2. Géminis... ¡Convocada!

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El timbre da la salida de clase. Todos los alumnos recogemos las cosas y salimos del aula. Heres y yo seguimos charlando de nuestra gran teoría del rábano pocho.

—¡Menos mal que queda mucho para la época de exámenes! —dice Heres.

—Sí. Mi nevera está llena de cosas en buen estado —le digo a Heres mientras me río. Heres también se ríe.

—Cuando lleguen los exámenes tendrás una cebolla con moho. Ya lo sabes.

—¡Agh!, ¡Que asco!

El profesor está de pie al lado de la puerta, mirándonos fijamente a las dos. Cuando acabamos de bajar las escaleras y le alcanzamos, me para.

—Nexi, el profesorado del claustro tiene que hablar con usted —me comenta cordialmente el profesor en tono muy diplomático pero muy amable a la vez que me interumpe el paso.

—¿A mí?, ¿Por qué?

—Allí se lo explicarán. ¿Tiene usted un momento? —me pregunta.

—Ehm... Sí. Claro —le contesto con dudas.

—No me esperes. No sé cuánto tardaré —le digo a mi amiga girándome hacia ella mientras estiro la mano y se la cojo por un breve instante para despedirme. Ella me la agarra también, suavemente.

—Acompáñeme, por favor.

Esta propuesta me ha puesto nerviosa. ¿He hecho algo malo?, ¿Me he metido en algún lío? No he hecho ninguna trastada, aunque tampoco parece que esté enfadado. Caminamos a lo largo de los pasillos de la universidad. Por el camino no nos hablamos. Apenas llevo dos semanas de clase, y las clases tienen muchos alumnos. No tengo nada de qué hablar con este profesor.

Pasamos por zonas que yo apenas conozco, hasta que llegamos a un pasillo en el que nunca he estado. Hay mucho silencio aquí, se nota que es la sala de los profesores y despachos. No hay alumnos por los pasillos. De hecho no hay nadie, salvo este profesor y yo. Llegamos a una sala de puerta doble. El profesor llama con los nudillos y después de esperar unos segundos, abre parcialmente una de las hojas. Se asoma al interior.

—Ya está aquí —dice.

—Que pase —se oye a un hombre decir desde dentro.

El profesor abre la puerta por completo y hace un gesto con la mano para indicarme que pase.

—Pasa por favor —indica el profesor que está en el interior sentado en una mesa. A éste no lo conozco de nada, no me da clase.

El otro profesor, sin haber entrado en la sala, se despide.

—Yo tengo que marcharme, tengo que seguir con las clases —dice mientras se despide con la mano de su compañero. Después, cierra la puerta.

—Pasa Nexi. Siéntate —dice el profesor indicando con la mano que me siente en la silla que está delante de su mesa. Tiene la palma de la mano hacia arriba, como demostrando amabilidad. Después de ese gesto y su tono de voz, me siento un poco más tranquila.

Avanzo a lo largo de la sala hasta alcanzar la silla. En el suelo hay una alfombra enorme y gruesa, parece cara y se ve muy antigua. Los muebles son muy antiguos. Muy oscuros. Es el típico despacho ceremonioso. La mesa tiene las patas dobladas, muy acorde a la época en la que se construyo. La madera de la mesa también es muy oscura y se ve antigua. Seguro que está construída con los restos de un barco vikingo. Una vez sentada en la silla, el profesor me empieza a hablar.

—Nexi, intentaré ser muy breve. ¿Tú has oído hablar de los Juegos del Zodíaco?

—Sí. ¿Por qué? —¿A qué vendrá esta pregunta?

—Antes de darte más explicaciones, tengo que preguntarte una cosa muy seriamente. ¿A ti te gustaría participar? —el profesor tiene una expresión muy seria. De no ser por ello creería que está bromeando.

—¿Yo?, ¿Por qué yo? —contesto completamente descolocada.

Oigo cómo se abre la puerta tras de mí. Giro la cabeza para mirar y veo al profesor de gimnasia entrando acelerado.

—Disculpad la demora, tenía que cerrar el pabellón —dice mientras pasa a toda velocidad hacia el interior. Su colega hace un gesto con la mano, zarandeándola hacia los lados como demostrándole que no tiene importancia tal hecho. En ese instante, vuelve a hablar.

—Has llegado en el momento perfecto. Él te lo explicará mejor.

El profesor de gimnasia se acerca a mi silla y me da la mano.

—Hola Nexi —me dice sonriendo.

—Hola... —le contesto completamente desorientada.

—Tu eres Géminis, ¿verdad?

-Sí... ¿Por qué?

—Espera. Creo que me estoy desviando. Empezaré desde el principio -el profesor de gimnasia para un momento para reordenar sus ideas -soy delegado para los Juegos del Zodíaco. Como bien sabes, soy profesor de educación física, y estoy formado en muchas materias relacionadas con el deporte y el cuerpo humano. Ese es uno de los principales motivos por los cuales formo parte de la Delegación de los Juegos del Zodíaco. Pero no perdamos tiempo en estos detalles. Ya habrá tiempo de eso -me dice mientras cambia su postura a una más relajada. Después, continúa hablando.

—Los Delegados son las personas encargadas de convocar a las personas a los Juegos. Son personas a lo largo de todo el mundo. Hay gente de diversos sectores aunque, por lo general, suelen ser gente relacionada con el mundo del deporte de una manera muy profunda. También es bastante normal que haya personas del mundo de la medicina como Delegados. Y en casos más raros, matemáticos, ingenieros... El denominador común es que suelen ser profesores de Universidad, un poco condicionado por los conocimientos que poseen. Nadie puede ir a los juegos sin su invitación y en el caso que nos ocupa, tú —dice haciendo mucho énfasis en la palabra—, eres una de mis elecciones favoritas para tu signo.

—¿Yo?, ¿Por qué yo? —le pregunto asombrada.

—Porque soy tu profesor y te he visto en acción.

—¡Pero si yo nunca hago deporte!, ¡no se me da bien! ¿A esas cosas no van los atletas? —le pregunto exasperada, casi indignada. Cada vez estoy más descolocada.

—Nexi... —el profesor intenta calmarme haciendo una pausa —estás hablando de los Juegos Olímpicos y del deporte en general. Los juegos del Zodíaco no funcionan así.

Las Olimpiadas del Zodiaco: La atletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora