Capítulo 20: Perdóname

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POV ANDREA

No puede ser, Samuel no puede haber vuelto, no después de que recogí los pedazos en los que me dejó y me armé nuevamente, no cuando la herida ya sanó,  ¿por qué ahora?

-Andy, no has dejado de llorar desde que llegamos, los niños te van a ver hinchada y se van a asustar –Valeria seca mis lágrimas con un pañuelo mientras me acaricia el cabello. No sé quién está más shockeada, si ella o yo– ya habíamos superado a ese poco hombre, desgraciado, mal nacido, cobarde, ¿para qué regresó?

-No lo sé y tampoco me interesa –suspiro antes de seguir– lo único que tengo claro es que no lo quiero cerca de mis hijos, él puede lastimarlos, de pronto un día les pinta un mundo de colores y después los decepcionará y los hará sufrir, sobre mi cadáver –cambio de posición y me siento mirando de frente a Valeria con las piernas cruzadas– nosotros ya tenemos una vida en la que Samuel no tiene cupo, Roberta y Alejandro no lo necesitan y yo tampoco.

-Mami –entra a la habitación corriendo mi princesita, se sube a la cama y se sienta en mis piernas.

-¿Qué pasó mi vida? ¿Dónde dejaste a tu hermanito?

-Alec se mumió –se acomoda su cabello rubio igual al de mi mamá y me mira– mami, ¿Samiel te sustó? Pol eso te caíste así –imita la manera en la que me desmayé.

-Algo así hija, ¿por qué me preguntas por Samuel? –le devuelvo la pregunta con el corazón latiéndome en los oídos.

-Polque tú nunca te habías molido así mami, solo cuando viste a Samiel.

-No me morí hija, me desmayé que es diferente y como te dije, Samuel me asustó –le respondo y sonríe satisfecha.

-Princess, ven a tomarte unas selfies con titi Vale –dice provocando que Roberta se entusiasme por otra cosa y se olvide del tema de Samuel. Con la mirada le agradezco y ella asiente al mismo tiempo que me guiña el ojo.

Dos días después

Cuarenta y ocho horas han pasado desde mi encuentro con Samuel, afortunadamente no he tenido noticias suyas y espero no tenerlas, pero aunque no quiera reconocerlo, me da tristeza que ahora que sabe que tiene dos hijos no le haya importado. Roberta y Alejandro son unos niños maravillosos, él es el que se lo pierde.

-Señora Andrea, tiene una visita en la sala –anuncia Nieves recostada en el marco de la puerta de mi habitación.

-¿Quién es Nieves?

-El cobarde ese de Samuel –contesta y en seguida se enciende dentro de mí una señal de alerta.

-Nieves por favor toma a los mellizos y no salgan por nada del mundo de esta habitación, no quiero que vean a Samuel, hasta que no les avise que pueden salir no abras la puerta –me coloco mis botas de puntillas y me pongo en pie– les pones cualquier película infantil para que se concentren en eso y le subes el volumen al televisor.

-Como usted diga señora –responde y va en busca de mis pequeños.

Bajo las escaleras con aparente valentía y fortaleza, pero la verdad es que por dentro me siento como una gelatina. Quiero pegarle, abrazarlo, pegarle más, comérmelo a besos y darle una patada en los testículos. Maldito Samuel, te odio y odio el efecto que sigues ejerciendo sobre mí aun después de lo que me hiciste.

-¿Qué haces en mi casa? –Samuel se voltea a verme y me recorre con la mirada de pies a cabeza. Se ve fatal, tiene ojeras y el labio partido– ¿acaso no tienes vergüenza? Cómo se te ocurre presentarte en mi casa cuando no eres bienvenido, no tienes moral, no tienes nada, eres un descarado. Pero contesta maldita sea –levanto la voz y él sigue sin mirarme a la cara, no despega sus ojos del suelo y parece que está llorando.

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⏰ Última actualización: Jun 16, 2018 ⏰

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