Ivanne; la chica con la que había compartido su última noche en Ibisha se llamaba Ivanne. Lo sabía porque, al despertarse, ella aún se encontraba allí, vistiéndose con calma. Kaleb se incorporó en el jergón, dolorido por la actividad de la noche. Observó la silueta de la chica en la penumbra, y agradeció a esos matones el hecho de buscarle: no esperaba ir con nadie a su casa aquella noche.
—¿Ya te vas? —murmuró desde la cama, con tono meloso.
Ella no contestó en el momento: se detuvo unos segundos, observándole. Iba a hablar cuando alguien llamó a la puerta con fuerza, haciendo que la puerta se combara ligeramente. Kaleb se levantó con rapidez, buscando su daga entre la ropa del día anterior.
—¡Kaleb! Maldito seas por todos los dioses, ¡Abre ahora mismo! —reconoció la voz de Tytus, aunque no le apetecía enfrentarse al enfado de su casero.
—¿Quién es ese? —preguntó Ivanne con enfado, alejándose de la puerta y terminando de vestirse.
Kaleb se acercó a ella, agarrándola de los hombros con levedad. Ivanne ni siquiera se movió el sentir su contacto.
—Es mi casero —murmuró, con calma— creo que no le he pagado este mes. Ahora vengo.
Se acercó a la puerta dando pequeños saltitos para colocarse los pantalones, aunque no le importó que Tytus le viera sin camiseta. Abrió la puerta con rapidez, colándose por la rendija y cerrando tras él. El dueño de la taberna estaba a unos pasos de la puerta, con los brazos en jarra y preparado para dar otra coz. Sus mejillas encendidas confirmaban su gran enfado.
—¿Me puedes explicar qué hiciste ayer? ¿De quién eran esas mone...?
—Calla —Kaleb se acercó a él con agilidad, agachándose y tapándole la boca. Señaló la puerta con un gesto de cabeza— estoy acompañado.
—¡Me da igual! —Tytus se alejó para liberarse, aunque descendió el tono —ayer unos forasteros vinieron buscándote. O por lo menos físicamente encajabas con la descripción.
—No tengo un cuerpo muy especial, Tytus, aunque me duela admitirlo —Kaleb se apoyó en la pared, aparentando indiferencia— hay muchos que, físicamente, son como yo. Además, yo estaba con una chica en la habitación...
—¡Basta de mentiras! A mi no me la das, Kaleb —Tytus se acercó a él con el dedo en alto, amenazador— Sabes que tenemos una buena relación. Pero no quiero líos con gente importante. Y la bolsa de ayer pesaba tanto por eso mismo.
—Ahora los dueños somos nosotros, Tytus, esos mercenarios, o lo que fueran, ya se han ido... Prefirió callarse al ver el semblante de Tytus: conocía la faceta enfadada de su amigo, pero ahora parecía preocupado. Y un tabernero preocupado significaba que su culo iría fuera de su posada.
—No quiero líos con esa gente, Kaleb. Y seguro que volverán a probar suerte otra vez —agachó la cabeza, sin ser capaz de mirarle a los ojos—. Tienes que irte una temporada. Puedo dejarte dinero, si quieres, para que llegues hasta Myah. Lo que me diste ayer...
Kaleb no pudo evitar reír: conocía a Tytus desde hacía años, y aunque tenían confianza, Kaleb prefería omitir ciertos aspectos de su vida. El tabernero siempre había creído que él vivía en Myah, una pequeña ciudad costera cercana a Ibisha. Nunca le había comentado su vida itinerante, y Tytus no sabía que, cuando Kaleb desaparecía durante meses, realmente vagaba por todo el continente en vez de estar sentado en una casa familiar inexistente de Myah.
—No te preocupes Tytus, tengo dinero para llegar a Myah —Kaleb le calmó con un gesto. Prefería que su amigo no excavarse más en su vida—. Me iré hoy mismo. Seguro que les hace ilusión verme.
Dejó al tabernero tranquilo; aunque ambos eran unos ladrones sin pizca de honor, se preocupaban el uno por el otro con camaradería. Se cruzó de brazos, viendo cómo se marchaba por el pasillo. Cuando desapareció volvió a entrar a la habitación, buscando a Ivanne con la mirada.
—¿Así que te han echado? —la chica le esperaba apoyado en la pared. Había encendido el pequeño candil que había perdido la noche anterior, iluminando tenuemente la habitación— Apenas conozco Myah.
—Ni yo —Kaleb sonrió a la muchacha, intentando aparentar indiferencia. No le gustaba hablar de su vida. Y mucho menos de su casa—. Prefiero no ir a Myah, si es posible. La familia no siempre es lo primero... —murmuró, acercándose a Ivanne. La abrazó por la cintura sin encontrar impedimento, aunque ella no le correspondió— ¿Qué parte de Olut me recomiendas? ¿La montaña? ¿La costa del río Iye?
Ivanne mostró una sonrisa cómplice, pensativa. Tras unos segundos enarcó la ceja, devolviendo el abrazo a Kaleb.
—Yo voy hacia el este. Eres bienvenido. Seguro que mis compañeras no tienen ningún reparo en que nos acompañes.
Kaleb se hizo el sorprendido durante unos segundos, como si no esperase aquella noticia. Llevaba años haciendo aquel juego, y sabía cuándo tenía a una mujer preparada para aceptar sus planes. Le daba igual viajar solo, pero la comida no se pagaba con una mirada tierna. No siempre.
—Muchas gracias, Ivanne. Será un honor acompañaros —besó la mano de la chica, con una media sonrisa en el rostro— ¿Cuándo pensáis marchar?
Ivanne se separó ligeramente de Kaleb, aunque antes paseó su mano por la cintura del joven, sin prisa. Con una media sonrisa se acercó a la puerta, abriendo y dejando que la luz del exterior bañase la habitación.
—Te espero en la puerta de la taberna en media hora. No cargues mucho equipaje, nos va a tocar compartir caballo.
Kaleb no dijo nada: asintió con la cabeza, acercándose a la puerta con pasos lentos. Se despidió de Ivanne con la mirada, luchando contra su deseo de volver a agarrarla de la cintura y llevarla a su habitación. Tenía que irse de allí antes de que aquellos dos matones volviesen a por lo que era suyo.
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Yara y Kaleb: las guerras de Haimüryn
Teen FictionEn el mundo de Haimüryn, la guerra ha estallado en el continente de Hantu, entre los dos reinos vecinos: Olut, tierra desértica y moral distraída; y Vlinder, tierra boscosa y de abundante pasto. Yara y Kaleb serán los encargados de velar por este pr...