Capítulo 13: ¿Embarazada?

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-Andy –escucho a mis espaldas la voz preocupada de Valeria. Entra al baño siguiéndome y sostiene mi cabello mientras vacío todo el contenido de mi estómago en el retrete– ¿ya te sientes mejor? –pregunta cuando he terminado de vomitar y asiento débilmente.

Me lavo los dientes y al voltearme la encuentro observándome detenidamente.

-¿Qué? –le pregunto extrañada por la forma en la que me ve– esas donas están como pasadas, huelen horrible –exclamo con asco haciendo una mueca.

-Mis donas están recién hechas, yo creo que aquí hay algo más –camina en círculos y de un momento a otro se detiene abruptamente– Andrea dime que usaste el condón que te di –suelta de golpe y ahí es cuando caigo en cuenta de todo.

-¡Mierda, mierda, mierda! –llevo mis manos a la cabeza y miro a Valeria que se ha quedado paralizada con terror– Te juro que lo olvidé por completo.

-Ay Jesús bendito, me va a dar algo –Valeria se recuesta sobre la pared y se lleva una mano al pecho– no friegues Andrea, si me hubieras dicho enseguida te habría dado la pastillita del día después.

-Aún no lo demos por hecho Valeria, tal vez tengo alguna intoxicación –respondo intentando pensar con la cabeza fría.

-Sí, intoxicación de 9 meses –me mira con preocupación y de repente pega un brinco– a ver, cámbiate de una vez, nos vamos, hay que salir de dudas inmediatamente, trae pijama que hoy duermes en mi casa –me pega una nalgada y sale apurada.

Recojo todo en menos de diez minutos y mi mamá al verme que quiero salir, sonríe y nos deja pasar sin ponernos pero.

Ay Jesús, si llegase a ser cierto, esta sería la última vez que podría hacer lo que quiera sin pensar en nadie.

Valeria conduce hasta una farmacia donde compra al menos quince pruebas de embarazo caceras.

-¿Estás loca? –grito apenas veo tantas muestras– no me voy a hacer todo eso.

-Oh sí, si que lo harás –me mira desafiante y prefiero optar por quedarme callada en el camino hacia su casa.

Una vez estacionamos el auto al frente de su puerta, Valeria se baja de un salto y literalmente me arrastra escaleras arriba. Ni siquiera pude bajar mis cosas porque ella está apurada en que me haga las pruebas.

-Mira, tienes que hacer pipi en ese huequito –musita con asco– compré este frasco donde orinarás y luego hechas un poquitito en cada una de las muestras, trata de ser equitativa para que puedas hacértelas todas.

-No seas ridícula, con tres que me haga es suficiente –me quejo. Llevo mis manos a la cintura en una posición desafiante, Valeria se coloca igual que yo y con sus ojos me dice todo– ya, está bien, voy a darte gusto y a hacerme las quince pruebas –levanto las manos en señal de derrota y Valeria sonríe.

Diez minutos después de haber seguido todas las indicaciones al pie de la letra, Valeria y yo nos encontrábamos encerradas en su baño, con un reloj al lado esperando que todas marcaran el resultado. Ella está comiéndose las uñas mientras que yo estoy cruzando hasta los dedos de los pies.

Por favor que no esté embarazada, por favor que no lo esté.

-Solo las veremos cuando ya haya marcado hasta la última ¿entendido? –asiento sin ganas de replicar.

-Ay me va a dar –exclama dramáticamente– ya están –dice con voz queda– ¿quieres que las vea yo sola o las dos juntas?

-Míralas tú que yo estoy apunto de vomitar por los nervios que tengo –contesto y empiezo a caminar de lado a lado– ay sabes, yo también quiero ver –me acerco y la aparto de un empujón.

-Andrea –me mira.

-Valeria –la miro.

-¿Estás viendo lo mismo que yo? –asiento sin poder pronunciar palabra– no sé si felicitarte o echarme a llorar contigo.

Me siento en el suelo y ella enseguida imita mi acción y me abraza, no lo puedo creer, estoy embarazada. Embarazada de Samuel.

Quiero reír y llorar al mismo tiempo, buscar a Samuel, matarlo y finalmente irme a vivir en un iglú al polo norte con los pingüinos, no quiero ni pensar en lo que dirán mis papás con esta noticia, se van a decepcionar de mí, me van a ahorcar y mi bebé ni va a poder conocer el mundo.

Mi bebé, ay Dios, ya estoy pensando en ese pequeñito o pequeñita que llevo dentro de mí, ese angelito que no tiene la culpa de nada y que aunque hace apenas unos minutos que me enteré de su existencia, ya lo amo más que a nada y lo protegeré con mi vida si es necesario.

-Te felicito –le digo a Valeria que me mira como si mi cabeza fuera la de un extraterrestre.

-¿Por qué me felicitas? ¿Te volviste loca? –me toca la frente para comprobar mi temperatura y después frunce el ceño.

-Vas a ser tía madrina –le respondo como si no fuera lo más obvio del planeta y ella me sonríe.

-Ay te amo –se tira encima mío y cuando se da cuenta de lo que hizo se levanta y me ayuda a levantar– perdón, me dejé llevar –dice apenada– gracias, gracias mejor amiga, te prometo que seré la mejor del universo, la más responsable y que cuidaré y amaré a mi consentido más que a todo el mundo –nos abrazamos y después de sacarle y sacarnos unas cuantas fotos con las pruebas las tiramos a la basura y regresamos a su habitación para platicar sobre cómo les diré a mis papás.

Enamórate de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora