Nuestro destino es juntos 4/4

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Los niños corrían de un lado a otro sosteniendo un ramillete de orquídeas y tras ellos estaba su tío Simon pidiendo que dejaran de correr o tropezarían  y se ensuciarían sus trajes de un impecable color blanco y dorado.

La tradición de su familia demandaba casarse en color dorado y no había nada más hermoso que estar en la espera de que llegará la hora en la que oficialmente estaría unido con Magnus. Claro que ya tenían un lazo pero el matrimonio era la representación de todo ese amor por el que lucharon en esos años.

Tras esas peleas y reclamos sin sentido habían crecido.

Juntos de la mano con dos pequeños que no hacían más que brindarles fuerza y cariño. Presenciando la evolución constante de la vida y estando firmes en los momentos de mayor tensión, eso era lo que representaba este día.
Quizás era parte de un sueño tener a sus dos hijos tirando pétalos de rosas de color azul y blanco pero no lo era porque, al final del camino lo esperaba su Alpha.

Ese día era su boda.

Se casaba con la persona menos imperfecta para la sociedad pero perfecta para él. ¿Acaso no trataba de eso el amor?, ¿De sostenerse cuando los problemas los embargaban? 

Mientras Alec caminaba con sus hijos haciendo escolta, rememoraba su vida transcurrida desde el momento en el que su celo lo afectó en el campus universitario y quedó preñado por aquel alpha desconocido. Momentos en los que Magnus le entregaba una rosa a Alec, cuando las emociones eran demasiadas para soportarlas y los supresores no surtian efecto. Aquellas ocasiones en las que la fiebre lo afectaba y buscaba desesperado el calor del mayor y éste se lo daba sin ningúna duda. 

  — Aku cinta kamu— le había dicho mientras su nudo se desinflamaba.

Je t'aime — le contesto recobrando el aliento tras pasar su orgasmo.

 Y cuando llegó al altar no pudo hacer más que tomar y entrelazar sus dedos con los enjoyados de su amante, saber que sus ojos azules se perdían en los verde-dorado de Magnus, en esos ojos que guardaban todos sus secretos, sus sentimientos y algo más. Porque no fue un amor apresurado como muhos creían, no lo fue por Max, ni mucho menos por su origen donde dominaban las hormonas, su amor evolucionaba más allá de la comprensión humana pero no había necesidad de dar explicaciones mientras se tomarán de la mano todo estaría bien, aunque el mundo este destruyendose. Magnus se perdía en la profunndidad de los ojos de Alec.

— ¿Por qué no dejas de mirarme?— le interrogó Alec después de un largo día de haber jugado con sus hijos, tenía grandes ojeras y vestía con esas horribles sudaderas con hoyos.

 —  Te ves hermoso—le contestó acercandose a su omega—. Tus ojos son tan profundos, del color del mar, cuando es de día, cuando estás alegre; pero de un azul intenso casi como el negro cuando estamos en la intimidad, haciendo el amor.

El cura bendijó su matrimonio y los aplausos de quienes lo rodeaban llenaron el lugar. Caminaron por aquel sendero, de la mano, detrás del producto de su amor y se detuvieron al llegar al final del pasillo. Su recepción fue en un enorme jardín, mismo donde se celebró su unión, este estaba lleno de distintas especies de flores, pareciera como si fuese el royal botanic garden kew a su dispocisión solo que estaban en Nueva York y no en Londres. En sí era un evento privado de no más de cien personas.

Bailaron, rieron, y se besaron por el tiempo que duró la velada. Max y Raphael se fueron con sus abuelos puesto que esa y las demás noches durante siete días, serían la luna de miel de la pareja.

Arribaron a Rodas, Grecia y llegaron a su maravilloso hotel cercano a la playa. Ambos se cambiaron de ropa por algo más ligero y dieron un paseo por la costa, mientras sus pies desnudos sentán la arena y el canto de las gaviotas llenaba sus oidos junto el romper de las olas en la superficie. 

  — Hemos estado muy callados, ¿no crees? — preguntó Magnus— ¿estás, acaso, pensando en si estuvo bien casarnos?

— ¡¿Qué?! ¡No! — contestó Alec callando las preguntas de su Alpha—  solo que... No es necesario utilizar palabras, en este momento sobran.

— Entonces, no diré  que te amo, te lo demostraré.

Y así fue.

Entraron a su habitación entre besos y jadeos, como un par de adolescentes dejandose llevar por las hormonas. Magnus retiró la camisa de su esposo con todo el cuidado posible, besó el cuello con toda la adoración y devoción que sentía por él, llegó a ese lugar que marcó por varios años atrás y pasó su lengua ahí. En ese momento Alec perdió toda la cordura y jaló la camiseta de Magnus hasta casi arrancarla. Quien los viera en ese momento, diría que están en los géneros incorrectos. 

Ambos sin camisa, ambos besandose, ambos entregandose como la primera vez solo que sus cuerpos ya se conocen, ya saben cómo y dónde tocarse para que sus párpados se cerrasen en goce de sentir como el universo explota y se vuelve a crear en ese cuarto de hotel. Alec se derretía en el calor que le proporcionaba el cuerpo de Magnus, mientras arañaba la espalda rogando por aire y se dejaba llevar por la unión de sus cuerpos.

Quizas fueron horas, minutos o una eternidad. Quizás su amor no duraría por toda la vida terrenal, pero sí lo haría hasta que sus corazones dejaran de latir, hasta que la memoria de algún conocido se perdiera, tal vez sus descendientes no sepan quienes fueron Magnus Bane ni Alexander Lightwood ni mucho menos les importe lo trascendental que fue su amor para aquel mundo cruel lleno de injusticias. Pero todo eso no importaba ahora, no importaba mientras ambos se amen, mientras ambos se miren a los ojos mientras la belleza del cuerpo va perdiendo la lucha contra la edad y no tengan la misma vitalidad de antes, no impotaba que los demás los tomaran como una simple pareja más que se toma de la mano en el hospital mientras recuerdan su amor, y uno de ellos derrama lágrimas al saber que su pareja le dedica su última mirada, su última sonrisa. 

  — Te amo.

Y él lo besó, mientras le dedicó su última exhalacíon y el último látido de su corazón. 




Malec (One Shots) #MalecAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora