Estuve encerrada ahí por media hora, hasta que finalmente Helena me convenció para que salga. No lo volví a ver desde que regresé a la oficina de Murcia para hacer la denuncia y luego retornar a la casa de los Martínez. No temí hablar en contra de Barceló, después de todo lo que atravesé, su presencia sólo me fortaleció. A través de las lágrimas, pero ahora soy más fuerte.
Desde que llegamos a la casa estoy sentada sobre unos almohadones en el pequeño ático, el cual tiene una ventana que da hacia la calle. Estuve vigilando cualquier movimiento extraño, con los nervios latiendo a través de todo mi cuerpo, ansiando ver algún error por parte de Barceló, pero asumo que debe tener mucha experiencia por la cantidad de años que lleva en su oficio.
Un vehículo rojo se detiene lentamente frente al jardín de entrada y de éste proviene música electrónica a un volumen muy alto. La puerta del copiloto se abre y de allí sale Nicolás, riendo a carcajadas. Dice algo que no entiendo hacia la persona que se encuentra manejando. Uno de los acompañantes que está en la parte trasera del automóvil baja la ventanilla y lo señala, como si lo culpase de algo, pero ambos ríen.
Malena me contó que su hijo está cursando el tercer año de la carrera de Relaciones Internacionales, en la Universidad Nacional de Alejandría. En el país existe una única sede dónde se puede realizar dicha carrera, la cual se halla a una hora de aquí y se encuentra en mi ciudad. Al parecer no estoy tan lejos de casa como siempre creí. Podría simplemente caminar, sin importar cuánto tarde en llegar, pero el hecho es si es que tengo la oportunidad de llegar con Barceló enterado de mi libertad y ubicación. Mi mayor esperanza ahora es que no les haga daño a los Martínez por mi culpa.
Nico cierra la puerta del auto, gira mientras saluda a sus amigos alejarse. No me cuesta mucho percibir cómo cambia la expresión de su rostro y su postura al mirar hacia su hogar, supongo que esa actitud también la causé yo. No es agradable estar provocando tales sensaciones, pero tengo la gran fortuna de haber tocado la puerta indicada.
El sonido de un golpe me despierta de mi observación, me doy cuenta que fue el libro que acaba de caerse de mis manos. El nombre que aparece en la portada dice "Poesías sin sentido" y su autor es Anónimo. Con lo que he leído hasta ahora, entiendo por qué ni siquiera usó un seudónimo para que lo identifiquen.
El sonido de un golpe me despierta de mi observación, me doy cuenta que fue el libro que acaba de caerse de mis manos. El nombre que aparece en la portada dice "Poesías sin sentido" y su autor es Anónimo. Con lo que he leído hasta ahora, entiendo por qué ni siquiera usó un seudónimo para que lo identifiquen. Aunque la frase de introducción, del poeta T. S. Elliot, me ha gustado: "En mi comienzo está mi final". No sé por qué, pero siento que me identifica.
Hojeo más el libro para hallar algún otro título que capte mi atención, pero es en vano, toda esta mezcla extraña de palabras sólo logra disgustarme. Oigo voces debajo de mí, parece que Malena y Nicolás están hablando, pero sus palabras no me son claras. Escucho pasos alejándose y de pronto la puerta del altillo, ubicada a dos metros de mí, se abre. Giro para saber de quién se trata y Nico asoma su cabeza, haciendo que nuestras miradas se encuentren.
—Hola. —Decimos al mismo tiempo y él sonríe.
—¿Cómo estás? —Le pregunto mientras él ingresa y se acomoda en uno de los almohadones que le alcanzo.
—Un poco cansado, tener una materia durante cuatro horas seguidas no es lo mío. —Comenta, frunce el ceño y bosteza.
—Y el hecho de no dormir bien tampoco te ha ayudado. —Intento sonreír, pero el recuerdo de lo sucedido durante la noche inunda la mente de ambos. Pienso en preguntarle otra cosa y aunque no se me ocurra un tema su cara me advierte que quiere decir algo relacionado a lo que ocurrió hoy en plena madrugada.— ¿Qué pasa?
—No te agradecí por lo que hiciste, nos salvaste. —Pasa la mano por su cabello castaño, evitando mirarme.
—Lo hiciste, me abrazaste cuando ni siquiera sabía que lo necesitaba. —No sé como es una expresión facial de agradecimiento, así que sólo espero que mis pocas palabras hayan alcanzado.
—De acuerdo. —Hace una pausa breve.— Pero ha sido mucho más que eso, tu nos has salvado la vida, aquel hombre estaba armado y si no te dabas cuenta del ruido, nos hubiera matado a todos probablemente.
—Sólo si alguno de ustedes me hubiera defendido porque ese hombre sabía que yo estaba aquí y vino a buscarme. —Sus ojos se agrandan al escucharme, llenos de sorpresa.
—¿Cómo sabes eso? —Se acerca a mí como si él fuera un niño y yo alguien a punto de contar un cuento.
—Hoy, mientras declaraba junto a tus papás por los dos casos, lo que ocurrió acá y lo que viví en el Instituto Bourg, Murcia nos mostró fotos de la ropa que tenía puesta el hombre que ingresó acá. —Cierro los ojos, respiro con lentitud para no alterarme y continúo hablando.— Los bolsillos de su pantalón y camisa tenían bordado la insignia del lugar.
Nicolás se tapa la boca, el asombro seguramente lo ha colmado como a mí al ver esas fotografías y descubrir una verdad aterradora: están en todos lados, no importa si son soldados como el intruso, o generales como Barceló, ellos están. Tampoco me interesa mucho dónde, sólo van a esperar a que baje la guardia y así llevarme de regreso al instituto.
—¿Cómo te sientes al respecto? —Realmente, tras el abrazo, no me sorprende que Nico me pregunte eso. Si tal vez lo conociera más, no parecería raro que él haga este tipo de preguntas.
—No quiero saberlo. Me voy a conformar con el hecho de que sigo sintiendo después de todo. —Quiero sonreír de nuevo, pero no lo logro.— Ojalá esto fuera una de esas películas en las cuales todo se arregla tan fácilmente y la víctima gana.
—Las películas han cambiado. —Agrega él y supongo que tiene razón.— Pero en ellas sigue ocurriendo lo mismo: al final siempre hay un beso.
—Estoy segura de que en esta historia habría un beso entre nosotros, —Digo y él simplemente ríe muy bajo.— si es que yo no fuera lesbiana. —Tanto la expresión de su rostro como su postura corporal cambian por completo.
Hay otro detalle que Rousseau no inculcó en mí, pero que lo ha usado para satisfacer las fantasías sexuales de quienes me observaban: mi lesbianismo. Si bien he dicho que soy virgen a todo alumno que cruzase ahí dentro, la verdad es que sólo tuve sexo con chicas a las que luego debía matar. El mundo del placer puede ser mortal y ese mundo ha sacudido mi cuerpo.
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Agnes [Normales Spin-Off #1]
Mystery / ThrillerAños después de haber sido perseguida y secuestrada por Narciso Rousseau para estar encerrada en el Instituto Bourg, Agnes, una joven de 19 años idea un plan para su huida mientras el director del establecimiento pone su completa atención en uno de...