13.PILLADO

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  Gerard abrió los ojos lentamente. Casi gritó al notar algo quemándole el hombro. Los primeros rayos de sol empezaban a entrar por la ventana. Se apartó rápidamente acercándose hacia la pared, donde la luz no llegara.

Se sobresaltó al ver ese cuerpo durmiendo a su lado. Pero luego reconoció que era Frank. Observó cautelosamente el lugar donde se encontraba. Sin duda era la habitación de Frank. Luego lo recordó todo. Debió haberse quedado dormido ahí la noche anterior.

Se frotó los ojos, pues le costaba ver en medio del ambiente diurno. Una vez su mente estuvo un poco más despierta, su cabeza empezó a trabajar mil por hora.

No había ido a dormir con los de su clan. ¿Qué les diría? ¿Cómo volvía, ahora? ¿Se enfadarían? Bueno, eso era seguro pero, ¿y si llegaban a desterrarle?

  En ese momento, Frank se despertó, descubriendo esa maravillosa persona con la que había estado soñando toda la noche a su lado.

  —¿Has dormido aquí? —fue lo primero que preguntó. Luego observó la expresión severa de ese Gerard y se alarmó—. ¿Qué ocurre, Gee?

Gerard le explicó los motivos de su preocupación. Aunque algo estaba claro, no podía volver a su cueva ahora a no ser que quisiera terminar convirtiéndose en vampiro frito.

  —Mira, yo tengo que ir al instituto —dijo Frank— pero no puedes quedarte aquí hasta el anochecer porque es muy probable que mi madre te descubra. Vamos a hacer una cosa, como ahora mismo ella está durmiendo y mi padre ya se ha ido a trabajar, puedes estar por aquí mientras desayuno antes de marcharme.

  —¿Tendré que ir al instituto contigo?

  —Eso no es la mejor opción. Pero está claro que tendrás que salir de casa. Luego pensaremos donde te puedes quedar, ¿vale?

  Así lo hicieron. Después de que Frank completara su rutina diaria, le proporcionó una sudadera con capucha al vampiro para que se protegiera del sol.

  Una vez en la calle, miró desesperado la soleada calle. De repente, pero, Frank recordó uno de los impresionantes hechos acerca de los vampiros que Gerard le había contado.

  —Puedes transportarte a través de las sombras, ¿no?

Gerard asintió:

  —Pero no podré hacerlo delante de otra gente, de lo contrario levantaría sospechas. No es un movimiento demasiado sutil, ¿sabes?

Entonces Frank, impaciente por ver la demostración, le pidió que lo intentara.

Para empezar, Gerard debía estar ya debajo de una sombra, así que se colocó la capucha y corrió hasta estar debajo del árbol más cercano. Estaban todos puestos en línea, de modo que las siguientes sombras estaban totalmente disponibles y a una distancia ideal.

Frank vio con sus propios ojos como el vampiro pareció fundirse en la sombra del árbol en el que estaba y, a una velocidad vertiginosa, volver a emerger a través de la sombra del siguiente árbol. Maravillado, indicó a Gerard que continuasen andando. O teletransportándose, en el caso del segundo.

  Todo iba bien hasta que llegaron a la calle más transitada del pueblo. Ahí Gerard no iba a poder usar sus habilidades, no delante de toda la gente que había ahí. Como además tenían prisa para que Frank llegara a clase a tiempo, empezaron a correr pasando por debajo de todos los balcones posibles, pues el vampiro tenía el cuerpo bien cubierto pero cada milésima de luz que pudiera tocarle accidentalmente algún trozo de piel de la cara ya era una quemadura asegurada.

Justo entonces Frank tuvo una idea. Le contó a Gerard que, un poco más lejos del instituto, se hallaba un parque con un pequeño árbol en medio. Ahí podría esperarle hasta que terminaran las clases. Aunque fueran corriendo, el chico iba a llegar tarde, pero en ese momento eso era lo que menos le preocupaba.

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  Las horas pasaron lentas, para Gerard. Ahí, solo en medio del solitario parque. De vez en cuando tenía que moverse y cambiar de posición para asegurarse de que no le tocara la luz y que ese no muy alto pero espeso limonero le protegiera. Al menos eso le había permitido poderse quitar la sudadera y los guantes que tanto calor le habían generado en medio de esa cálida mañana.

  Tuvo mucho tiempo para pensar. En él y en Frank. Sobre todo y sobre nada.

Sus sentimientos hacia Frank eran inevitables. Sabía que no era normal que un vampiro sintiera pero, ¿qué había de malo en ello? Si se había puesto enfermo era por no comer, no porque amara a Frank. Aunque eso le estuviera volviendo loco y haciéndole pensar cosas que no debía.

Porque hablando de comida... Ahora que había tenido la oportunidad de saborear la sangre de Frank por segunda vez, no podía negar que anhelaba una tercera. Aunque después de aquella... No habría más sangre de Frank. Pero sí más Frank y su compañía por el resto de su vida. Sin necesidad de esconderse, sin que les juzgaran.

Podrían pasar todas las noches que quisieran juntos y dormir juntos sin temor a que les echasen de ningún clan, porque podrían buscar su propio hogar donde pasar el resto de sus días.

La presencia de esos pensamientos eran cada vez más frecuentes en la cabeza del vampiro.

  No sabía qué hora era, pero el cielo ya empezaba a oscurecer, aunque en esa época del año eso ocurría temprano por la tarde. Al cabo de lo que para él fue una eternidad, niñes y chiques de la edad de Frank o incluso mayores empezaron a pasar caminando por delante del parque. Gerard aguardó impaciente, esperando a que apareciera aquel chico que le había robado el corazón.

Finalmente, un rostro conocido apareció justo delante suyo.

  —Volvamos a casa, ya.

Pero Gerard no se alegró de su presencia, ni de su expresión. Y aún menos del tono severo de su voz.

Se había vestido como una persona normal, y era evidente que había llegado hasta ahí andando, pues ya habían podido empezar a salir a causa de la ausencia de luz.

  No era Frank, quien tenía delante en esos momentos.

Era Synna, la jefa de su clan.

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VAMPIRES WILL NEVER HURT YOU (Spanish)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora