—Descubre quién eres, y házselo saber a ella —me dice la mujer.
Me quedo un momento quieta, con los ojos cerrados. Me siento energizada. Algo ha cambiado en mí. Me siento más capaz, más fuerte. El dolor de mi cabeza cesa por completo, por lo que aprovecho para abrir los ojos. Sigo aquí encerrada en esta habitación, pero me da la sensación de que es mucho menos oscura que antes. Sigue teniendo su aspecto terrorífico: oscura, desordenada y extraña. Sin embargo, me produce mucha indiferencia. No me parece aterrador, sino que la veo como un sitio oscuro sin mayor valor. Del mismo modo, la extraña criatura, a pesar de sus características sobrenaturales, me da la impresión de que no es más que alguien odioso que quiere aprovecharse de mi situación indefensa.
Empiezo a sentirme distinta. Compruebo la puerta y observo que sigue ese ojo con su mirada enferma y aterradora vigilándome. Pero me da igual. Me parece la mirada de alguien cualquiera, sin importancia. Mi miedo, al mismo tiempo, está desapareciendo. Se está transformando en una nueva emoción: rabia. Me vienen un montón de pensamientos a la cabeza que me hacen reconsiderar la situación. ¿Quién es esa para dedicarse a acosarme? ¿Por qué cree que es mejor que yo? ¿Qué hace rondándome de esa manera? Me da igual que sea violenta o peligrosa. No le quiero dar el derecho de controlarme y de tenerme aquí atemorizada al borde del colapso.
Puedo sentir cómo mi rabia está creciendo en mi interior. Comienzo a caminar con seguridad por dentro de la habitación. Sé que el ojo me está viendo, pero no me importa. Tengo ganas de chillar como una loca, con mil veces más rabia que ella. Una sensación me invade más y más. Me siento poderosa. Noto en mis brazos mucha energía, en mis piernas, en mi cuerpo en general. Como si fuese mucho más fuerte de lo que he sido jamás. Siento en mis brazos una capacidad diferente, como cien veces más intensa.
Me dirijo hacia una de las camas con dicho sentimiento acompañándome en todo momento. Agarro una de las patas de metal y comienzo a rotar mi mano haciendo cada vez más y más fuerza, hasta que no puedo más. La pata se dobla poco a poco. A pesar de su grosor, está cediendo bajo mi mano como si fuese un alambre blando. Suelto la cama y la dejo caer sobre la pata recién doblada. No sé cómo, pero sin haberlo pensado he venido a la cama a comprobar mi fuerza. Ha ocurrido sin más. Simplemente decidí venir a probar si estaba viviendo cambios en mi interior y efectivamente.
Después de haberme visto a mí misma realizando tal proeza, mi rabia se confirma. Esa mala bicha no va a acosarme. Me incorporo y me estiro, poniéndome de frente hacia la zona de la puerta y la cama. Estoy completamente estirada, relajada. Como si fuese un día cualquiera de mi vida. Como si todo su acoso fuese una pequeñez para mí, intrascendente. Este sitio ha pasado de ser un lugar aterrador a convertirse simplemente en un lugar extraño.
Permanezco de pie, de cara a la pared saboreando la nueva situación. Estoy tranquila, ni siquiera necesito pensar sobre qué voy a hacer ni qué está haciendo la cosa esa, pero no me importa. Puedo estar en esta habitación con total calma, sin preocuparme de nada. Decido que es un buen momento para relajarme y divertirme, así que en honor a mi misma emprendo una de las acciones más absurdas de mi vida.
Voy a la otra cama y me tumbo en ella. Me merezco un descanso. Me coloco boca arriba, con las manos detrás de la cabeza. Pego un largo suspiro, me relajo. Simplemente dejo llevar mis pensamientos y me quedo en calma, como si fuese un día soleado en la playa. Cruzo las piernas una sobre otra y balanceo la que se queda encima. Me siento bien.
De repente se oye un grito aterrador desde el otro lado de la pared. El mismo grito de antes: siniestro, enfermizo y violento. Es mi "amiga" la que lo ha emitido. En ese momento me da la risa. "¡Ay como entres!" me digo en voz alta riéndome todavía más. Me está empezando a parecer divertido esto. Si entrase, la plegaría como un mapa de carreteras. Espero que no se acerque por su bien. Estoy tan a gusto que creo que me quedaré un rato más en esta polvorienta y deteriorada cama.
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Si queréis sentiros como Nexi, pulsad en la canción. No apta para cardíac@s.
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Las Olimpiadas del Zodiaco: La atleta
AdventureLas olimpiadas zodiacales estuvieron prohibidas durante muchos años. Se celebraban cada 12 años, y era el evento más esperado en todo el planeta. En ellas se competía representando a un signo del Zodíaco, en vez de a un país. Dicen que en ellas, s...