3. Dicotomía de la oscuridad

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Observo cómo la bañera se vacía del agua sucia y roja que hace segundo recorría mi cuerpo, sin poder limpiarme de ningún pecado. Seco mi piel y cabello sin la ayuda de Malena, que fue a buscar ropa vieja para que use como pijama. Hace tanto no uso uno, siempre tenía que estar vestida con algún uniforme, apenas podía dejar los zapatos a centímetros de mí.

Contemplo mi cuerpo desnudo en el espejo y sé que probablemente sería capaz de salir a recorrer la ciudad así. Miro mi rostro y por un segundo no me reconozco, quizá sea el ambiente que me rodea, el tono tibio y amarillo de la luz dentro de este cuarto. Realmente desearía ser otra persona.

Malena da tres golpes en la puerta e ingresa, intenta no mirarme con horror pero cierta sorpresa se escapa en su mirada al observa mi delgadez y otros cortes que hay en mi piel, más allá de aquellos que están en mi espalda. Luce como si estuviera a punto de llorar. Estiro mis brazos hacia ella para agarrar la ropa que me trajo y comenzar a vestirme.

—¿Qué no te hicieron? —Un tono de compasión resuena en su voz al hacer la pregunta pero también oigo lástima.  Demasiada lástima. 

Dudo sobre qué responder, sinceramente no quiero volver a recordar todo lo que atravesé puertas adentro en el Instituto Bourg pero de algún tengo que brindarle calma a esta señora, que me ofrece calidez familiar sin saber acerca de los crímenes que cometí durante tres años.

—No me violaron. Ni las autoridades ni los otros estudiantes. —Apenas me alcanza la ropa usada sus manos se dirigen a su pecho, como si quisiera detener una enorme aflicción.

—¿Los otros estudiantes? —Estima a decir en un volumen muy bajo, tratando de manejar el terror que cada comentario mío produce en su mente.

—Éramos treinta y tres, contando al último grupo de ingresantes y descartando a aquellos que murieron hasta el momento en que la atención de todo el mundo se enfocó en uno de los nuevos estudiantes. —Trago saliva al recordar a Gabriel y cómo me ayudó a huir, soportando los golpes de Jeremías a pesar de todo lo que le dolía su cuerpo.— Todo surgió a partir de un plan para atrapar a un asesino, pero el creador de ese plan se terminó convirtiendo en uno al disfrutar cómo la sangre recorría los pasillos de ese edificio.

Narciso puede que esté desesperado buscándome o puede que no, no siempre mostró interés en mí pero sé que gozaba al vigilarme mediante las cámaras colocadas en mi habitación, le gustaba ver cómo besaba a las chicas del instituto y cómo maté a algunas de ellas. Siempre el mismo juego: el jefe disfruta y el esclavo ejecuta.

Me pregunto qué será de Isael, si está vivo o no, si es que Gabriel se atrevió a decirle "Adiós", una palabra que jamás hubiera salido de mi boca, especialmente porque Isael me protegió tanto como pudo, fue mi mejor amigo dentro del horror. Le perdonaría los cortes que hizo en mi cuerpo, sé que eran para evitar matar. Él estaba intentando ser alguien normal pero los hermanos Rousseau lo torturaron de todo modo posible.

—Por favor, no me haga hablar más de esto. —Una lágrima empieza a caer por mi mejilla izquierda.— Por esto perdí amigos, perdí mi vida anterior... Perdí gran parte de mí. ¿Entiende? Podría matarla pero al mismo tiempo sé que no debo y no deseo hacerlo pero ante la presencia de quienes me capturaron usted ya estaría degollada en el pasillo.

—Agnes, no te entiendo y no quiero hacerlo, tampoco llamaré a la policía y no haré una denuncia en tu contra, pero conocemos a alguien que trabaja en la comisaría con quien hablarás. —Casi me arrodillo ante ella para suplicarle por misericordia cuando nombró la palabra "policía" pero su conocido no puede ser tan malo si ellos son amables de esta manera conmigo.— No me interesa si te niegas, pero hablarás con él, te ayudará a irte de acá.

—¿Qué tan segura puedo estar de eso? ¿Cómo puede confirmar su ayuda? ¿Qué tan bueno es y qué tanto lo será conmigo? —Pierdo un poco de aire al hablar tan rápido y la desesperación consume una parte del oxígeno que nos rodea.

—Simplemente lo sé, pero realmente no quiero tenerte en mi casa. No sé si lo que me dices es verdad y puede que estés haciendo una trampa. No quiero que lastimes a mi familia. —Su tono se vuelve firme, parece que me estuviera reprochando pero yo sí la entiendo a ella, o al menos eso intento.

—Opino lo mismo que usted. —Me animo a decir y comienzo a vestirme. La suavidad de la tela me acaricia la piel y ayuda que me relaje.

—Te prepararé algo para comer y así descansas. Mañana llamaré a nuestro amigo. —Agrega Malena y gira para salir.— ¿Sin carne, no?

—Sí, sin carne. —Respondo y continúo vistiéndome. La ropa me queda holgada pero no me molesta, me resulta mucho más cómoda de esta forma. 

Me coloco frente al espejo, mis ojos castaños muestran culpa y miedo y mi postura cansancio. Empapo mi rostro con agua fría, tratando de respirar mejor mientras que me abrazo para apañar la soledad producto de estar lejos de mi ciudad natal. Una sensación de enojo hace que presione mis dedos contra el lavabo, quiero partirlo a la mitad y gritar pero estoy en casa ajena. No debo lastimarlos. No. Me abrazo de nuevo y lloro. Sólo quiero volver a dónde pertenezco.

Alguien golpea dos veces la puerta, me seco la cara y decido salir. No me puedo pasar todo el tiempo encerrada en el baño. La manija se mueve de ambos lados y un joven de veinte y pico de años ingresa atropelladamente pero se detiene al verme. Sus labios forman una "o" de la sorpresa que le causa verme. Una completa desconocida en su hogar, usando ropa de su madre y los ojos rojos de llanto.

Lo empujo con delicadeza y sin presionar mucho mis dedos sobre su brazo derecho, mis pies tocan el suelo frío del pasillo y cierro la puerta detrás de mí. Bajo las escaleras preocupada por el hecho de que ese chico, seguramente hijo de Malena y Roberto, tiene el mismo peinado que Isael.

Agnes [Normales Spin-Off #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora