Llamándote en la Noche
"Los sueños eran acertijos inconscientes e importantes que reflejaban el alma" ―JohnKatzenbach.
Una semana después de que Alexandra fuese atacada en el callejón la dieron de alta del hospital, los médicos se sorprendían de lo rápido que había curado, aunque Alex solo agradecía que fuese así y no de otro modo, ya que de no ser por Ashton no habría logrado pagar la gran suma de dinero que pedían en esos días los hospitales y menos con sus dos trabajos; para cuando dieron las dos de la tarde ya se encontraba en uno de ellos, como bibliotecaria de su universidad acomodando libros de un lado al otro.
A pesar de las insistencias de Isabella y Ashton por que se quedara en su departamento haciendo reposo ella había decidido continuar con su vida o terminaría viviendo son sus mejores amigos de no pagar el alquiler donde residía, a solo unas dos escasas semanas de terminar el mes. Curiosamente ella no estaba tan preocupada de eso ni de sus clases como lo estaba de sus sueños, desde la noche del ataque había tenido constantes sueños con el chico vestido de negro que había visto en la biblioteca el otro día, sueños trágicos donde al final de cada uno podía ver sus ojos finos y profundos para luego despertar en agonía, sudando frío y con la respiración agitada. No se consideraba una persona fatalista y mucho menos del tipo que en su mundo onírico se sumergía en catástrofes ni penosas muertes; en eso alguien dejó caer un enorme tomo de Historia del Arte en el mostrador central y Alexandra levantó la cabeza con rapidez.
Un chico de cabello castaño y voz aguda la miraba con una ceja alzada mientras tamborileaba con el pie.
― ¿Si? ―preguntó Alexandra con voz apagada, aun sentía cansancio por no dormir lo suficiente en las noches.
― "¿Si?" ―emuló el chico frente a ella en tono de burla― ¿Qué si este libro es circulante?
― Ah ―cayó en cuenta de lo que le decía y sacudió un poco la cabeza para despabilarse; agarró el tomo y anotó la cota del mismo en la computadora que arrojó casi al instante la información― Lo siento, no lo es.
― Que fastidio, tanto esperar para nada ―el chico tomó el grueso libro, se giró y zigzagueó entre las mesas color crema hasta llegar a su silla mientras refunfuñaba por lo bajo que debía copiarlo todo a mano.
Alexandra soltó un suspiro, ese día estaba casi solo el lugar lo que propinaba un silencio sepulcral y hacia que las horas corrieran más lentas, alzó la mirada a un enorme reloj ovalado de madera que colgaba en el segundo piso y pudo jurar que las manecillas de este regresaban un segundo cada minuto prolongando su agonía.
― ¡Bu! ―unas manos presionaron los hombros de Alexandra interrumpiendo su conteo de los minutos y profiriéndole un fuerte brinco que hizo que tumbara los envases llenos de lapices que estaban sobre el mostrador y se esparcieran por el suelo generando un gran estruendo.
―¡Demonios! ―chilló Alexandra sintiendo una punzada en su abdomen donde tenia la herida y alguien espetó un "Shhh" en el salón para que hicieran silencio.
― Que sensible estás ―dijo sonriente Ashton detrás de ella mientras le estampaba un beso en la mejilla.
― ¿Es que acaso no sabes que esto es una biblioteca? ―se quejó Alex intentando volver a poner orden a los lápices, como no podía doblarse mucho Ashton la detuvo.