Capitulo 11

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Disclaimer: No soy rubia, ni millonaria, pero utilizo los personajes sin animo de lucro para este fic. Harry y Hermione merecen estar juntos

No es domingo, pero tenia que publicarlo. Pronto estaremos en la recta final, solo unos cuantos capitulos mas. Espero les siga gustando y gracias por añadir este fanfic en favoritos y comentar.

Ojo lei, por alli un comentario sobre Lorcan. Pero ¿no se han dado cuenta que Lorcan aprecia demasiado a Hermione, que la protegeria a ella y a su hijo? en un principio crei que Lorcan tenia una especie de enamoramiento hacia Hermione.

En fin, les dejo con el capitulo

  Once

Al día siguiente regresó a casa temprano, dejando a Dora y a Lorcan que cerraran la tienda porque quería ver a Harry. Sintiendo que se le saltarían las lágrimas si no estaba en casa, estuvo a punto de llorar de todas formas cuando vio su coche. Corrió hacia el portal y subió hecha un manojo de nervios en el ascensor.
-¡Harry! -lo llamó en cuanto metió la llave en la cerradura y abrió la puerta- ¡Harry! ¿Dónde estás?
-Aquí -contestó desde su dormitorio.
Corrió hacia el dormitorio, con el corazón palpitándole con fuerza. Harry estaba saliendo del cuarto de baño justo cuando ella traspasó el umbral. Estaba esbelto e imponente con el pelo húmedo y una toalla blanca alrededor del cuello. Hermione tomó aire y se abalanzó hacia él, pero se tambaleó a medio camino. Le lanzó una mirada de impotencia y confusión y, por primera vez no solo durante el embarazo, sino en su vida, se desmayó.
Harry profirió un grito de alarma y se abalanzó hacia ella, pero no llegó a tiempo. Maldiciendo entre dientes, la levantó en brazos y la dejó con cuidado sobre la cama; ver su cuerpo inerme le producía un sudor frío. Humedeció un paño con agua fría y le lavó la cara y las manos; después, lo colocó sobre su frente. Hermione parpadeó y lo miró con expresión confusa.
-Me he desmayado -dijo con absoluta perplejidad.
Harry no lograba recordar el nombre de su doctora.
-¿Cómo se llama tu ginecóloga? –preguntó con fiereza, cerniéndose sobre ella.
-Easterwood. Pero ¿por qué...?
Harry tomó la agenda de la mesilla y buscó la letra e; después, empezó a deslizar el dedo por la columna de nombres.
-Harry -empezó a decir Hermione con paciencia, mientras intentaba incorporarse-. No me pasa nada malo. Me he desmayado, nada más.
Harry le puso la mano en el pecho y la obligó a permanecer echada.
-No vuelvas a levantarte -la previno con rotundidad, y marcó el número de teléfono.
-No está en la consulta, saltará el contestador.
-Con la doctora Easterwood, por favor -dijo Harry al teléfono, con toda la autoridad de un vicepresidente primero-. Soy Harry Potter, el marido de Hermione Potter.
Contra todas las leyes de la naturaleza y las que rigen las consultas de los médicos, la doctora Easterwood se puso al teléfono. Hermione permaneció acostada mientras contemplaba a Harry con expresión furibunda, preguntándose si era posible que Lorcan y él estuvieran emparentados. Era insufrible.
Le contó en pocas palabras a la doctora lo ocurrido; después, la doctora Easterwood le hizo algunas preguntas y Harry le lanzó a Hermione una mirada lúgubre.
-Sí, hizo un movimiento brusco. Estaba corriendo.
Escuchó durante unos momentos más y después, su expresión se tomó aún más lúgubre.
-Entiendo. ¿Qué peligro hay si el bebé es prematuro y entra en la vagina antes de que puedan realizarle la cesárea?
Hermione gimió ruidosamente, a punto de perder la paciencia. Todo indicaba que tendría un parto normal, porque el niño no parecía muy grande, pero Harry no lo tendría en cuenta. Le estaba lanzando unas miradas que podrían chamuscar la hierba.
Harry colgó y se volvió hacia ella.
-Corres cierto peligro por ser primeriza a tu edad -dijo, a punto de estallar-. El riesgo es aún mayor porque tienes la pelvis estrecha. ¡Y estabas corriendo, maldita sea! -su rostro se distorsionó, y cerró el puño-. No quiero tener el bebé, y menos aún si tu vida corre algún riesgo. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Cómo crees que me sentiría si te pasara algo por culpa de un niño que yo he...? -se interrumpió; respiraba con dificultad mientras intentaba recobrar el control.
Hermione se incorporó y lo abrazó, en un intento de consolarlo.
-Harry, cariño, estoy bien. De verdad. Y no te preocupes, porque la única posibilidad de que necesite una cesárea es que el bebé sea grande y, por el momento, no lo es.
Harry movió la cabeza y la estrechó entre sus brazos.
-¿No recuerdas lo grandes que eran James y Sirius? ¡Los dos pesaron más de tres kilos y medio! Pensar que puedes llevar un bebé tan grande me... me da miedo.
-No te preocupes antes de tiempo, por favor. No he tenido ninguna complicación; ni náuseas, ni hinchazón en los pies, ni dolor de espalda. ¡Estoy estupendamente!
Harry le inclinó la cabeza hacia atrás y estudió su rostro con avidez; vio amor y preocupación por él, y no por sí misma. La besó y, después, la apretó contra su pecho.
-Te quiero -dijo con voz trémula-. No dejes que el milagro se eche a perder ahora.
-No pienso irme a ninguna parte -lo tranquilizó-. Te he esperado durante mucho tiempo, años y años -dijo con suavidad-. Por eso nunca me casé, por eso todos pensaban que estaba tan entregada a mi trabajo. No estaba interesada en ningún hombre que no fueras tú.
Harry le frotó la sien con el mentón y cerró los ojos.
-Te quiero tanto que me da miedo -dijo por fin, casi en un susurro-. Quería a Ginny, pero el dolor de su muerte ha desaparecido gracias a ti. Es como si Ginny me hubiese preparado para ti, me hubiese dado la base para poder alcanzarte. Siempre supe que estabas ahí, y creo que siempre supe que algún día, cuando supiera amar de verdad, te tendría. Si se me olvida decírtelo algunas veces, recuérdamelo, porque no quiero que olvides nunca lo que siento por ti. No quiero el bebé, pero eso no cambia lo que siento por ti y quiero que lo tengas siempre presente. Algo en mí se derrumbó cuando los niños murieron, y creo que nunca me recuperaré. Otro niño no podrá sustituirlos.
No, nada podría sustituir a los pequeños a los que había amado, y todavía no se daba cuenta de que aquel nuevo ser no era un sustituto, sino una persona distinta, con su propia personalidad. Ese era el otro milagro que ella pedía, que llegara el día en que Harry mirara a su hijo y sintiera que su corazón dejaba de sangrar. Si ese día no llegaba nunca, sería el corazón de Hermione el que se partiría en dos.
- Dame las llaves de tu coche -dijo Harry a la mañana siguiente, cuando se disponía a ir a la oficina. Con el ceño fruncido, Hermione sacó el llavero de su bolso y se lo dio. Él extrajo sus llaves del bolsillo del pantalón y se las puso en la mano-. Usa el Mercedes durante este tiempo. Es más grande, más cómodo y más seguro. Además, es automático; no tendrás que andar cambiando de marcha.
-Bueno, si insistes... -tomó las llaves y arqueó una elegante ceja-. ¿Qué va a ser de tu imagen de alto ejecutivo?
-Se irá a pique -dijo Harry, y sonrió con ironía.
El Mercedes le parecía inmenso, y Hermione conducía con sumo cuidado por miedo a arañar la superficie intacta. Estaba acostumbrada a aparcar su pequeño y llamativo Datsun en huecos ridículos entre dos coches, a colarse por rendijas del tráfico que parecían limitadas a las bicicletas pero, con el coche de Harry, era imposible hacer tales maniobras, y eso era precisamente lo que él quería.

Una nueva oportunidad (Harry y Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora