5. La última gota de sangre

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Mucho no pude hacer luego de haber terminado de cenar junto a Nicolás, bajo la determinada mirada de Roberto y Malena: miré una hora completa de televisión luego de tres años de haber olvidado como las voces se escuchan chillonas a través de los parlantes y me ayudó a recordar la cantidad de cirugías plásticas que cualquier hombre o mujer se hace con tal de figurar en algún programa de chimentos.

Hice zapping, no logré mirar más de cinco minutos ningún canal, necesito suministrarme con los hechos que suceden en el mundo actualmente, tengo que consumir cada color que revela la pantalla y alimentarme de otros sentimientos diferentes al odio y la constante necesidad de matar. Hay tanto para saber y tanto tiempo tuve que perder.

Los escuché hablar acerca de mí, los susurros no eran muy bajos y fue más que obvio que Nicolás se negó rotundamente a dormir en su cuarto por sus dudas sobre quién soy, pero todas las preguntas que les hizo a sus padres ninguno fue capaz de responderlas, simplemente porque los tres tienen las mismas incógnitas. Malena le repitió varias veces que su amigo policía los ayudará mañana temprano, aún así costó que él entendiera que mostrarme misericordia y bondad eran las dos mejores herramientas para evitar que los lastime.

Ahora Nicolás está compartiendo la habitación conmigo mientras utilizo la cama que pertenecía a su hermano mayor, Augusto, y que en tamaño me queda perfecta para estar cómoda y poder dormir tranquila durante esta noche. El aire proveniente del ventilador ayuda a calmarme y nivelar la temperatura de mi cuerpo que en cualquier momento podría sufrir un ataque de nervios o ansiedad.

Nicolás se encuentra jugando con su celular e ignora mi presencia al usar sus auriculares con la música a un volumen muy alto. Miro su aparato telefónico y lo concentrado que él está en el juego, jamás pensé que llegaría el instante en que la tecnología avanzaría tan rápido y el ser humano se quedaría en el tiempo. Más allá de eso, puede que lo esté incomodando con mi intensa observación sobre él pero me resulta tan extraño ver a un joven no estar planificando su próximo crimen.

—¿Tengo algo en la cara? —Pregunta de repente y sé que sería en vano darle una explicación, así que sólo me percato de hacerle una pregunta simple.

—¿Qué canción estás escuchando? —Digo para su sorpresa, aunque en la expresión de su cara percibo que de cierta manera sabe que estoy mintiendo.

—Ninguna en especial, sólo es música al azar, no sé los nombres. —Contesta sin ganas, seguramente está intentando que pierda el interés. Es una lástima que no me conozca.— ¿Algo más? —Me gustaría decirle que no tiene necesidad de ser grosero porque ya sé su opinión sobre mí, pero, sin embargo, me callo.

—Oh, de acuerdo. —Estimo a decir simplemente para molestarlo. Vuelve a colocarse los auriculares y permanecer en su aura de ignorancia. Giro para mirar el techo celeste y verde mal pintado, quiero reírme de ese simple detalle pero no me es necesario que me califique de loca a esta tan corta altura.

Intento corregir las lineas de pintura dentro de mi mente para probar con que el sueño llegue al fin y pueda ser capaz de disfrutar mi primera noche de sueño en paz, tras haber pasado tres años en Bourg. Allá nunca sabía si Narciso me obligaría a despertarme en plena madrugada para desangrar un cadáver en la bañera de mi habitación.

Espero que no me lleve tanto tiempo olvidar todo lo que me mandaban a hacer dentro del instituto, por lo menos que no pase la cantidad de años que estuve encerrada. Y todavía, aún en este preciso instante, no tengo la menor idea si tendré pesadillas, y si es que las voy a tener, no sé cómo serán.

Oigo vidrio romperse y miro la ventana a mi costado derecho para saber si acaso fui yo es mi estado de nervios, pero no, no tiene rasguño alguno. Me siento en el borde de la cama para estar más atenta y casi en un impulso me dirijo hasta la puerta en un completo sigilo, sin siquiera captar la atención de Nicolás, cuya música se oye más fuerte ahora.

Abro la puerta intentando no hacer ruido y comienzo a asomar mi cabeza hacia el lado del pasillo lentamente. La falta de luz puedo considerarla una ventaja debido a mi costumbre nocturna de merodear en los pasillos de Bourg. Me quedo aquí para saber si sólo fue un sonido fortuito a causa de un gato o si se trata de una persona ajena a la casa, más ajena que yo. Pero no vi ni solo un gato en las últimas horas.

Ingreso me cabeza de vuelta en la habitación y le hago señas a Nicolás para que me mire. Desisto de mi posición en alerta para acercarme a él y lograr que me preste atención. Por el rabillo nota que estoy caminando en su dirección y detiene tanto la música como el juego.

—¿Qué sucede ahora? —Por suerte el tono de su voz es bajo para que no sea escuchado en la planta baja de la casa. Revoleo mis ojos, no puedo evitarlo, pero me percato de hablar.

—Llama a la policía, di que hay un intruso en tu casa y despierta a tus padres mientras lo detengo. —El asombro de su cara parece estar a punto de llevarlo a la risa, ya está creyéndome demente así que regreso hacia a él, tapándole la boca.— El intruso no soy yo y, si lo fuera, ninguno de ustedes tres estaría vivo. Llama a la policía, por favor.

Me aclaro la garganta, olvidando el tono autoritario de voz que acabo de usar para darle una orden a Nicolás y salgo cautelosamente del cuarto. Afortunadamente, el tacto de mis pies sobre el suelo de madera no se oye y me permite continuar hasta el principio de la escalera. No distingo algún objeto a mi alrededor que pueda usar como arma de defensa ante el desconocido.

Bajo cada escalón agachada para que me sea más fácil ver al intruso con más rápidez, más allá de que eso le asegure a esa persona que yo sea un mejor objetivo para quitar del camino, a menos que sólo sea un robo. Veo el jarrón hecho pedazos al final de la escalera y cerca de éste un tubo de plástico que contiene un par de paraguas dentro del mismo.

Antes de seguir enfocada en agarrar uno de esos objetos, coloco mi atención en las habitaciones siguientes  y el ambiente lúgubre que las rodea. Oigo el delicado sonido que el seguro de un arma realiza, el cual conozco a la perfección. Me arrodillo aún más, el sujeto dispara y la bala queda incrustada en la pared. Realiza otro disparo hacia mí pero las barras de la baranda de madera son mi actual escudo.

El intruso tratar de disparar por tercera vez pero comienza a quejarse por el hecho de que la pistola se trabó, así que desciendo rápido para alcanzarlo. Tomo un paraguay por la parte de la tela y corro hacia él, sin que me importe tener trozos de vidrio en las plantas de mis pies. Mi velocidad se detiene pero continúo, el hombre mueve sus brazos intentando golpearme, lo esquivo sin caer al suelo.

Una lágrima cae por mi mejilla debido al dolor en mis pies, pero no me detengo. Giro hacia la espalda del sujeto y le proporciono un fuerte golpe en su cabeza, sólo para observar como choca contra el piso y causa un mayor estruendo que sus disparos. He sobrevivido otra vez.

Agnes [Normales Spin-Off #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora