Capítulo 7: Beca

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Después del fin de semana más asombroso de mi vida, nos tocó volver a la realidad.
Samuel se despertó algunas horas antes que yo, pero algo raro sucede, está distante, esa cercanía que habíamos logrado tener se esfumó.

-¿Lista? –pregunta sacándome de mis pensamientos y asiento– vámonos entonces.

Lo sigo en silencio mientras me torturo la cabeza con la idea de si hice algo mal. Dios. Daría todo por reconstruir lo que fabricamos estos días.

-Andy, ya llegamos –me sobresalto por su voz y me mira apenado– tengo que decirte algo, no supe cómo hacerlo antes y es mejor no darle más espera.

-¿Qué sucede? No me asustes –digo con el corazón en un hilo.

-Dentro de unos días me voy para Londres a terminar la carrera, me gané la beca –suelta de golpe y el alma se me cae a los pies.

-¿Te... Te vas? –murmuro con dificultad. Un nudo en mi garganta me impide decir algo más, se va, quiero llorar, Samuel, mi Samuel se va– ¿cuánto tiempo?

-Posiblemente dos o tres años –dice con la cabeza gacha, no se atreve a mirarme, así como yo tampoco me atrevo a verlo– Andy...

-Shh –lo callo– no digas nada, solo necesito tiempo para procesarlo. Gracias por este fin de semana, nunca lo voy a olvidar –tomo mi bolso, beso su mejilla y salgo corriendo mientras las lágrimas se deslizan con fuerza y rapidez sobre mis mejillas.

Rebusco mi llave entre mis cosas, abro la puerta y la cierro con urgencia. Necesito llegar a mi cuarto. Tengo que hablar con Valeria.

¿Por qué Dios? ¿Por qué tiene que irse?

Una vez encerrada en mi cuarto me tiro en la cama y empiezo a llorar desconsoladamente hasta quedarme dormida.

Horas más tarde, un sutil toque en la puerta de mi recámara me hace abrir los ojos y fruncir el ceño. Me duele la cabeza y no quiero ver a nadie.

-Mi amor, no me di cuenta a qué hora llegaste –murmura mi mamá con cautela desde el umbral de la puerta– ¿qué sucede hija?

-Me duele la cabeza –respondo con el tono de voz más neutral que puedo.

-Te voy a traer una pastilla –dice y se gira para salir de mi habitación.

Tomo mi celular y marco el número de mi mejor amiga, que me responde al segundo timbre.

-Aja perra, ¿qué tal te fue? Cuéntamelo todo –exclama con evidente emoción.

-Se va –musito e inmediatamente me suelto a llorar.

-¿Qué? ¿Quién se va? No entiendo –pregunta confundida.

-Sa... Samuel, se ganó la beca y se va para Londres –respondo entre hipidos– ahora sí lo perdí amiga, y esta vez es para siempre.

-En quince minutos estoy en tu casa, ponte pijama y alista cucharas que voy a llevar helado, palomitas y netflix, hoy es noche de chicas –termina y cuelga.

Mamá regresa con el frasco de pastillas y un vaso con agua, me mira con preocupación pero no dice nada. Sé que está esperando a que cuando me sienta lista me acerque a ella y le cuente.

Quince minutos exactamente pasan y empieza a retumbar la voz de mi mejor amiga, que siempre que viene hace escándalo, segundos después se abre la puerta del cuarto y se lanza sobre mí dejándome sin aire.

-¡Auch! Que brusca eres –me quejo. Mi rubia amiga me ignora mientras acomoda todo para pasar la noche.

-Tengo la película perfecta –murmura con doble sentido.

-No estoy para cochinadas, que no ves que estoy deprimida –contesto con los ojos llenos de lágrimas.

-Cálmate, primero vamos a ver la película vamos a comer y después te cuento una idea que tengo ¿vale? –asiento.

Después de haber pasado casi dos horas viendo cincuenta sombras de grey, sí, la fenomenal película que se le dio por poner a mi mejor amiga. No es que no me guste, pero en estos momentos no estoy para eso.

-Ahora Valeria Einstein, dime tu ideota –apremio y ella frunce los ojos.

-Vas, bueno, vamos a hacerle una fiesta de despedida, digo vamos porque te voy a ayudar en todo, no sé cómo vas a hacer, pero ese día te lo llevas a la cama, sí o sí, ya no hay vuelta atrás –concluye mientras la miro con los ojos como platos– y ni te me hagas que bien que sé que quieres.

-Pues, no es tan mala idea lo de la fiesta pero lo de llevármelo a la cama ¿estás loca? ¿Cómo haré eso? –pregunto y pone los ojos en blanco.

-Deja todo eso en mis manos, tú sabes que para estos planes el cerebro soy yo –contesta arrogante y la miro con desconfianza.

-A veces me das miedo –confieso. Ella me sonríe con malicia.

-Todo va a salir bien, no te preocupes –suspira– ¿exactamente cuando se va?

-Dentro de unos días, pero no sé con claridad la fecha.

-Pregúntale, porque tenemos que organizar todo –suspira– y tú mejor amiga, prepárate para abrir la mente y las piernas también, espero que Samuel te deje bien satisfecha –añade con burla y me sonrojo mientras mi mente empieza a recrear la posible escena.

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