11. Fragmentos de Metal.

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"Encuentra lo que amas y deja que te mate" —Charles Bukowski

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"Encuentra lo que amas y deja que te mate" —Charles Bukowski.

Nina sintió el nerviosismo recorriendo su cuerpo, más allá de cualquier duda ella sabía que cada día habían más grietas en su inhibición emocional. El día anterior cuando conoció al demonio también se había sentido completamente fuera de sí, sin control en absoluto sobre sus emociones. 

  — En realidad sí — contestó el demonio, mirándola de los pies a la cabeza, sus ojos manteniéndose en ciertas áreas de su anatomía que lograron que el ángel se sonrojara. Nina cerró los ojos con firmeza, después de todo la reacción de su cuerpo estaba completamente fuera de lugar —. Según sé, eres la asistente de un arcángel, por ende, tienes acceso a cierta información que necesito.

Nina se quedó mirándolo atónita, a pesar de que su mirada cargada de deseo le impedía razonar correctamente, asimiló sus palabras con algo de lentitud. La información que la Junta Empírea le permitía conocer era mínima, siempre estaba al margen de todo lo que sucedía y de las decisiones que se tomaban, como debería ser, pues solo era una simple asistente. 

— ¿Esta insinuando que le ayudaré? ¿dándole la espalda a mi raza? — inquirió Nina despectivamente, aunque no se sentía completamente parte de los ángeles, no los traicionaría para ayudar a un demonio que parecía tener un pequeño antojo con ella, al contrario, Nina quería alejarlo de tan pronto como le fuera posible. 

—   Sí y no — respondió Adair, pasando a Nina para entrar en el apartamento sin esperar su consentimiento. Su mirada vagando de un lado para el otro, deteniéndose por un par de segundos sobre cada pertenencia de Nina, como si evaluara el lugar, lo cual solo hizo que ella se sintiera aún más incomoda. — El ayudarme no implica traicionar a tu raza. 

Nina dejó pasar la insolencia del demonio al adentrarse en su espacio privado sin invitación y continuó con el pedido fuera de lugar de Adair, ella. No entendía porque él pensaba que tenía la más mínima oportunidad de convencerla para ayudarle, pero no se detuvo de disuadirla, aunque no estaba ni cerca de conseguir su ayuda a juzgar por la expresión en el rostro del ángel.

La mirada de Nina, sin consentimiento alguno, apreció el cuerpo de Adair, fuertemente constituido, de hombros anchos y músculos trabajados. Aunque los ángeles se relacionaran en lo mínimo con los demonios, no podían evitarlos por completo y algunas veces hasta se veían obligados a trabajar juntos. 

  — El ministro Ashael no me ha pedido que le ayude con... lo que sea que necesite, por lo tanto no lo ayudaré —   contrarresto Nina sin amilanarse en absoluto ante las demandas del demonio, además, todo aquello le generaba una extraña sensación en el corazón y un dolor punzante en la cabeza. 

De forma inesperada, una imagen se formó en su mente: Un hombre alto, el cabello blanco le cubría parte de las facciones pero en sus labios de dibujaba una mueca diabólica de desagrado y en ambas manos llevaba dagas con detalles ornamentados, muy similar a las del emblema de la junta empírea. 

Nina jadeó. 

Adair la observó estupefacto, lo que sea que debió haber visto la asustó lo suficiente para dejarla paralizada, pálida y con la mirada desorbitada, totalmente fuera de sí. En su frente estalló el sudor y sus pequeñas manos comenzaron a temblar, ella se tocó el cuello, de la misma manera que había hecho Elián al intentar llevarse su alma. 

  — ¿Qué ocurre?— preguntó Adair, aunque conocía la situación perfectamente, contrario al ángel. Cuando había tomado los recuerdos de Nina sobre la noche anterior le había sorprendido lo fuerte que aparentaba ser su mente, le había costado trabajo buscar y extraer todos los pensamientos sobre Elían, el guardián de las almas, malvavisco, su asquerosa mascota, y el reino de las sombras, donde Adair tenía todo el poder. 

A Adair le había molestado despojarla de sus recuerdos, pero por el momento era lo más seguro para ella. Aunque necesitaba su ayuda, todo lo que había hecho hasta el momento era para mantenerla a salvo; la noche pasada en su apartamento se había manifestado una presencia oscura, ni humana, ni ángel, ni demonio... Adair desconocía por completo lo que era y eso le desagradaba porque podía significar una gran cantidad de problemas, como los asesinatos y desapariciones que la Junta Empírea había estado investigando, lo que le ocultaron a los civiles es que eso venía ocurriendo hace un tiempo ya y no era para nada reciente, como querían hacer parecer. 

Adair se enfocó en la mujer ante él, que aún no le respondía, sus ojos permanecían en un punto más allá, completamente perdidos. 

  — Nina — él pronunció su nombre y pareció ser suficiente para sacarla de su ensimismamiento.

Ella le observó con miedo, su dientes tenían retenido el labio inferior con tal fuerza que Adair temía que rompiera la piel y la sangre fluyera. Las manos del ángel se habían convertido en puños y de su ojo cayó una lágrima, surcó su mejilla y desapareció en la comisura de sus labios.

  — ¡Nina! — repitió él con más ímpetu. 

Pero ella se mantuvo en silencio, un silencio espeluznante que se deslizó por el apartamento, ahogando cualquiera vestigio de tranquilidad y sumiendo la estancia en una tirante angustia. 

  — Muerte — susurró ella.

Adair tuvo el presentimiento que en algún lugar de su mente algunos trozos de los recuerdos no habían sido eliminados, lo cual era un desliz bastante serio de su parte, y había logrado que su ángel se abstrajera en un estado de conmoción. 

  — La escultura — murmuró ella y Adair consideró por un instante que estaba perdiendo los estribos. ¿De cuál escultura hablaba? ¿Estaba delirando? — Fragmentos... Rotos... Basura... Sombras...

Con la última palabra ella trabó sus ojos en los de él, culpándolo sin saber por qué, en su mirada había reconocimiento pero su mente aún luchaba contra los vacíos.

 Adair analizó el apartamento de Nina, dejando que su sensibilidad espiritual de deslizara por el área y notó algo que no había percibido en primera instancia: una energía negra y espesa, cargada de maldad y sed de sangre. Aunque aquella esencia provenía de un lugar en específico. 

El demonio no se inmutó al abrir el contenedor de basura pero sus ojos se abrieron desmesuradamente al notar las piezas que habían sido depositadas ahí.  Eran los pedazos de una pequeña estatua, de color metálico que exudaba ondas de magia oscura, un mal que no había visto en miles de años. 

Pero lo que más le sorprendió era que la figura poseía la esencia espiritual de un ángel, un demonio y un humanos. 

Algo completamente imposible.

Gracias por leer <3 ¿Qué te pareció el capítulo? Por cierto ¿Desde dónde me lees?¿Dónde vives? Por mi parte, un saludo desde Colombia mis lectores y los invito a leer MONOCROMÁTICO donde conocerán al personaje más enigmático e indiferente: Lysander. 

*-* Les encantará y ahí también dedico capítulos, me haría muy feliz que me dieran su opinión sobre esa nueva historia.  

  

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El beso del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora