"Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidar es difícil para el que tiene corazón" — Gabriel García Márquez.
La oscuridad envolvió a Nina, sin embargo, contrario a lo que se podría pensar, no era espeluznante, fría o desesperanzadora... Sobrecogía a Nina y la reconfortaba, acariciando su corazón que anhelaba con voracidad un tacto suave.
— ¿Rey de las sombras? — preguntó ella, en su voz se distinguía un ligero temblor. Alzó los brazos, intentado agarrar algo en tan espesa oscuridad, pero no logró ubicar ningún objeto.
No obstante, Nina sintió algo escamoso y repugnante frotarse contra la piel desnuda de su pierna, se regañó a sí misma por la mala elección de la falda. La hacía vulnerable, en muchos sentidos, aunque jamás había contemplado la idea de ser raptada por una sombra en medio de una calle con varios transeúntes a su alrededor.
— Mías son las tierras de la oscuridad en el infierno, donde las sombras habitan, la ausencia de luz es eterna y los miedos surgen.
Nina comenzó a retroceder, la voz de Adair había surgido frente a ella, demasiado cerca, gélida, carente de emociones, recordándole a la frialdad en la voz de los ángeles, aunque a esa gelidez de su especie ya estaba acostumbrada. Ella extendió la mano, rogando por poder alcanzar algo, se sentía pérdida y ahogada sumida en la oscuridad, se había formado una dolorosa necesidad en su interior de aferrarse a algo.
Nina gimió aterrorizada.
Todo su frívolo entorno formado por una oscuridad absorbente que parecía querer tomar todo de ella y dejar una simple cáscara vacía, aunque al principio había sido reconfortante, ahora quería que la luz regresara, ya que parecía que las sombras supiesen todos sus miedos y estuvieran sopesando utilizarlos en su contra, despojándola de vida y lastimado sin piedad.
Todo se aclaró de repente.
Nina abrió los ojos lentamente, no notó que los había cerrado y sintió una ligera molestia por la luz. Aún así, suspiró agradecida y enfocó su mirada en el demonio ante ella.
Adair.
La miraba con recelo y desaprobación, por alguna razón, parecía decepcionado como si su quedó ante las sombras le repugnara.
— Pensé que serías más valiente, deberías saber que no todo lo que te han dicho que es malo lo es. — Adair se giró — pero, ¿Qué podía esperar de una mujer que apenas hace honor a su parte angelical?
Nina enfureció.
— ¿Parte angelical? —espetó, la molestia colándose en su voz.
—¿En serio crees que eres completamente un ángel? — de su boca surgió una risa seca, desprovista de gracia — Cuando se dio el pacto entre ángeles y demonios, la mayoría de los ángeles desaparecieron y por obra y gracias, apareció una nueva raza de ángeles, sin alas y mortales.
Nina tragó.
Desde luego, cuando era pequeña le habían inculcado todos esos conocimientos, le habían enseñado que tras el pacto su raza mejoró, aunque, muchos libros hablaban sobre criaturas aladas arrasadoras del mal, ahora solo eran fantasía, los únicos con tal derecho eran los arcángeles.
— Pero, soy una descendiente de... — Adair la interrumpió, impidiéndole continuar con su replica.
— Eso es lo que te han dicho — fueron sus palabras, las cuales colgaron entre lo dos como algo imprescindible. Nina frunció el ceño y Adair sonrió.
— Te llevaré conmigo — agregó tras una breve pausa, como si lo hubiera estado sopesando y tendió una mano hacia Nina, esperando que ella la agarrara, esa mano ofrecía un sinfín de posibilidades, entre ellas la promesa del pecado.
Nina suspiró, su curiosidad tirando de ella como un ente maligno para tomar la mano de Adair, más que todo porque anhelaba aquel tacto cálido y reconfortante.
En cuanto sus manos se unieron, el mundo desapareció en una marea de sombras llevándose consigo la luz. Nina fue incapaz de vislumbrar algo, de nuevo, se hallaba acogida por la oscuridad, siendo transportada hacia un lugar desconocido, lo único que la anclaba era la mano del demonio.
Aún desconfiaba de él, pero quería saber mas sobre todo lo que le había sido ocultado a lo largo de los años. Sin duda alguna, la junta Empírea guardaba secretos, muchísimos, y si lo que Adair le había dicho era verdad, ¿Qué había ocurrido con los verdaderos ángeles? ¿Simplemente se esfumaron? ¿O se vieron obligados a ocultarse?
Nina siempre creyó ser descendiente de aquellos héroes alados que acaban con el mal, eso la reconfortó durante muchos años cuando era una niña, pero las palabras del demonio habían implantado la duda en su mente; ella no poseía alas, no era inmortal y... No sabía que la distinguía de un ser humano común y corriente.
Las sombras se esfumaron de repente, moviéndose en diferentes direcciones y permitiéndole apreciar su nuevo entorno, similar a un castillo de la época medieval, aunque mucho más siniestro y lúgubre. Las paredes se veían más altas de lo imaginable, los pisos rugosos y sin rastro de ventanas, todo recubierto por un manto oscuro.
Nina sintió miedo, un estremecimiento la recorrió de los pies a la cabeza, sus manos comenzaron a temblar de repente y en su corazón sintió una presión dolorosa y asfixiante, algo en su ser le reveló que estaba muy cerca del infierno, el hogar del mal, dónde los pecadores estaban condenados a pasar su eternidad. Ella sólo conocía algunas historias, pero relataban que los demonios menores que vagaban entre los reinos violan, maltratan y hacen todo tipo de cosas inimaginables a esas almas.
Nina tembló, esperando no tener que vivir aquel suplicio.
Antes de que pudiera continuar con sus pensamientos, Adair habló: — Bienvenida al reino de las sombras.
Y antes de que pudiera asimilar sus palabras, un hombre alto aunque delgado, de piel grisácea recubierta con escamas, ojos negros y garras en sus extrañas manos corrió en su dirección.
— ¡Comida!
Nina se paralizó, la criatura se apresuraba hacia ella en busca de un bocado, pero era incapaz de moverse. Su mirada se desenfocó y sintió su corazón dar un tropiezo, como si la muerte se avecinara.
Ella gritó.
Gracias por leer <3 ¿Qué te parece la nueva portada?¿Y la imagen del principio del capítulo? ¿Qué te pareció el capítulo? Un abrazo. <3
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El beso del Demonio
ParanormalEn una sociedad donde el poder baila entre las manos de los ángeles y los demonios, donde los humanos fueron desprestigiados hace mucho y las emociones fueron enterradas bajo la sangre derramada en guerras... Sentir algo por el enemigo es devastado...