Capitulo Diez

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Por la mañana, cuando Louis llegó al parque y se dirigió a la ducha, vio a Tommy que estaba allí vistiéndose. Louis se alegró de que el asistente médico se hubiera puesto ya los pantalones, aunque por la parte de delante los tuviera aún abiertos en una Y por la que se veía su tripa llena de pelo rizado. Como era mucho más bajo, tenía que mirar literalmente hacia arriba para mantener una conversación.

—Eh, Louis.— Tommy le saludó y puso un pie encima del banco para atarse las zapatillas de deporte.

—Dobsky.— Louis se aseguró de devolverle la sonrisa y mantuvo su cara firme. —¿Te vas a correr?

—Casi.— Tommy se rio y cambió de pie.

Louis se dio cuenta de lo mal que había sonado la pregunta. Mierda.

—A casa, quiero decir.

—Sí.— Tommy le seguía la corriente como hacía siempre. Le gustaban los chistes guarros. Gruñó y terminó con los zapatos. Sus pies eran tan regordetes y cuadrados como el resto de él. Se agachó frente a su taquilla. En la base de su columna vertebral, podía verse un pequeño parche de pelusilla color arena a lo largo de la cintura.

Es como un osezno. Louis se dio cuenta de que estaba mirando el cuerpo de Tommy y levantó los ojos rápidamente. ¡Dios! ¡Contrólate, gilipollas! No sentía ninguna atracción por el paramédico achaparrado, pero debido a lo que había visto, sentía una especie de simpatía protectora hacia él; se enfrentaban al mismo dragón.

Al menos Tommy no pareció notar la atención.

Ay Dios.

Quizás Tommy sí se hubiera dado cuenta; y si pensara que Louis le estaba dando un repasito, ya sabes, de esa forma.

¿Miraría Tommy a los chicos aquí, en el trabajo? ¿Habría mirado alguna vez a Harry de esa forma? Sería difícil no hacerlo, pensó Louis. Todo esto era tan peligroso. ¡Di algo normal!

Se quedaron en silencio. Louis no podía decir si era extraño o no.

Tommy se puso en pie para atarse la camisa sobre su pecho duro y peludo. Tenía la piel enrojecida por la ducha. Era bajo de estatura, pero seguro que estaba macizo. Tenía brazos robustos, como los de un obrero del puerto.

—Una mañana aburrida. Una tía gorda ha sufrido un infarto en el tren y nos hemos pasado casi todo el tiempo ahí abajo, en la estación de Carroll. ¿Has hecho algo especial esta semana?

Cómo responder a eso. Ah, sí. Bueno, Styles y yo nos corrimos los dos juntos, online, para un ruso en la Bahía de Sheepshead. ¿Y tú? ¿Te dan por el culo en todos los callejones? No era capaz de controlar la expresión divertida de su cara.

—¿Louis? — Tommy le dio un golpecito en la cabeza. Le miró extrañado.

—Sí. Fui a cenar a casa de los Styles.— Louis se sentó en el banco y se sacó la sudadera por la cabeza. A continuación se pasó la mano por su brillante pelo.

Entonces se percató del rasguño que Tommy presentaba en el antebrazo y vio la tenue marca del ladrillo en su destartalado rostro. Louis tragó saliva y se puso rojo. Fijó los ojos en la taquilla.

¿Cuántas veces había venido Tommy con marcas y heridas que todos suponían que se las había hecho en el trabajo? ¿Cuántas veces le habría mentido Tommy a su mujer, utilizando el trabajo como tapadera?

Por un segundo de locura, Louis quiso confiarse a él. No quería contarle todo sobre Harry y el porno y todo eso... simplemente deseaba preguntarle a Tommy qué debía hacer con estos sentimientos locos que tenía en relación con otro chico. Hablar con alguien que estaba escondiendo lo mismo, que sabía lo que él estaba viviendo allí, en el parque, y fuera, en el barrio. Quería saber cómo podía esconderse y sobrevivir. Tommy lo entendería, le entendería, ¿verdad?

CABEZA CALIENTE|Larry Stylinson|Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora