡Chsss! Mira, por ahí viene el señor Cooger, el dueño de la feria.
Desde el escondite, espiaron sus movimientos.
El señor Cooger, un tipo de unos treinta y cinco años, con traje de vistosos colores, clavel en el ojal, pelo engominado y bombín marrón, giró hacia el árbol. Hacía tres semanas que había hecho su entrada en la ciudad montado en un flamante Ford rojo, dando bocinazos y saludando a los transeúntes con el bombín marrón.
Hizo un gesto al pequeño jorobado y le dijo algo. El jorobado lo instaló a tientas en un asiento tapizado de negro, corrió la cadena, y lo alzó hacia el tenebroso cielo crepuscular. La noria se puso en marcha con un sordo zumbido.
- ¿Has visto? - susurró Hank-. La noria va al revés. ¡No va hacia delante sino hacia atrás!
- ¿Y qué? - replicó Peter.
- ¡Mira!
La noria dio veinticinco vueltas. El ciego extendió entonces sus pálidas manos y paró la maquinaria. La noria se detuvo, con un leve balanceo, particularmente en un asiento negro.
De él bajó un niño de unos diez años, que se alejó caminando por el susurrante recinto entre tinieblas.
Peter estuvo a punto de caerse de la rama a la que estaba encaramado. Recorrió la noria con la mirada, buscando en los demás asientos.
- ¿Dónde está el señor Cooger?
Hank le dio un codazo.
- No te lo creías, ¿eh? ¡Pues ya lo has visto!
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"Frases de Terror" [EN EDICIÓN]
De TodoComo dice el título, voy a publicar leyendas urbanas, frases y alguna información sobre los creepypastas. Espero les guste. Flor^^