14. La Tormenta

137 21 5
                                    

• El Muro del Perdón

• 9 de la noche, mañana

• Esperar

El tiempo transcurrió muy lento mientras aguardábamos por esas simples instrucciones, las horas parecían eternas y la tensión solamente aumentaba. Apenas he podido dormir en toda la noche y todos casi no hemos probado bocado de la cena. Miré películas durante gran parte de la madrugada mientras Nico dormía en el sofá opuesto al mío. Él pretende protegerme, pero realmente no puede hacerlo porque haga lo haga, yo ya lo tendría planeado así que básicamente debería sacarme el cerebro. Él no puede evitar todo lo que ocurre dentro de mi mente. Nadie puede, ni siquiera Barceló. 

No voy a recabar otra vez en lo que atravesé en Bourg, pero sin duda alguna todo ello influye en quién soy hoy. Tengo que ser mi propia heroína, aunque mis demonios nunca me dejen en paz.

—Agnes, ¿estás bien? —Susurró Nico, miré el horario en el televisor y eran las seis de la mañana.

—Si, ¿por? —Lo observé y con pereza limpiaba sus ojos con las yemas de los dedos. Un fino rayo de luz solar entró a través del espacio que se forma en la cortina e iluminó su cabello castaño.

—Estás llorando. —Su respuesta me sorprendió por el simple hecho de que no me di cuenta que estaba sucediendo y me delaté a mí misma. Sequé mi rostro con el borde de la camisa y dirigí mi mirada hacia la pantalla.— No tienes que esconder tu dolor de mí. Quizá no puedo entender, tampoco aconsejarte, pero al menos soy capaz de escucharte.

—Está más que claro que no escondo mi dolor, pero me gustaría que por un momento desapareciera. —Levanté el control remoto del suelo y empecé a hacer zapping. No encontré algo más entretenido que las noticias matutinas, volví a mirar a Nico, pero ya no estaba acostado en el sillón. Oí pasos en la escalera detrás de mí, la cual lleva a las habitaciones y al segundo baño. Un par se alejaba y el otro se acercaba, por el aroma intenté distinguir de quién se trata, pero ahora sí estaba cansada. Apagué el televisor y traté de dormir. 

El sueño vino solo, pero de cierta forma estaba acompañado por algunas pesadillas que me atormentaron al dormir. No quiero describirlas así que sencillamente diré que fueron memorias vívidas con mucha sangre a cada segundo.  Sentía que me ahogaba en toda la sangre que alguna vez fue obligada a beber y en la que tuve que bañarme. Fue terrible y básicamente desperté toda transpirada, tal vez hasta lloré.

Ahora me estoy bañando para ir al Muro del Perdón, pasé casi todo el día durmiendo y luego me dediqué a ayudar a Malena a cocinar. Mi presencia es mucha carga e intento todo lo posible por alivianar eso. Murcia fue avisado sobre las instrucciones y le pedí que no fuera, ni siquiera de encubierto, pero ha hecho caso omiso. Todos suponemos que quien envió las órdenes fue Barceló y que él estará ahí, esperando para hacerme algo, lo que sea.

Nicolás también pretendió involucrarse, pero todos se lo hemos prohibido, más allá de que los dos hablamos solas y él haya logrado convencerme con su idea. Barceló seguramente sabe que cuento con apoyo y tendrá alguna carta bajo la manga, pero hay estrategias en ambos lados. Es un plan peligroso teniendo en cuenta que quien está a cargo de la central policial en esta ciudad y Murcia está bajo su mando. Él me pidió, casi a modo de obligación, que lleve un micrófono debajo de la camisa, pegado con cinta adhesiva a mi pecho.

Una tormenta fue anunciada para estas horas de la noche y mi simple presentimiento es que Barceló no aparecerá en el lugar, sino que, como sospecho, irá alguien más en su lugar. Pudo ayudar a ejecutar y colaborar con el semejante plan maestro de Rousseau, ¿cómo no sería capaz de inventar el suyo y llevarlo a la perfección? Quienes se encuentran en esta sala ahora sólo lo están subestimando, pero Nico sabe que yo no lo estoy haciendo. No puedo atreverme a hacerlo.

Agnes, sólo tienes que darme una señal para que te ayude, sabes que lo mejor que puedes hacer es la idea que te conté. —Murmura mientras mastica una porción de pizza.— Ellos simplemente pretenden atraparlo a él, Murcia ni siquiera sacó el anuncio de tu desaparición. No es que no confíe en él, no confío en su plan, aunque además has hecho tu declaración sobre todo lo que tuviste que hacer en ese horrible lugar y puede usarlo en tu contra. —Creo que él se ha estado concentrando más en lo que sucede con respecto a mí que a sus estudios.— No es un mal tipo, pero tú has matado gente, obligada o no, lo has hecho y no creo que te deje libre.

Él me prometió libertad. —Susurro y disimulo tener apetito.

Hasta la persona más buena del mundo puede romper una promesa. —Suena muy incrédulo con todo este asunto.

—¿Y cómo puedo saber que no romperás la tuya? —Siento que me mira, pero hago que ignoro su actitud y continúo cenando. Alzo mi mentón y observo que no nos estén prestando atención. Lo miro a él, miro su mano izquierda y sin que me vean, la tomo entrelazando nuestros dedos.— Te espero ahí, hagámoslo. Si te quedas acá, podrán hacerte daño.

Lo suelto e ingiero el último bocado. Me levanto de lugar, sintiendo la mirada de todos sobre mí, lavo mis manos y voy hasta donde se encuentra Murcia para que me entregue el pequeño micrófono. Una de sus colegas me acompaña hasta el baño del piso superior para colocarlo sobre mi piel.

—¿Te aprieta? —Intento percibir algún tono de sentimiento real, pero ella sólo está siguiendo el procedimiento. Niego con la cabeza y empiezo a abotonar la camisa.— En cinco minutos salen para el Muro.

—De acuerdo. —Sale del baño delante mí y deja la puerta un poco entreabierta mientras abrocho el último botón. Apago la luz y observo cómo Nicolás está esperándome en la puerta de su habitación.— ¿Qué? —Él asiente y entiendo su señal.— Nos vemos.

Desciendo los escalones con pesadez, no saber lo que me depara en un lugar que desconozco por completo y en el que me esperan personas que sólo me desean la muerte. La puerta de la entrada ya está abierta, no estimo a saludar a Roberto y Malena, no quiero que este momento sea nuestra despedida. Ignoro el hecho de que pronuncian mi nombre.

Piso el césped y me detengo a mirar el cielo, oscuro y totalmente nublado, con algunos relámpagos iluminándolo cada cinco segundos. El meteorólogo del noticiero lo había predicho, la tormenta será muy fuerte e intensa y que debíamos quedarnos resguardados en nuestros hogares, pero es una gran diferencia cuando estás lejos del tuyo.

Ingreso a un auto común y corriente, manejado por la mujer que colocó el micrófono sobre mi piel. Arranca el motor y empezamos a ir hacia el Muro del Perdón. El plan de Murcia consiste en que yo provoque una confesión por parte de Barceló, pero es lo que menos voy a lograr. Estoy en el medio de dos bandos, soy la pieza de ajedrez que todos pretenden utilizar, pero no soy un juguete. Aprendí el arte de la manipulación en Bourg, y al menos intentaré usarlo a mi favor esta noche.

La señora empieza a repetir todo lo que ya me dijo Murcia: lucir inocente y sufrida -como si tuviera que disimular algo semejante-, hacerlo hablar a Barceló, provocarlo y poner sus nervios de punta, pero sin que pierda la cordura por completo. Lo quieren atrapar con la guardia baja, con las palabras saliendo de su boca como si todo lo que hizo no fuera el peor de los secretos. Lo quieren convertir en presa y a mí en predador, supongo que me tienen mucha confianza por haber atravesado un inferno durante los últimos tres años. Y aun así siento que fallaré.

Ups. La luz de la ciudad acaba de cortarse y el vehículo es lo único que ilumina las calles, esto no sería tan grave, si no fuéramos el único automóvil andando a estas horas y con este clima. Todo parece tan orquestado que ni miedo tengo. Ahora no queda nada más que esperar a que Nico llegue al lugar dos segundos después que yo para ejecutar su plan. Es peligroso estar involucrada en tres planes, el suyo, el de Murcia y el mío, pero si quiero mi libertad entre tanta oscuridad, de alguna forma debo hallar el camino hacia la luz, hacia mi hogar.

Agnes [Normales Spin-Off #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora