Después del partido del viernes por la tarde—el cual quedó en empate—, Reagan y yo tenemos que quedarnos una hora más limpiando el comedor del instituto, a pesar de estar exhaustas. Es el precio que se paga por intentar evitar lo inevitable.
El caso es que nos hemos quedado solas en la cocina, porque ya no hay nadie por aquí a estas horas. Estoy secando un vaso de cristal con un trapo, escuchando música con un casco sobre la oreja y el otro fuera, cuando Reagan suelta:
—Creo que voy a pasar de los chicos por un tiempo.
El vaso se me cae al suelo, rompiéndose en múltiples pedazos. Me echo hacia atrás instintivamente. Ella me mira, desconcertada. Pauso la música, dejando los cascos sobre mi cuello.
—Joder, Anderson. ¿Pero qué te ha pasado?
Yo me agacho, todavía desorientada.
—¡Me has asustado!
Ella pone los ojos en blanco. Sacudo la cabeza mientras recojo los cristales con una escoba. Me encamino hacia la basura.
—Pero sólo de los chicos—añade entonces, con una sonrisa. No sé por qué, pero siento que está buscando una reacción por mi parte, y lo peor es que lo consigue. Aparto la mirada, sintiéndome algo nerviosa de pronto.
—Oh, muy bien.
Entonces asiento, fingiendo tranquilidad. Guay, guay, guay. No creo que sea posible explicar lo raro que se me hace estar hablando sobre esto con ella. Me esfuerzo por seguir la conversación de todos modos, y digo lo primero que se me pasa por la cabeza.
—¿Tu madre lo sabe? Que eres bisexual.
Ríe entre dientes.
—Lo sabe, sí. Lo mencioné una vez y me preguntó si era una especie de fase, ya sabes, algo que decimos los jóvenes ahora para ser interesantes.
Las últimas palabras las dice imitando su voz, y luego ríe para sí misma. Pero la verdad es que no es gracioso, no lo es en absoluto. Indignada, estallo.
—¡Eso es una idiotez!
Reagan vuelve a reír, divertida por mi reacción.
—Sí, Anderson. Lo es.
—Nadie debería hacerte sentir así cuando hablas sobre quién eres. Nunca.
Ella asiente lentamente, y me fijo en que se le escapa una sonrisa. Se encoge de hombros.
—Eh, tal vez acabe casándome con una chica y de paso le cierre la boca—dice entonces—. Le daría algo. Mi padre lo hubiese entendido de sobras. ¿Qué hay de tus viejos, lo saben?
Los ojos se me salen de sus órbitas por un instante. Por un momento pienso en hacerme la loca, pero llegados a este punto me parece tan absurdo, que simplemente digo:
—No, nadie lo sabe. ¿Cómo lo has sabido tú?
Reagan levanta una ceja, aguantando una sonrisa.
—¿Más allá de tu indignación hace unos segundos? Bueno, supongo que tu póster de Tegan y Sara tuvo algo que ver.
No puedo evitar reír, y Reagan también lo hace. Sin embargo, deja de reír al cabo de unos segundos, adoptando una expresión más seria.
—Oye, a mí es un tema que me da igual, pero entiendo que no es así para todo el mundo. Sabes que no diré nada, ¿verdad?
Asiento, con una leve sonrisa. De hecho, sí lo sé. De alguna forma, confío en ella, aunque no termino de entender por qué.
Ahora niego con la cabeza, recordando esa conversación. Saco aire por la nariz.
ESTÁS LEYENDO
Being number one {EDITANDO}
Teen FictionHaley Anderson sabe muchas cosas, es lo que le permite vivir en paz. Sabe que adora jugar al fútbol, sabe que siempre tarda dos minutos y medio andando desde el instituto hasta su casa, sabe que el sol se pone todas las tardes y sabe que Reagan Coop...