Capítulo 2: Nadie como tú

1K 79 19
                                    

Trece años

El tiempo siguió avanzando y con este nuestra amistad, que cada vez se fortalece más, ahora ambos somos adolescentes, que casi parecemos siameses, es raro ver al uno sin el otro o que Samuel no viva metido en mi casa, ama a mi mamá y ella a él, con mi papá se sientan a discutir sobre fútbol y afortunadamente son hinchas del mismo equipo, luego en la escuela él es un excelente alumno, nunca da problemas y es muy ordenado, en cambio yo aunque también soy muy buena estudiante, de las más destacadas, siempre me ando metiendo en problemas porque adoro hacerle bromas a las personas y eso le saca de quicio a los maestros, pero Samu siempre sabe cómo sacarme del lío.

Hacemos las tareas juntos, cuando nuestras familias tienen alguna actividad siempre nos juntamos, pero ahí estamos los dos pegados, somos cómplices y confidentes aunque siempre que pasa algo a la única que le echan la culpa es a mí, él siempre queda como un angelito, pero bueno, él lo es, a mí me encanta espantar a los otros, me divierto mucho al ver sus expresiones de terror, Samuel solo me mira y niega con la cabeza mientras se ríe, él prefiere los juegos de video y yo los que son en vivo y en directo, no le veo sentido a pasarme todo el día pegada frente a un televisor cuando puedo disfrutar en persona haciendo miles de travesuras.

-Anda, vamos a jugar un videojuego –suplica Samuel y pone ojos de perrito.

-No, yo quiero ver una película, ayer jugamos videojuegos, ya estoy harta –suspiro irritada.

-A ver mi Blanca Nieves, por favor, por mí –pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza.

-Que no y ya te he dicho que no me digas Blanca Nieves, lo odio, yo soy Aurora –me quejo y él se ríe.

-Es que no te pareces a Aurora, eres blanca, tu cabello es negro, tus labios son rojitos y tus bonitos ojos son color miel, ya está, Blanca Nieves, ¿por qué no te gusta? –cuestiona con diversión.

-Soy Aurora porque me gusta dormir y mi papá dice que soy bella, Blanca Nieves es tonta, ¿quién le recibe una manzana a una anciana desconocida y se la come? Solo una tarada –respondo y hago una seña de que sino es obvio, él me mira para luego tirarse en mi cama a reír.

-Bueno ya, mi nueva y mejorada versión de Aurora, ¡juguemos videojuegos! –propone levantando las cejas de manera sugerente.

-No –me cruzo de brazos justo en el momento que entra mi mamá a la recámara.

-¿En qué andan mis ángeles? –pregunta mientras camina y se sienta en la cama quedando frente a nosotros.

-Mami es que Samu no quiere ver una película, ayer ya jugamos en el playstation y sigue de pesado –frunzo el ceño y ella sonríe amorosamente.

-Les parece si primero juegan –empieza y me detiene cuando nota que trato de quejarme– y apenas les traiga la merienda finalizan y ven una película, ¿les parece?

-¡Sí! –gritamos al unísono haciendo que mamá se tape los oídos.

-Un día van a terminar por dejarme sorda –bromea y nos lanzamos encima de ella– bueno, ya déjenme que tengo cosas que hacer y luego prepararles su refrigerio –nos levantamos y sale mientras le hacemos muecas.

Conectamos el playstation al televisor y pusimos Mario Kart, uno en el que Samuel siempre me ganaba –imagínenme poniendo los ojos en blanco unas millones de veces– luego como de una hora y media de perder y perder, mamá entró con una taza de palomitas de maíz y refrescos. Solté el control enojada ante la mirada de triunfo de Samuel, entonces suspiré y busqué Netflix para escoger la película, hoy veremos Shrek, una historia de amor diferente y que a ambos nos encanta.

Nos acomodamos en mi cama y le di play, las primeras imágenes empiezan a salir en la pantalla, nos miramos por unos segundos para luego volver a dirigir la vista al televisor.

Los créditos finales aparecen y para ese momento mi cabeza está recostada sobre el hombro de Samuel, bostezo, seguidamente me froto los ojos mientras él sonríe y me deja un beso en la cabeza, eso se ha vuelto casi un hábito para nosotros, además él varias veces me ha manifestado que ama mi cabello.

-¿Y ahora qué hacemos? –pregunto medio adormilada sin moverme de mi posición.

-No lo sé, tú dirás –responde mientras uno de sus brazos me libera para tomar algún objeto.

-¿Qué haces? –lo miro con desconfianza. Él me regala una sonrisa inocente.

-Nada –se encoge de hombros pero no sé por qué no puedo creerle nada. Llevo mi mano al mentón en lo que todas las tuerquitas de mi cabeza se acomodan para pensar y me veo interrumpida por un almohadazo en la cara.

-Idiota –me levanto con una sonrisa malévola– en esto sí te voy a hacer papilla tonto –amenazo al mismo tiempo que me armo con otra almohada.

-Menos palabras y más acción nena –musita y su sonrisa se transforma cuando le doy un fuerte golpe.

-Te aprovechas de que no te pego duro porque eres niña.

-No es cierto y lo sabes –le saco la lengua mientras le lanzo otro almohadazo.

Terminamos tendidos sobre el suelo muertos de la risa, Samuel recostado sobre un cojín y yo sobre su panza.

-¿Te has puesto a pensar en nosotros unos años más adelante? –pregunta y asiento.

-Sí, tú mucho más alto de lo que ya eres y yo un poco más bajita que tú, yo delgada, tú con músculos, no lo sé, sabes que estoy un poco loca –contesto con tono divertido.

-Lo normal es aburrido –suspira– estos años desde que nos hicimos amigos han sido los mejores.

-Y los que vendrán –exclamo con una sonrisa.

-Tienes razón, eres la mejor amiga del mundo, no hay nadie como tú –confiesa con cariño y una emoción desconocida se extiende por mi cuerpo.

-Tú eres el mejor amigo y también eres único, quiero que estemos juntos toda la vida –respondo con sinceridad. Samuel más que mi amigo es mi confidente y mi cómplice, a él puedo decirle absolutamente todo y siempre tiene un buen consejo o una palabra de apoyo, aunque somos como el ying y el yang, nos entendemos a la perfección, no por nada dicen que los opuestos se atraen, él es la calma y yo el huracán que desordena todo a su paso y aún así nos complementamos perfectamente el uno con el otro, no podría estar más feliz de tenerlo en mi vida, es una de las pocas personas que temo perder.

-Te quiero mucho Andy aunque estés zafada de la cabeza, me metas en problemas siempre, nunca me des la razón y me pongas los pelos de punta, no te cambiaría por nada ni nadie –acaricia mi cabello con delicadeza, casi con adoración, como si temiera enredarlo o dañarlo.

-Y yo a ti también te quiero mucho Samu, que siempre me sacas de problemas y te dejas hacer bromas –me siento con una sonrisa en mi rostro y giro mi cuerpo para abrazarlo, no sé lo que sea que esté pasando por mi panza pero me gusta, cuando estoy con él estoy bien y segura de que nada malo puede pasarme, porque cuando se viene alguna catástrofe, el trae la paz y la tranquilidad.

Enamórate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora