6.LA LUZ DE LA LUNA

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  Cuando Gerard llegó a la terraza de Frank, volvió a tomar su apariencia más o menos humana y revisó la habitación a través del cristal. Frank dormía plácidamente en su cama. Al menos eso le indicaba el pequeño bulto que había en ella.

Sabía que podía travesar la pared y despertar a Frank, o alimentarse de él aprovechando que dormía... Gerard sacudió la cabeza para ahuyentar esa idea de su cabeza. Quizás era mejor irse. De todos modos, aún no entendía qué pretendía yendo allí. Algo le había empujado a ello. Un deseo, quizás. Pero ¿por qué? ¿Cuál era su intención con Frank? ¿Averiguar por fin por qué le parecía recordar su rostro, quizás?

Al fin el vampiro se decidió. Era arriesgado, pero algo debía hacer. Aquel muchacho había logrado despertar realmente su curiosidad.

  Frank se estremeció en medio de las sábanas. Medio adormilado, le pareció volver a oír el ruido que por fin consiguió arrebatarlo de los brazos del sueño.

"Toc, toc". Venía del cristal de la ventana. Sobresaltado, molesto pero de algún modo esperanzado, se giró mientras se frotaba los ojos para poder ver mejor.

Al acercarse, pudo ver perfectamente el apuesto chico que le había visitado la noche anterior. Bueno, "chico" o lo que fuera que fuese. Esta vez llevaba una de las típicas capas que solían llevar los vampiros de las novelas.

El corazón le latía desenfrenadamente cuando vio la seña de "sal" que le hizo el desconocido. Con los nervios a flor de piel, abrió la ventana.

Tampoco era para tanto. Seguro que en realidad era un chico normal y corriente. Aunque, si era así, ¿cómo demonios había llegado hasta ahí? Frank juraría haberle visto huir volando en forma de murciélago.

Aun teniéndole delante, no consiguió articular palabra alguna. Era como si la gélida temperatura del contrario se hubiera trasladado a su sangre también.

Gerard tampoco se atrevía a decir nada. Ahora ya no estaba tan seguro de qué estaba haciendo allí.

  —Hola —fue lo único que salió de la boca del más alto.

A causa de eso, Frank pudo ver los afilados colmillos del visitante, cosa que le asustó aún más.

  —¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —soltó Frank, más asustado que nunca.

  —Me llamo Gerard.

  —Eres un... ¿verdad? ¿A que eres...? —Gerard no podía sentirse más culpable al oír la voz temblorosa de Frank—. ¿Esto me lo hiciste tú? —el chico más bajo señaló los dos puntos en su cuello.

  —Sí —admitió el otro.

Frank se apartó inmediatamente y empezó a vomitar las palabras, en pleno descontrol.

  —No... No puede ser, los vampiros no existen, esto es una broma de mal gusto. Esos colmillos son falsos, yo... ¡Has venido a morderme otra vez! Vas a hacer que muera desangrado, ¿verdad?

Gerard se alarmó ante el hecho de que Frank alzara la voz cada vez más. Seguramente no era el único que vivía en esa casa, y lo último que le faltaba era que alguien más le descubriera.

En menos de una milésima de segundo, el vampiro tapó los suaves labios de Frank con sus manos heladas, lo agarró de la cintura y de un salto se lo llevó envuelto en su capa hasta la azotea de un edificio abandonado.

  Tan pronto como Frank volvió a sentir algo firme debajo de sus pies, reaccionó corriendo para huir de al que ahora consideraba su secuestrador, aunque se detuvo justo antes de llegar al borde de la azotea para no caer al vacío que llevaba a la carretera repleta de coches circulando de Nueva Jersey.

VAMPIRES WILL NEVER HURT YOU (Spanish)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora