Sabía que llegaba tarde. Corrió como alma que es perseguida por los demonios rapiñadores hasta el parque que se encuentra cerca del loft de Magnus; se detuvo varios metros antes de llegar al punto de encuentro para recuperar el aliento. Varias respiraciones profundas después y estaba listo para enfrentarse con lo que sea que Magnus Bane le tenga preparado.
Se dio un repaso rápido; traía un par de pantalones de mezclilla que no estaban rotos y una camisa negra, igual que las demás, sólo que ésta es la más nueva en su armario. Trato de acomodarse el cabello negro sin lograr nada. Una última respiración y caminó los metros que faltaban para llegar al Brujo; con cada paso su determinación lo abandonaba y sus manos temblaban, de pronto quería dar marcha atrás y correr lo más lejos posible pero no podia, era como si Magnus le diera las respuestas del universo con solo una mirada, y le lanzará más preguntas con tomarle la mano, ese era el efecto Bane.
Llegó a la banca en la que se reunían y no había nadie, sintió una punzada de decepción; pero claro, Magnus debió de aburrirse esperando a un cazador de sombras desaliñado y sin gusto para vestir. Alec se sentó en la banca, triste; era obvio que el Brujo se iba a aburrir de él, Alec Lightwood, el Cazador de sombras celoso e impuntual.
-¿Esperas a alguien?-escucho una voz lírica que provenía tras él. Se dio la vuelta y unos asombrosos ojos dorado verduoso le devolvieron la mirada.
-Ma... Magnus-tartamudeo el nefilim.-Creí que te habías ido, creí que...
-¿Creiste que me harté de ti? Oh mi dulce Alexander eso nunca pasará. Ahora si te parece, retomemos la cita que de canceló hace varias noches atrás.Las mejillas de Alec se tornaron rosas ante la mención de aquella última cita: recordó las manos de Magnus explorando su cuerpo y las suyas recorriendo el torso suave del Brujo, los humedos besos en el cuello y clavícula de ambos. Recordó como desapareció su ropa hasta quedar en bóxer y como Magnus lo miraba, como si fuera una obra de arte, la obra de Miguel Ángel, estaba a punto de entregarse a Magnus Bane, en la habitación de su loft con el puente de Brooklyn como fondo en la ventana y los claxon de los automóviles amortiguaban el jadeo de ambos. Estaban a un movimiento de hacerlo, a un movimiento de cerrar con broche de oro la maravillosa velada que dio inicio con una cena tailandesa, para casi terminar en la cama,a no ser que sus padres se dieran cuenta que no se encontraba en su habitación del Instituto y lo llamaran con emergencia para saber dónde se encontraba su primogénito. Esa fue la peor manera de terminar un momento apasionado.
- A veces quisiera tener el poder de leer mentes, así sabría por qué ahora estas tan rojo como un tomate-dijo con un deje de burla el brujo. Volteo a verlo y Alec abrió los ojos de par en par.- Aunque me aventuro a decir que pensabas en la manera que casi hacíamos el amor la otra noche ¿no es así?
-¡Por el ángel, Magnus! No es necesario decirlo en voz alta, ambos sabemos cómo casi fue.
- Es por eso garbancito, que hoy lo haremos todo a la perfección.
- ¿A-a qué te refieres?Magnus sofoco una carcajada, si bien sabía, Alec es un puritano con mente perversa. Caminaron hasta adentrarse más al parque hasta llegar al centro de la oscuridad, Magnus se inclinó hacia Alec y beso sus labios, Alec se dejó llevar por el beso y rodeo el cuello del Brujo quien lo sujeto por la cintura y luchaba por acercarlo más, ese beso que que los hizo perder a ambos la cordura y olvidarse del donde estaban e incluso se olvidaron cual es su nombre. Se separaron jadeando, Magus sonriendo y Alec con su eterno color rosa en las mejillas que, parecía no abandonarlo cuando cierto Brujo estaba alrededor de él.
Magnus chasqueo los dedos y los árboles se adornaron con luces blancas y luciérnagas volaban alrededor; una manta, almohadas, copas y un vino francés aparecieron frente a ellos. Por primera vez en toda la noche, Alec se fijo en el vestuario del brujo: una camisa con los primeros botones desabrochados ésta de color púrpura con bordados en hilo plata, un par de pantalones de cuero ajustados en las partes correspondientes, y zapatos de charol negro que brillaban más cuando las luciérnagas volaban junto a ellos; su delineado azul eléctrico con purpurina plata y oro en el cabello, hermoso. Magnus es hermoso.
—Un dólar por tus pensamientos. Aunque por tu sonrojo yo me aventuro a decir que es por...
— Pensaba en lo hermoso que eres, Magnus, eres lo más bello que he visto.Magnus sintió que su pecho se oprimía. Ambos chicos se sentaron en la fina manta, bebieron vino, se besaron y hablaron de cosas que para muchos son cosas sin importancia pero para ellos es algo significativo. Ahí, un nefilim recostado sobre el pecho de un brujo, escuchando el lento palpitar de su corazón, sus manos aferradas, una bronceada ante una blanca; ojos azules ante ojos dorados con iris de gato, ambos chicos sumergidos en su amor y lejos del tabú que los rodeaba, estaban en otro mundo, donde no importa quienes y qué son, no importa si son hombres; lo único que importa es el amor que sienten el uno por el otro y ese es su mundo.
La cita llegaba a su fin al igual que la noche. Las luciérnagas se apagaban y el canto de las aves callaba los murmullos de los insectos, pero la luna seguía ahí, testigo de la maravillosa velada y el silencio de voces reinaba. Magnus bajo lo que pudo su cabeza para ver a un Alec tranquilo y pacífico. Podrá tener ochocientos años y ver la maldad del mundo en su totalidad, esa maldad que te hace dudar que exista lo bueno pero Alec, un nefilim de dieciocho años cambio la perspectiva.
—¿Que hice para merecer esto?
Cerró sus ojos y una sonrisa apareció. Y durmió con Alec aferrado a sus brazos. Sólo siendo ellos dos.
ESTÁS LEYENDO
Malec (One Shots) #MalecAwards
FanfictionPequeñas historias entre Magnus Bane y Alec Lightwood. La actualización depende de la inspiración.