capitulo 8

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Disculpen la demora... como recompensa por mi tardanza les regalo 3 capitulos seguidos

saludos y disculpen si encuentran algun error 

Ocho


Su vida en común se amoldó a la rutina, definida por los detalles mundanos que aportaban una sensación de continuidad; ocurriera lo que ocurriera, siempre había que lavar ropa, cocinar y limpiar. Harry trabajaba en la casa tanto como ella, pero viajaba a menudo y, en su ausencia, Hermione se entregaba al trajín de la tienda para llenar el vacío que dejaba su marcha. No la llamaba todas las noches cuando estaba fuera; siempre le daba el número en el que podría localizarlo si lo necesitaba, y la llamaba invariablemente si se retrasaba o para decirle cuándo llegaría a casa pero, a parte de eso, no daba señales de vida. Hermione lo comprendía, aunque añoraba oír su voz. Claro que ¿qué podrían decirse por las noches? Ella no podría confesar lo mucho que lo echaba de menos, lo eterna que se le hacía la espera, lo mucho que lo amaba, porque él no quería saberlo. Era mucho menos arriesgado no hablar con él más de lo estrictamente necesario; se limitaba a esperar su regreso y a que su ímpetu sexual le diera la oportunidad de abrazarlo, de darle en silencio el amor que había ido creciendo en su pecho. Siempre sabía lo que podía esperar de Harry cuando regresaba de un viaje: entraba por la puerta dispuesto a devorarla como un hombre hambriento.
Cuando se atrevía a pensar en ello, reconocía que, aunque se sentía atraído hacia ella y le había tomado cariño, Hermione todavía no había desbancado a Ginny de su corazón. Su vida sexual era fantástica: Harry era un amante viril y experimentado, y ella nunca podía quejarse de que el sexo resultara rutinario. A menudo, la poseía dondequiera que se encontraran en ese momento, sin molestarse en trasladarla al dormitorio, y ese detalle, más que ningún otro, demostraba que todavía añoraba a Ginny. Cuando las exigencias de su trabajo lo obligaban a regresar tarde a casa, cuando ella ya estaba acostada, iba a su encuentro pero, una vez consumado el acto, siempre se retiraba a su cuarto. La abrazaba y la acariciaba, esperando a que se quedara dormida antes de levantarse, pero ella siempre percibía su desazón y había empezado a fingir que se dormía para que él pudiera irse cuando quisiera. Cuando la puerta se cerraba tras él, Hermione abría los ojos y yacía en la cama, dominada por el desconsuelo de no ser amada.
A veces no lograba reprimir las lágrimas, pero procuraba no llorar; no serviría de nada; además, pensar que Harry podía oír su llanto le daba pesadillas.
Aun así, había muchas satisfacciones en su vida de pareja. El fresco otoño dio paso al invierno, y pasaban las noches acurrucados delante del fuego, viendo la televisión; otras veces, Hermione leía mientras él trabajaba. También había desayunos pausados, y domingos fríos y soleados en los que veían los partidos de fútbol del equipo de Dallas. Si Harry no estaba de viaje, la acompañaba a la tienda todos los sábados, y él y Lorcan se habían hecho buenos amigos.
Cuando faltaban escasos días para la Navidad, Hermione sacó a colación el tema de la educación de Lorcan. Era un chico inteligentísimo; sería una lástima que no aprovechara al máximo su potencial por falta de dinero. Harry no tardó en adivinar sus intenciones.
- ¿Quieres que le pague la universidad?
-Eso te honraría -reconoció Hermione, con una sonrisa deslumbrante-. Pero dudo que Lorcan lo aceptara, tiene mucho amor propio -dijo con ánimo pensativo-. Pero si pudieras conseguir que alguna fundación le concediera una beca completa, creo que no dejaría escapar la oportunidad.
-No pides mucho, ¿verdad? -observó Harry con ironía-. Veré lo que puedo hacer. Creo que tendré que recurrir a Cormac; tiene algunos contactos a través de su familia que podrían ser muy útiles.

Mac los visitaba con bastante frecuencia y, aunque no dejaba de chinchar a Harry amenazándolo con arrebatarle a Hermione, el matrimonio había cambiado de forma drástica la manera de reaccionar de Harry. Había ganado y lo sabía.
Mac no tenía el corazón roto; tampoco se atrevería a perjudicar a su amigo. Admiraba sinceramente a Hermione y no veía mal alguno en hacérselo notar a su marido; a eso se reducía todo.
Cuando Harry se proponía algo, no perdía el tiempo. Al día siguiente, Harry y Mac se dejaron caer por la tienda; Hermione vio la perplejidad en los luminosos ojos de Mac cuando le presentó a Lorcan. Lorcan producía ese efecto en las personas.
Momentos después, Mac se acercó discretamente a Hermione y susurró:
-Harry está mintiendo, ¿verdad? Me juego el cuello a que ese chico tiene, por lo menos, veinticinco años.
-Cumplió dieciséis el mes pasado –respondió Hermione, también en un murmullo, sonriendo con regocijo-. ¿A que es un cielo?
-Es pura dinamita, eso es lo que es. Con alas y una espada, parecería el arcángel San Miguel. Dile que escoja en qué universidad quiere estudiar y, cuando se aproxime el momento, Harry y yo nos encargaremos de que le concedan una beca completa.
Hermione le contó a Luna lo que Harry y Cormac andaban tramando y, para gran sorpresa suya, su amiga prorrumpió en sollozos.
-No te imaginas lo mucho que eso significa para mí -gimoteó-. Es un niño muy especial; me partía el corazón ver que tenía que trabajar para ahorrar dinero para la universidad, en lugar de pasárselo bien, como sus compañeros. ¡Es el mejor regalo de Navidad que podías hacerme!

Una nueva oportunidad (Harry y Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora