Capítulo 8

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Ni siquiera me di cuenta de cuán rápido cayó Riku en su particular estado de locura: los cortes de sus muñecas -los cuales no eran algo nuevo- aumentaban en número y profundidad día a día, y su sonrisa dejó de brillar de la misma forma. Ahora parecía un maníaco depresivo cada vez que se acercaba a mí.

Tanto que incluso dejé de tocarlo por un tiempo.

Me lo rogó.

Y volví a hacerlo.

No habíamos vuelto a tener confrontaciones como la de aquel día en el hotel, pero aquellas noches de pura entrega sexual que tanto me gustaban también habían desaparecido. Ahora Riku era poco más que un cascarón vacío, un culo al que follarme. "¿No era eso lo que yo quería?" eso es lo que él hubiera dicho, y yo hubiera devuelto su insolencia con una bofetada. La verdad es que llegados a este punto disciplinarlo ni siquiera resultaba necesario. Se había rendido, si es que alguna vez estuvo luchando.

En ocasiones podía escuchar a nuestros compañeros de banda murmurar sobre el estado de Riku. Se debatían entre una adicción a las drogas -cuya inexistencia comprobé desde las sombras- o una enfermedad mental. Originada por mí y la forma en la que me comportaba con él, por supuesto.

Pero aquello no parecía tener sentido, Riku y yo llevábamos mucho tiempo teniendo el mismo tipo de relación, la gente no enloquece de un día para otro. Por qué ahora. Por qué se había roto. Mis juguetes no se rompían, se escapaban. Y él seguía estando abrazado a mi pierna como un perro grande. Comenzaba a frustrarme su lealtad. Era un ser inerte en lo que a cumplir mis órdenes y mandatos se refería: ahora obedecía por inercia, no por devoción. Se desternillaba cada vez que alguien le señalaba su situación, ya no tomaba en consideración a sus amigos, ya no decía cosas como "No te preocupes, sé que Kisaki se porta mal conmigo pero...en el fondo es un buen tipo...". Ahora diría algo como "Tranquilo, nos queremos." para después partirse de risa. Luego intentaría buscar mis besos en el backstage, y una vez hubiera yo tomado el control de la situación pasaría a convertirse en una crisálida de nuevo. Después del sexo yo me vestiría y él me daría un beso antes de comenzar a caminar detrás de mí. Fuera a donde fuera. En ocasiones me sentía como si fuera yo el enfermo mental.

Quizá esa era su estrategia, sobrecargarme de un afecto y una fidelidad que desconocía para intentar romperme a mí también. Riku estaba tan ausente en el plano físico como yo lo estaba en el emocional para él, pero al mismo tiempo se le veía tan volcado en el aspecto afectivo que desbancaba mi desaforado deseo sexual.

Yo tenía relaciones con la nada, y él amaba al vacío.

–¡Kisaki! ¿Nos vamos?–me esperaba en el marco de la puerta, y lo acompañé

Quizá ambos estemos rotos por igual.

**

–Oye Sugizo.–

–¿Mm?–estaba intentando deshacerme de ese rechazo a quedarme a solas con J, así que había rechazado la invitación de Ryuichi para ir con él a tomar el aire y me había quedado en la sala con mi querido Jun

–Siento lo que pasó con Inoran del otro día.–

–Olvídalo.–corramos un tupido velo

–No puede evitarlo, es que le gustas mucho.–

–....–no estaba seguro de si quería plantear esta pregunta–Gustar en qué sentido.–

–Sexual.–

Me atraganté.

–¿Cómo que sexual?–

–Que le pones mucho.–

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