Capítulo final: Eternidad

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 Eternidad

"La muerte es el comienzo de la inmortalidad". ―Maximilian Robespierre

          


 Un hermoso edificio residencial de seis pisos formaba parte de la calle Leinster, era un lugar muy cómodo para vivir, mas si se era estudiante universitario, estaba a solo cuatro cuadras de la estación de metro Queensway y de camino podías encontrar supermercados, tiendas, restaurantes, bares y cafés; así como cruzar el Hyde Park que quedaba justo al lado para llegar a museos y galerías de la zona oeste de la capital londinense. A pesar de que la renta era un poco elevada se podía costear sin problemas si se tenía un trabajo de medio turno,  además de que el edificio tenía muy buena pinta, eran de esos con un estilo Vitoriano y recientemente lo habían renovado, colocándole nuevas baldosas a la entrada y el pasillo que llegaba  a los ascensores, estas cabinas a  su vez tenían tapicería roja bermellón y amplios espejos que te conducían con total rapidez de un piso al otro.

Pero no toda renovación puede tapar antiguos desperfectos y menos si se hacen en estructuras con más de cien años de construidas, es un trabajo arduo, no de solo tres semanas y la aplicación de cemento y pega en las ranuras, no tapan de todo las filtraciones del techo y los múltiples temblores que se han suscitado en todo ese tiempo.  Pero los trabajadores de dicha reparación tenían solo tres semanas para tan fastuoso trabajo y no podían detenerse en detalles, incluso cuando uno de ellos era el colocar bien las vigas que subían y bajaban los elevadores, debían cumplir un contrato y recibir el pago por ello.

Lo que ninguno de esos trabajadores sabían, ni los estudiantes que residían allí, ni siquiera la compañía que se encargó de mandar a hacer las reparaciones era que uno de los ascensores se desplomaría y provocaría una fuerte explosión.

Una en la que Alexandra y Zayn saldrían  volando en  una expansión de fuego y escombros.

Ahora Alexandra yacía en la acera, cubierta de graves quemaduras, pinchazos de metal, vidrio y cenizas; varias personas comenzaron a acercarse por el ruido  y no se explicaban como la chica que estaba acostada frente a ellos habían salido del edificio tan malograda si la explosión no había llegado tan lejos. Al fondo se podían escuchar las sirenas de una ambulancia que se acercaba mientras caía la noche, lenta pero imparable.

Entre el grupo de personas se abrió paso Harry sin ser visto y se inclinó junto a cuerpo de la ella, colando su mano en su pecho, dejando pasar un haz de luz  para luego colocarse de pie y esperar; no pasaron muchos segundos cuando una Alexandra, sin escombros ni rasguños se erguía sobre sí misma  y notaba con resignación lo sucedido. Ni siquiera le había dolido como pensó, todo fue tan fugaz, un instante estaba de pie junto al ascensor y al otro se levantaba de su cuerpo inerte.

Al menos había sido una muerte que valía la pena recordar.

Le dio una sonrisa a Harry de agradecimiento y él asintió con su mismo porte de siempre, sin hacer señales de algún tipo de emoción, aunque en el fondo de su ser pensara y diese gracias porque todo aquel barullo terminase de una vez por todas; pasó uno de sus largos y fornidos brazos por el hombro de Alexandra y luego ambos cruzaron el plano mortal, al mismo instante que la ambulancia llegaba y paramédicos se bajaban a toda prisa, si saber que se encontrarían con un cuerpo sin vida y una persona a la cual no podrían salvar.


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Zayn, uno de los tantos recolectores de almas se encontraba en el hospital St. Thomas haciendo su trabajo como todas las noches; su rutina era simple: leer los nombres que iban apareciendo en letras rojas y algo distorsionadas de su cuaderno negro, luego dirigirse allí cuando correspondiera y guiar a las almas a pasar de un plano, el mortal al otro...sea cual fuese el destino de dicha persona después de la muerte, simple.

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