En 1972, un grupo de jóvenes hippies se hallaba en el corazón del bosque en un pueblo en donde el frío creaba una gran masa blanca cargada de humedad y el sol apenas era un cálido haz de luz que se colaba entre las hojas de los árboles frondosos y altos. Allí inhalaban el olor a pino junto al cigarro que se pasaban entre sí frente a la fogata que prepararon para liberar el frío que se instalaba en sus cuerpos. Juntos encontraban el balance de paz que la tierra les brindaba, una paz que solo la naturaleza podía proveerles.
-Mientras la brisa siga golpeando mi rostro, yo seguiré luchando por la paz -dijo un chico mientras le daba una calada al cigarro que acababan compartirse entre los demás-. Cuando el sol queme la piel y el agua deje de caer por las rocas, entonces el mundo se dará cuenta de que la guerra no traerá la paz.
-Hagamos el amor y no la guerra -dijeron al unísono todos los que se encontraban allí.
Entonces un ruido causó un estrépito en el bosque y todos guardaron silencio. Solo se escuchaba el crujido de las hojas contra el viento y el sonido de los animales nocturnos. Aguardaron en silencio otro sonido, pero todo parecía en calma. Volvieron a lo que antes hacían, pero entonces el sonido volvió a resonar por la arboleda y esta vez una sombra apareció frente a ellos. Todos se levantaron despacio del suelo sin apartar la vista de lo que frente a ellos se hallaba. El chico que antes había hablado se acercó poco a poco y parpadeó repetidas veces, como intentando probar si lo que veía era producto de su alelada visión. No era así. Esa sombra sí estaba allí y ellos solo querían saber qué quería.
-¿Qué quieres, hermano? No somos enemigos. Paz y amor, carnal; paz y amor -le dijo el chico. La sombra se movió un poco y el joven pudo ver dos enormes alas negras. Abrió sorprendido los ojos.
-Morirán...-La fosca voz del Ángel resonó por todo el bosque.
-Es un Luzbel -susurró un chico y lo que le siguió a ello fue salpicadura de sangre, manchando el bosque con la sanguinaria muerte de unos jóvenes que solo buscaban la paz y no la guerra.
Solo uno logró sobrevivir... Un Ángel Caído lo salvó.
La historia de esa noche se esparció como la pólvora, no sin ser tergiversada por los medios y el pueblo. Unos decían que ese chico que sobrevivió era el asesino; otros que todos habían planeado ese crimen para convertir en mártires a los hippies. Pero la historia verdadera solo la sabía ese chico, Gal Hollow. Y no fue hasta el 1993 que pudo hablar sobre lo que en realidad había pasado la noche del 3 de marzo de 1972. La revista New York Times le hizo una entrevista, y la noticia recorrió el mundo entero hasta llegar a un japonés llamado Megumi Maki, quien creía en los Ángeles Caídos. Juntos llegaron a muchas personas creyentes, hasta lograr un pequeño movimiento. Aunque no duró demasiado, y pronto pasó a ser solo un grupo de personas que nadie tomaba en serio. Los changos de circo les decían. Así surgió la idea de crear La Feria del 33. Y en el 3 de marzo de 1998, Gal Hollow y Megumi Maki conmemoraron esa noche del 72's inaugurando una gran feria para rendirle tributo al Ángel Caído que le salvó la vida a un joven hippie en busca de paz.
Esa es la historia que Eros le cuenta a Ivana mientras juntos caminan hacia la feria. La chica se encuentra maravillada con el relato, uno que jamás había escuchado. O quizás fue la manera de Eros de contar la historia, o también podría ser su voz, o la manera en cómo movía sus labios mientras hablaba... La cuestión es que... le ha encantado oírlo. Sí, no es la narración, es quien lo narra y cómo lo narra.
![](https://img.wattpad.com/cover/71544782-288-k494563.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Ángeles Caídos: La Maldición del Niño
Fantasia«Nacido como Ángel Caído, condenado a una vida sin amor; será un alma negra, guerrero de piedra. Vida por toda la eternidad, amor será mortalidad. Yo te condeno a la vida eterna sin amor, y si este hace cabida, la muerte se llevará la vida.»