Capítulo 5

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El brujo dejó al dios quedarse en su morada lleno de cosas para brujos con ese tipo de magia, la oscura. Cada día que pasaba, el brujo creaba aquella ventana con la que podía ver el infierno, intentando así, encontrar a la Lujuria, pero por desgracia, todavía no aparecía. Los días también pasaron en la iglesia, y el pequeño ángel por fin se recuperó, aunque al ser un ser caído del cielo, no tenía ningún lugar donde quedarse.

-Entonces... ¿De dónde eres?.-preguntó el padre Karamatsu al enterarse de que no tenía un hogar para quedarse.

-Mi pasado no importa si no puedo vivir un presente.-respondió Jyushimatsu con su típica sonrisa.

-Vivirá un presente, hijo mío, pero debemos pensar en donde.-dijo pensativo el padre.

La hermana Ichimatsu veía toda la conversación, pero no estaba escondido, solo estaba para acompañar al padre.

-Podría quedarse en una de las habitaciones disponibles en la iglesia.-dio como idea la hermana, por fin hablando desde un largo rato.

-¡Tiene razón hermana!.-exclamó Karamatsu felizmente.-Aunque debería integrarse como uno más...

-Podría ayudarle los domingos en misa.-dijo como idea el ángel caído.

El padre asintió.

-Enséñale su habitación, por favor hermana.-pidió el padre a la hermana que más cariño tenía.

Ichimatsu asintió y empezó a caminar con Jyushimatsu siguiéndole de cerca, llegando finalmente a la parte trasera de la iglesia, donde las hermanas tenían sus habitaciones y donde el pequeño ángel dormiría finalmente.

-¡Wow, es grande!.-dijo Jyushimatsu fijándose en el tamaño de la habitación, aunque tampoco era tan grande.

-Dormirás aquí, vendrán a avisarte de la hora de misa y de las horas de la comidas, ahora si me disculpas, debo seguir ayudando a padre.-dijo la hermana dejando solo al pequeño angelito, quien seguía alucinado por la habitación.

Mientras tanto, el dios y el brujo cerraron la ventana viendo que este demonio seguía sin aparecer, y Tougou ganaba más poder con el paso de los días, comiendo la energía de otro diablos.

-¡Tenemos que buscar más ayuda!.-gritó Choromatsu un tanto estresado.

-Tranquilizante.-mandó Todomatsu.-No podemos hacer nada, a ti no pueden verte y a mi me van a tomar por loco.

-¿Hay alguna iglesia?

-Eh... Sí, la lleva el padre Karamatsu.-respondió Todomatsu recordando aquella iglesia.

-Debemos ir a allí.-dijo el dios abriendo la puerta.

Al brujo casi no le dio tiempo a reaccionar, solo cogió una bolsa llena de cosas extrañas y acompañó al dios hasta la iglesia.
El camino no fue tan largo, después de todo, estaban en el mismo pueblo.
El dios abrió la puerta de par en par, pero las hermanas solo podían ver a Todomatsu.

-¿Qué le ocurre?.-preguntó una de las hermanas, un tanto anciana.

-Estoy buscando al padre Karamatsu.-dijo el dios.

-Estoy buscando al padre Karamatsu.-repitió el brujo para que pudiera ser escuchado.

-Ahora mismo voy a llamarle.-dijo la hermana disculpandose, caminando con las demás hermanas para avisar al padre.

El susodicho cura no tardó en llegar, preguntando el que pasaba.
Choromatsu miró al rededor y miró el rosetón, viendo que pasaba la luz. Una explicación, cuando a un dios le da la luz a través de un rosetón, puede mostrar un poco su apariencia.

-¿Eres dios?.-preguntó el padre mientras se arrodillaba.

-Soy un dios.-respondió Choromatsu, su voz un tanto audible.

-¿Un dios?

-El dios que todos conocéis no se llama así, realmente, nunca ha dicho su verdadero nombre, soy un dios, un mandado del jefe al que todos denominais "Dios", controlando el agua y la vida humana.-explicó Choromatsu.-En Grecia y Roma se nos tomaba más en cuenta, pero se no has ido olvidando, conociendo ahora solo a "Dios".

-Todo lo que dice la biblia, ¿es mentira?.-preguntó el padre un tanto confuso.

-En efecto, querido padre.-confirmó el dios.-Aunque el jefe esta feliz por vuestros rezos.

El padre sonrió, pero prontamente volvió al tema original.

-¿A qué ha venido?.-preguntó el cura poniéndose en pie.

-He venido por un problema en el inframundo.

-¡Padre, padre!.-gritó el angelito mientras corría hacia ellos.-He encontrado este espejo en su cuarto.

-¡Jyushimatsu!.-gritó el dios feliz de vez a su amigo.

-¡El espejo!.-gritó el padre intentando arrebatarlo.

Todomatsu seguía mirando la escena sin decir gran cosa, al igual que la hermana Ichimatsu, quien había aparecido recientemente.

-¡Devuelvelo, hijo!.-gritó Karamatsu.

Aunque en la iglesia solo se escuchó como si un cristal se rompiera.
Y ese cristal.
Pertenecía al espejo.

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