10. Seremos héroes

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—Señores y señoras. Hoy voy a enseñarles algo muy importante acerca de la energía del cuerpo humano.

El profesor de teoría energética siempre explica caminando, con las manos detrás de la espalda, muy estirado. El aula es muy moderna, tiene un proyector que cuelga del techo en el que nos ponen fotos, vídeos o esquemas. La clase es escalonada, igual que en mi universidad. La duración de las sesiones es corta, por lo general tenemos sólo dos horas por la mañana y otras dos por la tarde. Después de cada sesión de teoría, tenemos entrenamientos. Supongo que todos los chicos en este campus están recibiendo clases, pero sinceramente no lo sé. Como sólo puedo juntarme con los de mi grupo, tampoco sé cómo están entrenando o estudiando en otras zonas de este campus.

—La energía, como ustedes saben, es exactamente lo mismo que la materia. Materia y energía son indivisibles, y el cuerpo humano no va a ser una excepción. De hecho, la medicina ya está empezando a entender cómo funciona la energía en el cuerpo humano. Sin ir más lejos, los que sean deportistas ya conocerán el electrocardiograma. Esa prueba mide el funcionamiento eléctrico del corazón.

El profesor hace una pausa. Ha llegado casi hasta la pared. Da la vuelta y continúa su paseo.

—La energía está ahí, y el cuerpo la utiliza sin mayor complicación. ¿Cómo creen ustedes que mueven sus brazos? Energía... Su cuerpo hace el metabolismo de la glucosa y esto genera el movimiento. Todo puede medirse desde el punto de vista de la energía. Si yo ahora les digo que levanten un brazo, estarían consumiendo energía. ¿Y si les digo que lo levanten más rápido? Estarían consumiendo más energía que cuando lo levantan lentamente. Es así de sencillo, ustedes mismos escogen cuánta energía quieren gastar y cómo.

—Nunca lo había pensado de esta manera... —susurra Dara. Está sorprendida. Yo también un poco, tiene sentido lo que dice.

—Yo tampoco, pero tiene razón —contesta Martina la escorpio.

—...de siempre, las civilizaciones intuían que el cuerpo humano disponía de energía —prosigue el profesor con la explicación—. ¿Qué es sino la acupuntura, por ejemplo? No es más que un intento de utilizar y controlar la energía del cuerpo humano. ¿Y por qué las tribus tocaban tambores? Querían subir su adrenalina, dirá la medicina. Pero con la adrenalina, conseguimos dosis de energía más alta. Energía... al fin y al cabo.

El profesor llega al final de la otra pared. Media vuelta.

—¿Qué ocurre entonces si una persona tiene una energía muy alta? Pues mayor rendimiento físico, ciertamente. Pero, ¿y si el nivel de energía está muy por encima del promedio de los humanos? Mucho más, como diez veces. ¿Qué puede hacer entonces esa persona? ¿Quién sabe realmente lo que ocurre cuando una persona tiene diez, once, doce, treinta... veces mas energía que un ser humano corriente? ¿Qué ocurre con esa persona?

El profesor hace una pausa dramática. No tiene pinta de esperar ninguna respuesta, parece que es sólo para enfatizar. Toda la clase, de hecho, está espectante sin dar respuesta.

—Leyendas... Ustedes han oído hablar de leyendas. Mitos, leyendas, héroes, dioses, semidioses... ¿Cómo es posible que todas las civilizaciones tengan esas historias? ¿Para qué? O mejor dicho...¿por qué?, ¿se las inventaron...

El profesor vuelve a hacer otra pausa, dejando la frase en suspensión.

—...o las vieron? —puntualiza con énfasis, demostrando que esta parte es cierta.

—El ser humano siempre ha manifestado poderes excepcionales a lo largo de la historia. Pero son muy pocos los que podían hacerlo. Por eso, se consideraban leyendas. Hoy en día, ustedes tienen Internet para ver lo que está ocurriendo a kilómetros de distancia. Antes vivían en poblados donde lo mucho que podían hacer era escribir las historias en pergaminos o pieles, o lo que fuese.

Media vuelta más.

—Dense cuenta que hoy en día, se estima que atletas como ustedes sólo hay uno por cada diez mil, incluso más, dependiendo de la zona. Si esto es así, imagínense ahora que ustedes vivían, hace mil años, en un poblado y oyesen rumores de una persona que lograse hazañas increíbles, cuando nadie de los de su poblado las puede hacer. ¿Qué pensarían? ¿Leyenda o realidad?

El profesor alcanza el centro de la clase y se para ahí. Se suelta las manos de detrás de la espalda y gesticula con ellas.

—Cuando un ser humano es capaz de acumular mucha energía, deja de hacer cosas que se consideran normales. Ustedes, son esa clase de persona... —El profesor se queda callado un pequeño instante.

—...ustedes van a ser sus propias leyendas.

Las Olimpiadas del Zodiaco: La atletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora