4. Silenciar la culpa

221 49 0
                                    

Mi mente está atenta a lo que acabo de ver, pendiente del corte de cabello de ese chico. Tal vez sea posible que Isael no sea el único que lo tenga, de hecho es lo más lógico. Me sostengo de la baranda de la escalera para no caerme ante la confusión. Pensar más sobre todo lo relacionado con el Instituto Bourg, Rousseau y Gabriel me hará peor.

Cierro los ojos por un segundo para evitar marearme. Inhalo y exhalo aire para liberarme de los nervios que recorren mi cuerpo. Me apoyo sobre la pared para poder respirar mejor, abro los ojos y decido continuar descendiendo. Tanteo la baranda para no perder el equilibrio. Intento pensar en la situación que estoy ahora, medianamente fuera de peligro y abrazando la posibilidad de no regresar a Bourg jamás.

No sé en qué parte de la casa se encuentra la cocina y esa debe ser la razón por la cual el esposo de Malena está esperándome al final de la escalera para guiarme hasta la habitación. En el hombre logro ver un gran parecido con el chico que acaba de ingresar en el cuarto de baño. El color de ojos de ambos es el mismo, incluso la expresión de confusión es idéntica.

Le sonrío al señor como una señal de agradecimiento y él reacciona de la misma manera, lo cual me alivia bastante y me hace sentir sana y salva. Extiende su brazo hacia mí al notar el temblor que controla mis piernas. Caminamos a la par como si estuviéramos yendo hacia el altar pero sólo nos dirigimos hacia la cocina.

No huelo nada siendo cocinado, tampoco puedo esperar ó pedir que lo hagan cuando aparecí de la nada y menos de la forma en que lo hice. Una sala tres veces más grande que el baño se hace presente tras un marco de madera blanca, está totalmente iluminada y llena de estantes con una gran variedad de ingredientes. Una esquina es ocupada por una heladera metálica de dos puertas. Intento disimular mi asombro al ver todas las cosas que hay acá, pero por la expresión de Malena, no soy buena lográndolo al parecer.

Ella se ríe muy bajo y no puedo evitar hacer exactamente lo mismo. Roberto me indica un lugar para que me siente mientras espero lo que sea que esté preparando Malena. Observo mis manos y las uñas arruinadas que quizá no vuelvan a crecer.

—Seguramente ya te cruzaste con nuestro hijo, Nicolás el apurado. — Comenta Roberto y me alcanza un vaso con agua.

—Si, lo hizo. —Una voz masculina dice detrás de mí. Giro para observar a Nicolás con más precisión y detenimiento, sin vergüenza e intentando buscar algún otro parecido con Isael pero no hallo nada en todo su aspecto a parte de su cabello. — ¿Quién es?

—Agnes. —Respondo con timidez, pero sin quitar la mirada sobre él. Quiero que siento inquietud con mi presencia aunque creo que limpia y usando ropa de su madre, estoy muy lejos de lograrlo.

—Estará de tránsito por un par de días en casa. —Agrega Malena, mintiéndole a su propio hijo.— Murcia nos pidió un favor que le debíamos y ahora ella está acá.

—¿Sos una testigo protegida? —Pregunta repentinamente Nicolás, sentándose cerca de mí. 

—De cierto modo. —Estimo a contestar. Su ceño se frunce ante mi respuesta pero no voy a agregar nada, solamente podría arruinar la mentira que su madre recién creó. La observo, intento interpretar lo que me quiere decir con la mirada, pero únicamente sé que debo callar.

Al caminar hasta a mi sitio, Malena trae en sus manos dos tazas soperas y por lo que logro distinguir se trata de alguna clase de ensalada. Nos sonríe, miro a Nicolás y continúa mirándome fijamente mientras que intento no demostrar la incomodidad que eso me provoca. Durante los últimos años he sido experta en ocultar mis emociones casi todo el tiempo y ahora ante la mirada de alguien ajeno al otro mundo que pertenecí me inquieta en demasía.

—Nico, no la mires así. —Dice Roberto, haciendo que nos sobresaltemos los dos. — No pasó por un buen momento, lo menos que le falta es que la hostigues.

—Es una desconocida, no puedo hacer otra cosa. —Comenta él y levanta una ceja. — Apuesto que ustedes ni siquiera conocen la mitad de la mitad de lo que atravesó. —Suena como si me estuviera desafiando a contraatacar sus palabras y yo apenas sé derrotar. Es lo único que aprendí en los últimos tres años.

—Y ninguno lo sabrá. —Malena coloca el tazón frente a mí con un poco de nervios. Quita la mano y rápidamente se dirige hacia Nicolás. — Estarán a salvo de esa forma.

Todo lo que se escucha es puro silencio. Pocas veces en mi vida he presenciado una reacción así luego de decir la verdad. Extraño las actitudes de mi familia porque siempre tenían las palabras exactas para hablar después de mí, y acá me encuentro con una madre que le miente a su hijo por una desconocida. 

—Fui secuestrada hace tres años y hoy pude huir. Eso sucedió. —Hablo en tono alto para intentar asustarlo o que por lo menos sienta algún escalofrío y yo pueda sentirlo, pero queda atónito ante mi comentario. — Créeme que no vas a querer ningún detalle de todo lo que me hicieron y de todo lo que me obligaron a hacer.

Dejo de mirarlo porque incluso mi actitud me pone nerviosa y coloco mi mirada sobre la ensalada de vegetales y pasta condimentada con aceite y sal. Me siento una persona nueva comiendo esto, como si estuviera en el paraíso luego de haber caminado por la lava ardiente del infierno. No sé si está mal, pero una parte de ese infierno quedó grabado dentro de mí y no le temo porque aprendí a controlarla.

—No sé si están preocupados por el hecho de que pueda lastimarlos o no, pero tengan en cuenta que por cómo me están tratando aún sin conocerme, yo les voy a hacer nada. —Percibo la mirada de los tres puesta sobre mí, sin embargo sigo comiendo para no ser testigo ni tener memoria de las expresiones de sus rostros.

Siempre quise dar una buena impresión en el resto, incluso dentro de Bourg, y haber escapado de allá no va a hacer que me detenga.

Agnes [Normales Spin-Off #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora