VII

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Por la mañana el despertador no necesito despertarlo porque cuando sonó Gerard ya estaba tomando su ducha se había levantado quince minutos antes, así que salió y apago el reloj se dirigió hacia las bolsas de ropa nueva saco una blusa color tinta y unos jeans color negros se puso las converse tintas y después cepilló su cabello caminando hacia el espejo y dándose la vuelta sin duda ese pantalón acentuaba más su trasero, sip, le encantaba, sonrió para si mismo y después saco un pequeño labial que tenía escondido en uno de sus cajones pasó este sutilmente por sus labios para que este no se notará tanto, era rosado, con su dedo lo difumino y listo sus labios eran más notorios, después tomo el delineador negro y lo paso igual de sutil con sus pestañas de abajo, no quería que se notará mucho... No quería tener otro problema con su papá. Acomodó sus cuadernos en la mochila y después se la colgó saliendo de su cuarto y después bajando las escaleras, lo más rápido, fingiendo llevar prisa.
     – Ma' ya me voy!– Exclamo y después cuando estuvo a punto de irse escucho a su mama.

     – Mi amor, pero si nisiquiera has desayunado... Te prepare la tarta de la abuela Elena la que tanto te gustaba de niño, amor... Recuerdas?
   Pregunto mama, Dios... Llevaba tanto sin comer una sola rebanaba de esa deliciosa tarta, podría comer sólo un mordisco, ¿Que? No, eso me haría subir mínimos un kilo, no podía.

         – Ay mama, ya me voy pero me guardas un poco para la tarde...
   Dijo esto Gerard saliendo después casi corriendo de su casa.

     Ese día no pasarían las chicas por el, ya que Megan habas faltado, y pues no había vehículo en que irse, así que encendió su iPod y coloco sus audífonos comenzando a caminar, en ese momento sonaba Regina Spektor, el en verdad amaba a esa mujer.
    Había cerrado sus ojos para meterse más en su canción, la calle estaba sola, de pegarse con un poste no pasaba y así fue, después de un par de pasos sintió como se tropezaba con algo o alguien y después caía al suelo, su rostro se tornó rojo de una forma violenta así que levantó rápido y se sacudió, efectivamente había tropezado con alguien por estar en su tontera, aún sonrojado hablo tartamudeando.

     – Yo... Uh, lo siento... No fue... No fue mi intención.– Se había disculpado el aún sin alzar la mirada.– Yo... ¿Lo lastime? Hay algo que pueda hacer?– Pregunto.

     – Tranquilo Way... No hay problema...– Había hablado el contrario, esa voz... Esa ronca, y perfecta voz, era... Frank Iero.

Cómo huesos de cristal | Frerard |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora