La Sala de Armas

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****ALEX****

Subimos a la segunda planta donde se encontraba la Sala de Armas. Recorrimos el amplio gimnasio de entrenamiento hasta el final. Por el rabillo del ojo vi como Gwen se quedaba impactada nada más entrar. Y no la culpaba la verdad. La pared del fondo, donde había dos puertas que llevaban a los vestuarios, estaba repleta de todo tipo de armas. La mirada de Gwen iba de unas a otras constantemente.

—Vamos a cambiarnos anda—propuso Liz entre risas—. Ya habrá momento de explicaciones más tarde—Gwen asintió y nos siguió hacia la puerta de la derecha que era el vestuario de chicas. Su cara había adquirido un tono más blanco del habitual. No me había puesto en su lugar, pero debía de ser confuso descubrir de la noche a la mañana la existencia de este nuevo mundo y que nadie te responda concretamente a todas tus preguntas.

Nos separamos los chicos por un lado y las chicas por otro y entramos a los vestuarios respectivos. Liz y yo empezamos a sacar nuestros trajes de combate mientras la mirada de Gwen seguía todos nuestros movimientos.

—Lo primero que tienes que saber es que estamos en un mundo lleno de peligros, y con eso no me refiero a los peligros humanos —comencé explicándole a Gwen. No iba a ponerme a explicarle cada peligro que existía, ya habría tiempo para eso en otro momento—. Lo segundo es que nosotros somos los encargados de combatir ese peligro, somos como una especie de policía. Y para combatir obviamente necesitamos armas y entrenamiento. Eso es lo que hacemos en esta sala, prepararnos para combatir los peligros. En el combate y entrenamientos llevamos ropa especial y no cualquier cosa— recorrí de arriba a bajo con la mirada la ropa de Gwen. Llevaba un jersey fino de lana azul marina, unos pitillos grises oscuros con roturas en las rodillas y unas converse bajas negras. No estaba mal, pero para entrenar no era lo correcto— ¿No tendrás algo más de ropa no?

—No—respondió Gwen que había vuelto a recuperar el color en la cara, de hecho, había recuperado demasiado color. Su cara era casi del mismo tono que su pelo.

Miré en dirección de Liz buscando una solución. Interpretó mi mirada y empezó a rebuscar en su mochila de entrenamiento.

—Tengo un par de zapatillas deportivas —exclamó Liz triunfante mientras sacaba del fondo de su bolsa un par de deportivas negras que solía llevar siempre en la mochila.

—Espera —dije pensando —¿Qué número de pie usas?—no había caído antes pero Liz al ser bastante alta usaba un 41 de pie, y no parecía que Gwen usara ese número.

—Un 38—comentó Gwen—. Creo que esas zapatillas me van a quedar muy grandes.

Si Gwen se ponía las zapatillas de Liz, nada más dar una paso se iba a caer. La idea era tentadora,  pero había prometido a mi tía comportarme. Solo había una solución.

—Toma, ten mis botas —dije mientras sacaba los cuchillos que llevaba en las botas y me las quitaba. Liz me miró con cara de orgullo, como diciendo "¡Mirad! ¡Tenía razón! Alex tiene corazón". Solté un bufido ante su mirada—. Solo uso un número más que tu, así que para hoy te bastarán.

—¿Llevas camiseta por debajo del jersey?—preguntó Liz mientras que la nueva se ponía mis preciadas botas.

—Si —respondió Gwen—. Llevo una camiseta azul marina básica de tirantes.

—Pues quítate el jersey y quédate con la camiseta básica. Si no en cuanto empecemos a entrenar te vas a asar—explicó Liz.

Liz y yo nos pusimos nuestra ropa de combate habitual. Cada uno llevaba la ropa que quería, solo había que seguir dos reglas: que toda la ropa fuese de color negro, y que los pantalones fueran de cuero. Eran por razones prácticas, ya que a la hora de combatir de noche o esconderse es más práctico ir de color negro. Y la razón de que el pantalón fuese de cuero era porque es un material resistente. Por lo demás, cada uno personalizaba su propio traje de combate. Liz iba siempre con camisetas de manga francesa, pantalones de cuero y botas de cremallera por encima de la rodilla. Yo, en cambio, era bastante calurosa, así que solía llevar camisetas de tirantes nadadoras, pantalones de cuero, y botas de cremallera por debajo de la rodilla, aunque hoy iba en calcetines largos. Gwen por su parte, tenía ahora un aspecto más profesional. Me hice una coleta de cola de caballo. Liz se retiró el pelo de la cara con una cinta fina de pelo. Al tenerlo corto no le daba para una buena coleta y continuamente se le salían pelos.

—¿Tienes una goma para el pelo? —preguntó Liz a Gwen.

—No—admitió ésta posando la mirada en el suelo—. Lo siento pero no sabía nada de esto, nadie me avisó de que tenía que traer cierto tipo de ropa—levantó la cara avergonzada después de mirar mis pies con calcetines.

—Tranquila, a Alex le encanta entrenar en calcetines—mintió Liz que se había dado cuenta de que la nueva se había quedado mirando mis calcetines. Liz le ofreció una goma de pelo, y con hábiles movimientos Gwen se recogió toda esa mata rojiza en un moño alto.

—Si, no es ningún problema— añadí para quitar hierro al asunto.

Una vez listas salimos a la sala de entrenamiento donde estaban los chicos esperando. Se giraron al oírnos y posaron todos su mirada en Gwen. Inexplicablemente, eso me dolió. Eran mis amigos de toda la vida pero prestaban más atención a una chica que conocían de horas. Idiotas... Después de analizar a la nueva posaron sus ojos en mis pies con una sonrisa. Se debían de haber dado cuenta de que las botas que llevaba Gwen eran las mías, e intrigados se habían dispuesto a averiguar que zapatos llevaba yo. Siempre llevaba ese estilo de botas. Tenía cinco pares de botas iguales que iba renovando según se iban estropeando.

—¿Qué pasa Hamilton?—bromeó Will — ¿Piensas a atacar a tu enemigo con tus pies mal olientes?

—Si se me resiste sí. Pero tranquilo, que contigo no me hace falta—dije guiñándole un ojo y enterrando mi enfado. Todos estallaron en risas y Cam le dio suaves palmaditas en la espalda haciendo como si le reconfortara.

—Touché—reconoció Will con una sonrisa en la cara.

—¿Dónde está Tom?—indagó Gwen.

—No entrenamos con él. Luego te explicamos el porqué. El profesor McMahon debe de estar al caer—respondió James.

De repente se abrió la puerta del gimnasio y todos dirigieron la mirada hacía allí. El profesor McMahon, que era el encargado de entrenarnos, entraba por las puertas de la Sala de Armas.

—Ya has invocado al demonio—masculló Cameron.

—Buenos días chicos—saludó—. Parece que tenemos una nueva invitada—dijo mientras posaba su mirada en Gwen.

Los Jueces ARADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora