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Regina

No podía respirar. Algo me apretaba el pecho y no podía respirar por completo.

Abrí los ojos y lo vi. La vi.

-Estás aquí...- Murmuré para mi misma.
Estaba allí. Ya no tenía miedo a nada, sabía que iba a superarlo. Porque tenía a Emma.

-Regina...- Sujetó mi mejilla con su mano. -¿Te encuentras bien?-

-¿Dónde estamos..?- Murmuré.

-En el hospital. Aquí estás a salvo, te lo prometo...- Apretó fuertemente mi mano. -Lo siento...lo siento muchísimo...-

-Estoy bien, Emma...- Negué sin fuerzas.

-Perdóname, tendría que haber sido yo...- Hizo un gran esfuerzo por no ponerse a llorar.

-Lo prefiero a la inversa.-

-Me da igual lo que digas, tú no te lo merecias.-

-¡Mamá!- Entró Henry y corrió a abrazame.

Casi me pongo a llorar otra vez al sentirlo entre mis brazos.

-Por favor, dime que te dejó al menos una manta...-

Él asintió y yo hice lo mismo.
Me incorporé con ayuda de la Salvadora y sentí el calor de sus brazos. Echaba en falta ese calor.

Me dieron el alta por la tarde. Emma me vació el armario para que decidiera qué ponerme y a cambio tuvo que cargar con las bolsas al volver a casa.

-Ya subo yo a dejar las bolsas.- Se ofreció. -No subas las escaleras.-

-Emma, es solo una torcedura.- Recordé.

-Me da igual.- Lo hizo de todos modos.

Yo suspiré una sonrisa. Dios, como la echaba de menos...

-Mamá...- Pronunció Henry cabizbajo. -Siento mucho haberme ido de allí sin ti...-

-¿Que? No...- Me agaché a su altura. -Hiciste lo que debías...-

-Pero...-

-Pero nada.-

-Podría haberte ayudado.-

Me dio un vuelco el corazón. -Henry, me ayudaste... Si no se lo hubieras contado a Emma, no me habrían encontrado...-

-Pero yo...-

-Me salvaste, Henry... Fuiste mi pequeño príncipe...- Se abrazó a mi con fuerza. -No lo dudes, jamás...-

-Perdona...-

>>Tres meses después...

○Emma○

¿Finales felices? Que curioso, nunca llegué a creer realmente en ellos, pero fueron lo único que ansié durante años.

Esa mañana abrí los ojos poco a poco, sintiendo un peso que debió de ser el causante de que me faltara el aire en mi sueño. En seguida distinguí la figura de la alcaldesa, que más que tumbada a mi lado, había acabado aferrada a mí. Sentí su respiración en mi costado, bajo mi brazo derecho. Sus ojos seguían cerrados, pero se movían con rapidez bajo los párpados. Toda la casa olía a ella, y era maravilloso.

Nunca acabaría, ¿verdad?

Besé su frente y eso la hizo despertar entre murmuros.

-¿Qué hora es?- Mustió.

-Hora de levantatse.- Respondí en una sonrisa.

-¿No podemos quedarnos así un poquito más?-

-Claro.-

Cada mañana el mismo ritual. Cada mañana tengo la suerte de que lo primero que veo al abrir los ojos, sea su rostro.












Se acabó la historia, amigos😆. Pronto empezaré con otra. Espero que os haya gustado😉.

Lost GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora