Capítulo 8: Heridas y Emociones

133 9 1
                                    

No había dormido nada, me levanté rápido, me vestí y salí. — Listo, señor, ya estoy lista — tenía los ojos rojos.

— ¿Estás bien? Tienes los ojos rojos.

— Sí, señor, no pasa nada — respondí en tono frío. Esa misma noche me prometí que iba a tratarlo así.

— El viaje es largo, así que descansa y luego lee el tema para la reunión.

— Está bien, señor, lo que diga.

Se fue, y yo me senté a leer. El tiempo pasó y me dormí con el cartapacio en el pecho.

A mi mente vino un pensamiento constante: era difícil ser tan fría con él, pero si no lo hacía, saldría perdiendo yo misma.

No se ni en que momento llegamos a un nuevo departamento, solo desperté en el sofá, así que me dirigí a la cocina, me serví puré con pollo y me senté a comer. Mientras comía, leí el informe de la reunión, ya me lo sabía de memoria. Justo cuando Roberto terminó de comer, me torcí el tobillo y caí encima de él.

— ¿Estás bien? — preguntó, atrapándome antes de que cayera al suelo. Parecía que me había torcido el tobillo, ya que gritaba de dolor. Me cargó y me sentó en el sillón. — Dime, ¿te duele mucho?

— Sí, señor, me duele mucho. ¡Auch!

— Bueno, cancelaré la reunión para llevarte al hospital.

— No, voy a estar bien, señor. No cancele la reunión.

— No, eso está hinchado y no puedes andar así. Ya llamaré para cancelarla.

— Está bien, señor, pero no puedo caminar.

— No te preocupes, te cargaré. Regresamos a Miami, me cargó al auto y me llevó directamente al hospital privado. Llegamos y me llevaron a una sala para revisarme.

— Su tobillo está muy hinchado. Tendrá que usar muletas por 22 días — dijo el doctor.

— Gracias, doctor — respondí mientras movía las muletas.

Roberto esperaba en la sala de espera. Cuando salí con las muletas, él se acercó.

— ¿Qué te dijo?

— Dijo que tenía que usar esto — le mostré las muletas — por 22 días.

— Oh, mierda.

— Pero no sé cómo usarlas — intenté dar un paso y me caí encima de él. Miré sus hermosos ojos chocolate.

— Ya veo, bueno, este... — Roberto se quedó mirando mis ojos mientras me levantaba y me enderezaba con las muletas.

— Lo siento, señor — me disculpé y traté de caminar un poco con las muletas.

— Sí, sí — dijo él mientras me esperaba en el auto. Me abrió la puerta y subí.

Al llegar a casa, Sofia abrió la puerta y me hizo una zancadilla. Roberto la vio, yo caí al suelo y me golpeé el brazo.

— Sofia, ¿qué demonios haces? ¿No ves que está en muletas? — Roberto me ayudó a levantarme y me sentó en el sillón. Se alejó con Sofia y discutieron, ella salió y me quedé sola con Roberto, ya que María tenía una cita con su doctor. Me senté con él y notó el corte en mi brazo. — Espérame aquí, buscaré el botiquín.

— Ves estúpida, la primera vez lo hizo a propósito — me dije a mí misma mientras él se iba a buscar el botiquín.

Roberto regresó con el botiquín, me limpió el brazo y me aplicó crema.

— Podrás ir a tu cuarto y descansar. Dentro de tres horas estará la comida, puedes esperarla allí. Yo iré al mío. Si necesitas algo, me dices.

— Está bien, señor, lamento provocar a su novia. Creo que tengo la culpa.

— No quiero hablar de eso — dijo él, claramente molesto.

— Está bien, no le molesto más — entré a mi cuarto para ver la tele. Roberto me había dicho que el control estaba en el mueble, pero no lo encontré. Después de buscar por un rato, decidí ir a su cuarto. Toqué la puerta y él me dijo que pasara. Al entrar, lo vi haciendo ejercicio. — Dios, su abdomen es tan... — me quedé embobada mirándolo.

— ¿Sí? — preguntó mientras se quitaba el sudor con una toalla.

— Yo... yo, este... quería saber dónde está el control de la tele, no lo encuentro.

— Oh, ok, vamos — salí delante de ella y ella me seguía. Busqué el control y no lo encontraba. Me agaché y el control estaba debajo de la cama. Me acosté en el suelo y lo alcancé, se lo di a Alicia y salí.

— Él me dio el control y salió. — Dios, quisiera tenerlo así en mi cama — dije mientras me tiraba a mi cama. — Esperen, ¿acaso estoy loca? — me coloqué la almohada en el rostro. — Mátenme.

------------------------

Roberto estaba en su cuarto revisando las estadísticas y las inversiones. — Alicia tuvo razón, los rusos y asiáticos perdieron sus acciones. — Llamé a Kair y las compré muy baratas, ganamos millones de dólares. Estaba muy contento cuando recibí una llamada.

Por Siempre Tú "Más Allá Del Amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora