8- Secretos inconfesables

19.1K 2.6K 4.9K
                                    


Su abuelo tomaba la siesta cuando Gaspar llegó a casa, así que no tuvo que dar ninguna explicación por ir con manchas de tierra y arañazos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Su abuelo tomaba la siesta cuando Gaspar llegó a casa, así que no tuvo que dar ninguna explicación por ir con manchas de tierra y arañazos. Sin embargo, perder su libreta lo había abrumado tanto que aquel pequeño golpecillo de suerte no tuvo ningún efecto sobre su estado de ánimo.

Bastián lo interrogó justo cuando subía las escaleras, asustándolo.

—¿Por qué estás tan sucio?

—Porque... me metí en un sitio donde no debía.

Gaspar maldijo para sus adentros por ser tan malo con las mentiras. Los ojos de Bastián tenían una curiosidad implacable.

—¿Uno prohibido?

—Bueno... no prohibido... O sea, es que estaba con...

El niño sonrió.

—¡Entraste al Bosque!

—¡Shhhh!

Gaspar colocó una mano sobre su boca, asustado de que su abuelo hubiera despertado justo para oír eso. El niño más pequeño se retorció un poco.

—¡No digas eso en voz alta! —le susurró. Bastián asintió y lo miró con los ojos muy abiertos. Pero al menos bajó la voz esta vez:

—¿Entonces sí entraste?

—N-no. ¡No! Eso es ilegal y además... —Gaspar inspiró con fuerza, empezando a notarse nervioso-. Mira, yo no soy como Samuel.

—¿El otro hermano?

—Sí, nuestro otro hermano —A menudo, él olvidaba que Bastián apenas tenía recuerdos de Samuel—. Yo no soy él. Así que no vayas diciendo esto por ahí, ¿vale? Porque... porque si sospecharan que yo...

—¿Mamá y papá te castigarían?

—Más que eso: me meterían preso en la cárcel oceánica, donde encierran a todos los peores criminales del mundo. Y allá abajo no podría dibujar –Bastián abrió mucho los ojos-, y me colgarían todo el tiempo de los pies y me sacarían los dedos uno por uno...

—¡Qué genial!

—¡No es genial, Bastián! —A veces Gaspar pensaba que su hermanito tenía los conceptos de moralidad invertidos y se preguntó cómo había llegado a desarrollar esa personalidad. Estar tanto tiempo solo tal vez sí le hacía daño—. ¿Sabes qué pasa si me sacan los dedos? Nunca podría jugar videojuegos. Y nunca podría volver a hacer dibujos.

Bastián arrugó la frente

—Eso ya no me gusta.

—Olvida lo de ahora, ¿vale? Me ensucié jugando con Clementina, eso es todo.

El niño asintió, aunque pareció meditar seriamente sobre algo. Sus cavilaciones inquietaron un poco a Gaspar, por lo que decidió romper aquel tenso silencio:

No cruces el Bosque (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora