Una Reconciliación Olvidada

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Se despertó con un maullido y unas garritas felinas arañaron sus pies en busca de alimento. Magnus se estiró del sofá de cuero negro y se levantó con pesadumbre. Olfateo alrededor en busca del aroma a café y algo en su interior se removió con pesadez, Alec ya no estaba con él. Alec se había ido. dejando sus llaves en la cómoda y un suéter con hoyos en las mangas debajo de la ropa sucia, mismo suéter que Magnus traía puesto.

Aún no estaba acostumbrado a estar sin su nefilim de ojos azules, ya sólo veía fantasmas de lo que juntos llegaron a pasar. Cada vez que entraba en una habitación sentía la presencia del chico; en la sala leyendo un libro, en la cocina preparando el café, en el baño lleno de espuma de su shampoo con olor a sándalo; y finalmente en su habitación, recostado con Presidente Miau sobre su abdomen emitiendo gruñidos mininos. O esas noches llenas de pasión, donde los jadeos, gruñidos y marcas se presentaban ante sus ojos como una película homoerótica.

Lo extrañaba, vaya que lo hacía. Perdía la noción del tiempo ya que sólo quería estar dormido, sumergido en una realidad alterna donde Camille no existiera, donde Alec confiara en él y ambos fueran felices, pero eso ya no podría ser, ya no más.

En la sala, encendió el televisor y seleccionó un canal cualquiera. Ni siquiera prestaba atención cuando el timbre que llamaba a su puerta sonó. No quería abrir pero el constante sonido lo irritó.

—¿Quién molesta al Gran Brujo en su descanso?

Ninguna respuesta recibió, sólo el timbre que no paraba de sonar. Resignado, decidió abrir la puerta.

—Soy yo, Alec.

Magnus quedó en shock, no esperaba verlo; claro que había escuchado cada uno de los mensajes pero no creía que Alec tuviera las agallas de pararse de nuevo frente a él. La voz confiada y melodiosa de Alec lo sacó de su trance.

— Sé que no debería de estar aquí. Pero lo que pasó en la estación del tren... —cerró sus ojos con un profundo dolor, recordando cada detalle de esa noche. Al abrir los ojos se volvieron de un azul como la tormenta y continuó—, vaya no termine de explicarte. No me dejaste explicarte —se corrigió —, y sé que no me quieres volver a ver y no me quieres en tu vida pero...

—¿Pero? —inquirio Magnus. Deseaba abrazarlo, besarlo y retenerlo en su cama y exigirlo como suyo, pero debía contenerse—. Pero qué Alexander, habla ahora.

—Ese beso no me pareció lo justo para un despedida, no después de lo que arriesgue por ti. —entró al loft del Brujo y se quitó su desgarbado suéter. Su piel suave y dura en sus abdominales destelló con la poca luminosidad que había en la habitación. Dos runas nuevas decoraban en sus costillas y Magnus trago grueso, sabía lo que ambas significaban y de repente todo tuvo sentido, desde la confianza hasta lo que la otra ya conocía con demasiada familiaridad.— y apuesto a que tú opinas lo mismo. Sé que quieres esto tanto como yo Magnus y, sí este es un adiós, quiero que sea inolvidable.

No tuvo tiempo de rechistar. Se olvidó que hacía días que no tomaba un baño y que su casa era un desastre, pasó desapercibido que su pequeño gato comía las sobras de comida que ya estaba pasada; lo único que importaba en ese instante eran los labios suaves y furiosos de Alec. Alec metiendo sus manos debajo del desgastado suéter, Alec presionando sus labios y exigiedo que lo dejará explorar su cavidad bucal. Alec ahí y ahora y que lo demás se fuera al carajo.

Se separaron cuando sintió el suave colchón en su espalda, bajo la mirada hacia Alec, quien ya se estaba desabrochándo los botones de su raído pantalón oscuro. Otro hecho que lo hizo vibrar de lujuria era que el joven no traia bóxer o calzoncillos por lo que, su ereccion se libero con orgullo cuando los jeans volaron al otro lado de la habitación. Era incapaz de apartar la mirada de su Dios nefilim.

Malec (One Shots) #MalecAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora