Capítulo V: Demonio interno

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-¡Venga, que quiero conocer a esa chica! -exclama con diversión Wan Hoo y Eros le lanza una mirada cargada de irritación. El japonés suelta la carcajada-. Ya me cayó bien, ya me cayó bien -dice reprimiendo otra risotada. Cuando ve que el Ángel continúa con su habitual seriedad, deja de bromear y adopta su misma actitud.

-Esa chica sabe algo sobre el Luzbel -zanja Eros, mirando el vaivén de personas que entran a la tiendita de Hoo.

-Es su mejor cliente y amigo. Ya la oíste -replica el japonés, cobrándole a una anciana una canasta de amanattō.

-No, hay algo más. Sabe mucho más que eso -dice Eros, mirando al japonés con ansiedad. Esa mujer lo dejó con los nervios disparados.

-¿Qué podría saber? No creo que Vancouver le haya hablado sobre su naturaleza, es un Demonio. Ellos pueden adoptar cualquier identidad, saben cómo escabullirse entre humanos. Los Demonios se nutren de las debilidades humanas, las manejan a su antojo...

-¿Y si ella es también un Demonio? -suelta Eros de golpe. Wan Hoo se detiene a pensar un momento.

-Esa es una posibilidad -puntualiza el japonés-. Pero por ahora enfoquémonos en Vancouver; debes atraparlo. -Hoo reflexiona sobre la situación, y luego dice: -Tal vez si te diriges a esa chica, llegues hasta el Luzbel. -Eros niega.

-No volveré con ella -jacta, recordando lo sucedido en aquel local. El solo recuerdo lo irrita.

-No seas cabeciduro. Esa chica podría ser la clave. -Un cliente llama a Wan Hoo y este le contesta algo en japonés-. El tiempo corre, debes pensar en todas las posibilidades para atrapar cuanto antes al Luzbel -le aconseja y lo deja ahí parado, irritado y pensativo, para atender a su clientela.

Sabe bien que, si quiere llegar al Luzbel, debe antes llegar a esa chica.

* * *

Esa habitación de hotel le parece el único lugar en el que puede respirar en paz. Hundido entre las blandas y frías cobijas, Eros piensa en qué debería hacer. Siente la absurda necesidad de pensar. Pensar en las distintas maneras de encontrar a Osatt Vancouver, y todo se reduce a una: ella.

Se levanta de la cama de un solo golpe, toma su teléfono y le marca a Wan Hoo. Es la única persona con quien puede hablar.

-Hola, angelito -contesta Wan Hoo con su usual tono bromista.

-Está bien, lo haré -dice Eros, frotando su sien con hastío.

-¿Harás qué cosa?

-Iré con la chica.

-Oh, el angelito al fin decidió usar sus alas para volar con la chica -lo molesta y Eros gruñe, irritado. Hoo ríe-. Me parece lo más sensato; ella es la clave -añade y el Ángel suelta el aire, resignado-. Como sabía que terminarías accediendo tarde o temprano, me tomé la libertad de averiguar sobre la chica. Es latina. Su familia vive en Bushwick, Brooklyn. Aunque ella vive en el Distrito Anexo, el West Bronx. Tiene dos hermanos: Luis y Daniel. Su padre trabaja como guardia de seguridad en una fábrica de dulces y su madre es ama de casa.

-¿Cómo consigues tanta información?

-Tengo mis contactos. -El japonés suelta una breve risa.

-No creo que necesite saber tanto sobre ella; solo necesito llegar al Luzbel.

-Créeme, cuando se trata de mujeres necesitas mucho más que eso. -Ríe-. Bah, pero qué vas a saber tú. Solo intenta no meter la pata. Buena suerte. Llámame si necesitas algo. -Se escucha el sonido de la llamada finalizada y Eros se arroja a la cama boca abajo, pensando si está haciendo lo correcto. Pero... ¿qué otra opción tiene?


Ángeles Caídos: La Maldición del Niño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora