I

449 55 5
                                    

Gérard de niño era demasiado gordo, y por ende todos se burlaban de él, excepto un niño era demasiado raro que Frank Iero no se burlara de él, era el típico niño popular al que todos querían, nunca se burlaba de Gérard y jamás le llegó a poner un dedo encima, pero jamás lo defendió, es más estuvo allí en cada paliza que le ponían al pobre niño de ojos esmeraldas, y Frank Iero solo miraba, miraba fijamente el como sus amigos lo tiraban al suelo para patearlo igual a un saco de boxeo.
Frank Iero no mandaba a golpearlo.
Fue hasta dos años después, cuando llegaron del verano a la escuela de nuevo y todas las miradas lo capturaron cuando Gérard entró a la escuela, todos pensaron que había sido alguien de nuevo ingreso, más aquella mirada verde les afirmaba que era de él mismísimo Gérard Way de quien se trataba, lucia delgado, demasiado delgado a decir verdad, y para pronto los rumores comenzaron a llegar, Gérard Way, sufre de bulimia, Gérard Way sufre de anorexia, Gérard Way hizo dieta, Yo ví a Gérard Way saliendo del Gimnasio...
Y todos esos rumores llegaron a los oídos de Gérard.

Cuando finalmente salieron al receso Gérard acomodo un rebelde mechón de su cabello tras su oreja abrazando sus cuadernos a su pecho aún todas esas miradas era demasiado incómodo, espero ser apaleado más no fue así, todo lo contrario le sonreían aquellos tipos, guardo sus cosas en su espacio, tomando su atún y después lo volvió a cerrar dirigiéndose a la cafetería para ingerir sus alimentos. Se sentó en la mesa sola, en la que siempre se había sentado y abrió su recipiente comenzando a comer de manera lenta y calmada, los gritos y risas por parte de chicos y chicas terminaron con aquella calma, alzó su mirada y su mente no se equivoco, Frank Iero, había agregado algunos tatuajes más a sus brazos y su cuello tanto como sus nuevas perforaciones, pero sus ojos avellanados seguían allí, decidió ignorarlo y volver a bajar su comida a su comida para seguir comiendo su atún. Más la voz de una chica lo obligó a alzar la mirada, era Megan, —demasiado popular para hablarle.

—Hola, Gee... ¿Te molesta si nos sentamos aquí contigo...?
Pregunto ella con su voz chillona, y Gérard tuvo que asentir dejando que todos incluyendo a Frank, se sentarán con el, en su mesa.
Megan era novia de Frank, eso lo supo al mirarla sentada en sus piernas, su cabello rubio intentaba cubrír algunos chupetenos en su cuello y su falda algunos moretones en sus muslos, en donde se posaban las manos tatuadas de Frank.
Y sin querer, ya tenía amigos.

Cómo huesos de cristal | Frerard |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora