Agnes [Normales Spin-Off #1]

11. Estragos del tiempo

De nuevo intento reírme para que se relaje, es extraño confesarle a un desconocido sobre mis gustos, sobre quien soy, pero no podría permitir que se ilusione como hacen en las películas.

—¿Te molesta que sea lesbiana? —Le pregunto seria. Su mirada vuelve hacia mi rostro.

—Para nada, sólo me sorprendiste. Mi hermano mayor es gay, la homosexualidad no me molesta. —Responde y sonríe, ahora lo noto totalmente despreocupado.— Sólo que olvidándome o ignorando el hecho de que seas una desconocida y una asesina, eres muy linda y creí que un poco de amor podría curarte. Me sostuve de esa posibilidad.

¿Por qué no puede ser una chica en este momento? Lo diferente que esto hubiera sido si Nicolás fuera Nicole. Sus intenciones son las mejores, pero su género es el incorrecto.

—Nico, —Murmuro, como si temiera que alguien más oyese lo que le pediré.— ¿puedes ayudarme a buscar a mi familia? Necesito decirles que estoy viva.

—Por supuesto, pero dudo que no estén vigilando nuestros movimientos. Mamá me dijo que el hombre que te secuestró forma parte de la policía y creo que ya nos debe estar controlando las redes. —Él tiene razón, Barceló está por todas partes.— De todas formas, intentaré que él no sepa que me comunico con tu familia. Entro a Facebook, pero sólo envío un mensaje a un familiar tuyo sin necesidad de agregarlo. No es muy ingenioso, aun así lo intentaré.

—De acuerdo, pero antes quisiera ver mi cuenta. Necesito saber si la desactivaron o la dejaron intacta durante estos años. —Primero me mira confundido, aunque su expresión no tarda mucho en cambiar.

—Está bien, vayamos a mi cuarto para usar la computadora. —Sugiere Nico, quien se levanta y me ofrece la mano para que pueda levantarme. Realmente quiero poder aceptar su oferta, pero la última vez que hice algo así estaba en el Cementerio Boomslang. Un alumno hizo lo mismo que él y sólo fue una vil trampa. Pretendió asesinarme y logró lastimar mi brazo antes de que Jeremías lo sorprendiera y degollara antes de que yo pudiera colocar todo el peso de mi cuerpo sobre mis pies.

—Lo siento, es un gesto que por el momento no soy capaz de tolerar. —Su mirada muestra pena, sus intenciones son verdaderamente buenas, pero aquí estoy yo: una adolescente de diecinueve años acordándose cómo un desconocido le salvó la vida. Probablemente debería haber hecho algo por Jeremías, podría haber devuelto el favor de alguna forma, pero su mente ya no pertenece a esta realidad. Siempre ha sido el único que ha aceptado la personalidad inculcada tortuosamente por Rousseau.

Camino detrás de él hasta la puerta del altillo, él levanta el cuadrado de madera y permite que baje la escalera. El pasillo hacia las habitaciones y el baño está vacío. Piso delicadamente cada escalón con rapidez y me alejo del borde de la escalera para darle espacio a Nicolás para bajar. Voy hasta la venta que está en el final del pasillo y miro hacia la calle, por dónde un vehículo policial disminuye la velocidad al pasar por el frente de la casa y no tarda en retomar un ritmo normal.

—¿Era él? —Dice Nico detrás de mí.

—Supongo, espero que no. —Respondo en tono bajo. Giro hacia él y lo sigo hasta su cuarto. Lo observo sin perder el paso, su corte es el mismo que Isael y desearía que por un momento lo fuera, así no tendría pudor para llorar hasta dormirme. No sé si Isael le habrá entregado la letra Gabriel, tampoco sé si este último le ha dicho "adiós". Creo que sencillamente no quiero saberlo. La gente puede volverse tan estúpida sin siquiera pensarlo.

—Agnes, sentémonos aquí. Será más cómodo usar la notebook. —Me indica un sillón mediano de cuero marrón que luce viejo. Aproxima una mesa baja de madera e hierro al borde del sofá, conecta y prende la computadora mientras se sienta en el suelo. Su actitud me confunde, pero quizá actúa así porque temí tocarlo.— Tengo una idea que podría funcionar y Barceló probablemente no se entere de que quieres tener contacto con tu familia.

—¿Cuál? —Suena muy emocionado y creo que me contagia su sensación.

—Puedo pedirle a un amigo mío su cuenta para contactarnos. Y pienso que primero sería mejor que mis padres hablen y te introduzcan. ¿Vamos a hacerlo bien? —Asiento y espero a que haga su magia.— También podríamos hablarle no directamente a tus padres, sino a otro familiar tuyo que nos ponga en contacto con ellos. ¿Qué? —Nota que estoy a punto de reírme por cómo está organizando todo, sólo estimo a levantar los hombros.— No eres la primera en reaccionar así, siempre supongo que estoy haciendo la carrera equivocada. —Se ríe mientras se levanta del suelo.— Voy a pedirle los datos a mi amigo y busco a mis padres.

Nico se retira del cuarto tocando la pantalla de su celular y al caminar con lentitud casi se choca con la puerta. No puedo evitar reírme y él revolea los ojos. Oigo los pasos alejándose y una creciente curiosidad se halla en mi interior al ver de nuevo una computadora encendida ante mis ojos.

Me siento en el piso y aproximo la notebook al borde de la mesita de madera. Sigo la línea de sus bordes con las yemas de mis dedos y la tibieza del metal me atrae aún más para usarla. Aprieto las teclas delicadamente e intento buscar el perfil de mi cuenta en Facebook. Creí que tendría que esperar mucho para que la página cargase, pero en menos de un segundo soy capaz de ver el pequeño cuadrado con la última foto que me saqué a mis dieciséis años: una adolescente rubia, sonriente junto a su mejor amiga, ambas vistiendo el uniforme escolar.

Intento no romperme a ver la felicidad que esa imagen muestra, incluso uno puede ver amor, simplemente por la forma en que la miré a ella en ese instante. ¿Por qué ahora me doy cuenta de lo cuanto que me gustaba? ¿Por qué ahora, justo cuando no está a mi lado? Y así, siento la primera lágrima recorrer mi rostro, sin esperanza.