"Si no puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los de los infiernos" — Virgilio.
A Nina no le hacía falta una explicación mayor para decidirse por el sendero que llevaba al paraíso, el solo nombre del lugar la reconfortaba y la hacía desear estar ahí. Sin embargo, Nyx la detuvo.
— Como te dije — comenzó a repetir sus palabras — muy pocos tienen derecho a entrar.
Nina miró el camino con determinación y se prometió a sí misma que algún día iría y conocería. Miró a Nyx, su infernal belleza dejándola sin aliento y cuando la vio darse la vuelta, la siguió. No quería arriesgarse a tomar el otro camino y conseguir una reprimenda, sobretodo, cuando estaba segura que la dama del infierno acabaría con ella en tan solo un parpadeo, no eran dignos rivales ni de cerca.
Es más, Nina se sentía en gran desventaja.
Caminó tras la guerrera descendiendo por la montaña, teniendo especial cuidado al evitar los charcos de lava hirviendo y sus salpicaduras. Mantuvo la mirada en la larga cabellera de Nyx, en el color inusual y en lo suave que parecía, incitaba a acariciarle, casi parecían hebras de seda.
Y el silencio se mantuvo, hasta que Nina decidió darle rienda suelta a sus preguntas y su curiosidad, algo inquieta, puesto que estaba acostumbrada a reservarse las dudas y mantenerse callada.
— ¿Cómo era el cielo?
Nyx trastabilló pero no se giró, continuó caminando con total naturalidad y finura, como si la pregunta no la hubiera tomado por sorpresa.
— Supongo que no como lo imaginas, nada de enormes edificaciones en nubes y eso... Pero, era un paraíso puro e inmaculado, completamente blanco. Recuerdo que todos vestíamos de blanco, incluso el Creador y todo parecía perfecto, en paz.
Su tono destilaba añoranza, como si hablar de ello le causara dolor, aunque cuando Nyx la miró, no había ni rastro de aquella emoción en su rostro, por alguna razón, Nina pensó que sería una inhibidora ejemplar.
— ¿Y el Creador? ¿Él era bueno?
— Él... no puedo describirlo, era justo, amable y... nosotros le traicionamos. En realidad, era porque algunos quería que compartiera su poder, no creían justo que él fuera todopoderoso y sucedió, la batalla dio inició y él para defenderse, abrió las puertas del infierno, donde había capturado en sus hermanos, los malignos, y arrojó a quienes se rebelaron contra él.
— Incluida tú — agregó Nina asimilando toda la información.
— Sí, pero yo no me rebelé — murmuró Nyx, tan bajo que Nina fue incapaz de oírla, era más una reflexión consigo misma. Continuaron en silencio hasta que Nyx tomó una bocanada de aire y siguió — Muchos no sobrevivieron, otros... obtuvimos algunos dones al derrotar un demonio mayor o caer en alguna zona específica de aquí, como Jeno, y Aarón robó los poderes de los malignos, se los concedió a Laertes y los encerró en el abismo.
— ¿Quiénes son los malignos?
— Pensé que la junta empírea sería más cuidadosa al enseñar, pero parece que prefieren ocultar — Nyx resopló — El creador y los malignos son hermanos, como dioses, son el inicio y el fin, el alfa y el omega, son quiénes dieron inicio a todo. El creador nos enseñó que sus hermanos eran malvados y codiciosos, por lo que usó su poder para desterrarlos al infierno, donde ellos reinarían, mientras él poseía los cielos.
— Y Aarón los derrotó — comentó pensativa Nina pensando en el hombre alto, imponente, de cabello rubio y mirada sombría.
— Les engañó y les encerró, robando sus poderes, así se apoderó de estas tierras y desató la guerra con el cielo, en la cual, los inhibidores le dieron la espalda al creador y este desapareció, llevándose la divinidad de tu especie.
— ¿Y Adair?
Nyx miró a Nina con una sonrisa, era evidente que el ángel guardaba sentimientos por el guardián de las sombras, aunque todavía no los reconociera.
— Aarón le concedió el reino de las sombras, el hogar de los demonios más peligrosos aquí en el infierno... Ahí, esa es la villa — eso último Nyx lo manifestó con alegría y emoción infantil, señalando las hileras e hileras de casas, rodeadas por ríos de fuego y sombras.
A Nina se le erizó el cuerpo y se estremeció, miró hacía arriba, a la cima de la montaña, donde se alzaba el castillo en piedra oscura e inquietante.
— El sentido común me indica que debemos regresar.
Nyx la miró arqueando la ceja, su rostro en forma de corazón se había iluminado con alegría y parecía estar conteniendo su energía. Nina daba cada paso con deliberada lentitud, no queriendo llegar al lugar, algo le decía que estaba por ocurrir lo peor que presenciaría en su vida.
Y así fue.
En cuanto pisaron las calles de aquella villa, una figura retorcida y deforme se lanzó hacía Nina. Tenía una apariencia viscosa, era largo, de extremidades delgadas, como una araña y rostro esquelético, desprendía un hedor putrefacto.
Nina gritó.
Al contrario, Nyx desenvaino una de las dagas que llevaba oculta y la arrojó, dándole en medio de la frente a su objetivo, logrando que el demonio menor perdiera la cabeza y el cuerpo cayera al suelo con un ruido sordo gracias a la fuerza con la que lanzó la daga.
La guerrera sonrío, aunque el brillo en sus ojos había desaparecido y la sonrisa en sus labios no poseía gracia alguna, le daba una apariencia cínica. Se giró hacía Nina, la cual estaba blanca como la tiza y parecía que se desmayaría en cualquier momento.
A Nyx no le sorprendió que de entre las sombras de una de las casas surgiera Adair, con el semblante mortalmente serio y la mirada clavada en Nyx, tras asegurarse de que Nina estuviera bien.
— Es hora de regresar — sentenció Adair y miró a Nina, quien parecía tan perpleja que era incapaz de oírle. Él la tomó en brazos y ambos desaparecieron entre las sombras, dejando a Nyx junto al cuerpo descabezado del demonio.
Ella sacudió la cabeza, se acuclilló junto al cuerpo del demonio y arrancó la daga de la cabeza, murmuro unas palabras y el cuerpo estalló, convirtiéndose cenizas.
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El beso del Demonio
ParanormalEn una sociedad donde el poder baila entre las manos de los ángeles y los demonios, donde los humanos fueron desprestigiados hace mucho y las emociones fueron enterradas bajo la sangre derramada en guerras... Sentir algo por el enemigo es devastado...