12- El sauce blanco

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Gaspar fue incapaz de seguir el ritmo de las clases. Eso, por supuesto, no era nada extraño tratándose de él, pero no habría podido concentrarse aunque alguien hubiera mantenido sus párpados abiertos a la fuerza, tal como en esa película que le había gustado tanto a Samuel, pero que Clementina odiaba.

—Skov, es tu turno.

Caminó al frente de la clase con su acostumbrado sentimiento de resignación fatalista. El maestro de lenguas rúnicas y grafología, Jaime Bladery, esperó paciente a que hiciera su demostración.

—¿Qué runa debo dibujar?

—Lo repetí dos veces, Gaspar —Su profesor suspiró—. Una runa ígnea.

Puso cara de susto.

—¿Y si me quemo?

Hubo un coro de risas.

—Lo más probable es que me quemes tú a mí —bromeó Bladery con algo de sorna. Gaspar se ruborizó un poco. Era obvio que se refería a su accidente con Muller. Desde aquel examen fallido, notaba que muchos de sus maestros iban con bastante cuidado a su alrededor.

—Tranquilo, chico. No estamos usando químicos y el contenedor de magia de la sala va a impedir que las cosas se salgan de control. Además, dudo que puedas hacer un runagrama ígneo de nivel A. No te lo tomes mal.

Más aliviado, Gaspar extendió su dedo y dibujó con trazos fluidos y precisos una runa ígnea de composición simple. Esta se quedó brillando unos segundos antes de desaparecer.

Pero ninguna llama —ni la más pequeña chispa—, brotó delante de él.

—Eres muy bueno dibujando las runas y los glifos. Serías el mejor en mi clase, si no fuera por el detalle obvio de que no te has aprendido las fórmulas matemáticas para composiciones ígneas, Skov.

El muchacho asintió, abatido.

—Es que son difíciles. Aún me cuesta resolverlas.

—De nada sirve, y esto va para toda la clase, saber dibujar las runas a la perfección si no aprendemos antes la composición mágica que estas traducen —Bladery se apuntó la frente—. Nuestra mente y nuestra energía áurica se complementan. Al saber cómo resolver matemáticamente la fórmula, nuestra memoria la asimila y le da forma.

»Esto es igual que aprender a pedalear o equilibrarte en una salandrina. Pueden leer un manual, pero en la práctica las cosas cambian. Lo mismo con los runagramas: de nada sirve entender las fórmulas si no dibujamos correctamente los glifos y las runas dentro de los círculos. En la magia, todo es un todo. Ahora ve a tu puesto, Skov.


 Ahora ve a tu puesto, Skov

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—Hey, Gaspar.

Ariel Kreuz, el joven ayudante bibliotecario de la Academia Bloombury, se inclinó encima del mesón alzando una mano con gesto amistoso. Guapo, educado y de mirada vivaracha, sacaba suspiros de anhelo incluso a Clementina, la única persona ante la cual la niña no podía comportarse con normalidad.

No cruces el Bosque (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora