Uno

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PD: La historia es una adaptacion.

UNO

La larga semana tocaba a su fin y Hermione sabía que debía volver a casa, pero la perspectiva de ahogarse en la flama de últimos de agosto bastaba para mantenerla pegada a la silla, escuchando el grato zumbido del aire acondicionado.

No estaba trabajando; había girado el asiento y llevaba un cuarto de hora mirando por la ventana, demasiado relajada para preocuparse de que se estuviera haciendo tarde. A la luz del sol de poniente, los deslumbrantes rascacielos de acero y cristal de Dallas se recortaban sobre un horizonte cobrizo, una clara indicación de que había vuelto a perderse las noticias de las seis. Era viernes por la tarde; su jefe, el señor Nott, se había ido hacía más de una hora. No tenía motivos para no sumarse al éxodo callejero, pero se sentía reacia a volver a casa. Se había afanado en decorar su apartamento, en hacerlo acogedor y confortable pero, últimamente, el vacío que sentía en él la atormentaba. Podía llenarlo con música, alquilar una película y verla con su reproductor de vídeo, ensimismarse en la lectura e imaginar que vivía en otro país pero, aun así, seguiría sola. Últimamente, era una mujer sola más que solitaria.

Tal vez fuera el tiempo, pensó con ánimo cansino. El verano había sido húmedo y caluroso, agotador para todo el mundo, pero, en el fondo, Hermione sabía que no era el bochorno lo que la desazonaba. Era la inevitable sensación de que el tiempo se le escurría entre los dedos, al igual que el verano perecía y daba paso a otro otoño. Incluso a pleno sol del mediodía, sentía el frío invernal en los huesos. No se trataba solo del cambio de estación, sino de la pérdida inexorable de la juventud.

Habían pasado los años y ella se había volcado en el trabajo porque no había nada más y, de repente, se daba cuenta de que sus sueños la habían dejado atrás. Nunca había ambicionado riquezas ni posesiones materiales. Quería amor, un marido y unos hijos, un hogar alegre y seguro, todo lo que había echado en falta en la niñez. Ya ni siquiera albergaba ese sueño, y eso era lo que más la entristecía.

Claro que no era más que una quimera: se había enamorado del único hombre que jamás podría ser suyo y, al parecer, era de esas mujeres que solo amaban una vez en la vida.

Sonó el timbre apagado del teléfono, y un leve ceño de perplejidad se dibujó en su frente.

¿ Quién podría estar llamando a la oficina a aquella hora? --

-Hermione Granger al habla -dijo en tono enérgico.

-Hermione, soy Harry -contestó una voz grave.

El corazón le dio un vuelco y se le hizo un nudo en la garganta. No necesitaba oír su nombre para saber quién estaba al aparato. Conocía aquella voz tan bien como la suya, y el acento brusco, que no se había suavizado pese a los años vividos en el sur, siempre lo delataría. Pero Hermione tragó saliva, enderezó la espalda y fingió que se trataba de una llamada de negocios como otra cualquiera.

-¿Sí, señor Potter?

El hombre resopló con impaciencia.

-Maldita sea, no me llames así. En la oficina, vale, pero ahora... ahora no estamos trabajando.

Hermione volvió a tragar saliva, pero fue incapaz de articular palabra. ¿Habría provocado aquella llamada al pensar en él? Hacía meses que Harry no le decía nada, aparte de un educado «buenos días», siempre que entraba en el despacho para hablar con el señor Nott.

-¿Hermione? -rugió. Estaba perdiendo la paciencia.

-Sí, te escucho -atinó a decir.

-Voy a vender la casa -anunció sin preámbulos-. Estoy embalando las cosas de Ginny... y de los niños. Voy a donarlo todo a la beneficencia. Pero he encontrado una caja con los recuerdos de Ginny del instituto, cosas que hicieron las dos juntas, dibujos, y pensé que querrías echarle un vistazo. Si quieres quedarte con algo, puedes hacerlo. Sino...

Una nueva oportunidad (Harry y Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora