Capítulo XVI: La Hora de Elisión

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El hilo de mujeres sentadas en los asientos de detrás de la maquiavélica mujer de labios vino tinto comienza a levantarse y todos los Ángeles las observan con el coraje mermando sus cuerpos y, a su vez, con una absoluta curiosidad de saber quiénes...

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El hilo de mujeres sentadas en los asientos de detrás de la maquiavélica mujer de labios vino tinto comienza a levantarse y todos los Ángeles las observan con el coraje mermando sus cuerpos y, a su vez, con una absoluta curiosidad de saber quiénes son y si resultarán iguales de malvadas que Millicent.

-Gertrudis, querida, ven aquí -llama Millicent a la guardiana y esta llega a su lado con una sonrisa cargada de absoluto regocijo. Daria y Sam la observan con el repudio que tanto han colmado durante los años que llevan conociéndola.

-¿Por qué no me extraña? -bisbisea Sam junto a Daria. La chica ve a Gertrudis, quien ahora da un discurso de lo agradecida que se siente con la nueva «reina», y entrecierra sus ojos con escepticismo.

-Creo que todas son... Brujas -le dice devuelta a Sam y este observa a la retahíla de mujeres paradas en silencio en una larga fila.

-Creo que no son como las pintan en los cuentos. Son realmente hermosas... Menos Gertrudis, claro -susurra el chico. Ambos miran a las Brujas y los dos están de acuerdo con ello. Definitivamente ese grupo de mujeres carga consigo una hermosura intachable, de esa belleza endemoniada, la que podría hacer doblegar a cualquier hombre o ser vivo. Mujeres bellísimas, pero con el alma horrenda. Son Brujas Negras; solo ellas podrían ser lideradas por una Bruja como Millicent, la más oscura mujer que haya existido jamás.

-¡Llegó la Hora de Elisión! -proclama Gertrudis y muchos de los Ángeles comienzan a inquietarse. Saben bien lo que eso significa: llegó la hora de la muerte de quienes no alcanzaron la humanidad.

Millicent toma asiento y pide otra copa de vino para disfrutar del espectáculo. Su alma es tan lóbrega y su corazón tan pétreo, que hará que todos los Ángeles vean cómo cada uno de ellos cae frente a sus ojos. Ella destruirá mucho más que sus cuerpos: acabará con sus almas. No hay peor muerte que la del alma.

-Traigan mis herramientas -le ordena Gertrudis a uno de los guardias y este parece reacio a obedecerla, pero cuando esta le lanza una mirada cargada de implícitas insinuaciones de muerte, el hombre va y regresa con una pequeña mesa con ruedas que arrastra sobre el suelo (el sonido se oye tres veces más alto debido al silencio) cargando una caja de madera de colores sobrios. Gertrudis la abre y saca de ella varios frascos de vidrio con un líquido violeta. Sam y Daniel se encuentran con la mirada, llegando a la misma conclusión en silencio: es el mismo líquido que vieron la noche anterior.

Por último, la Bruja saca una daga con forma de hoja y la presenta al público con la intención de generar miedo. Lo logra. Esta sonríe con satisfacción, mira hacia atrás, hace un movimiento con la cabeza y una de las mujeres llega hasta ella con un pergamino que abre a la vista de todos.

-¡Freddie Moore! -suelta la mujer de cabello tan negro como una noche sin estrellas y un chico se levanta sin la más mínima chispa de temor. Algunos lo observan con angustia y otros con la expectación de saber qué ocurrirá. Freddie camina por el pasillo que lo dirige hacia el frente y cuando llega delante de Gertrudis, este dice:

Ángeles Caídos: La Maldición del Niño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora